Aprovechando el sol y también los eclipses” (Mario Benedetti)

Habrá que admitir razonablemente que alguno posee unas habilidades que no conocíamos. A veces esas habilidades eran desconocidas por el propio individuo que las ejercita arrogante delante de nosotros. Lo mismo da que sea en la calle -fuera del periodo de confinamiento, es decir, abril, mayo y quizás junio- o ante una pantalla de un teléfono móvil.

Durante las cinco largas semanas que vivimos el confinamiento en la península ibérica, las consecuencias de este aislamiento y soledad forzosa han logrado que muchos se acercaran más -ojo a la paradoja- a sus vecinos, diesen las gracias a los salvadores del mundo y reconociesen la labor imprescindible y silenciosa de los trabajadores anónimos que nos hacen la vida fácil con pandemia y sin ella. Muchos han tomado conciencia de ocupaciones que no consideraban importantes.

Y, como decía ahí arriba, hay hombres y mujeres con cualidades recién estrenadas, cualidades musicales ocultas y sin ocultar; hay gente que parece sociable y siente ganas de dar el valor que merece a lo que merece valor (perdone el malabarismo, tenga en cuenta que ya son cinco las semanas de confinamiento).

Con todo, hay ciertas habilidades que uno no entiende. No se entiende la rapidez en los dedos de los chavales que distribuyen 54 cuadritos o teselas de color en 9 caras distintas de un cubo Rubik en menos de 30 segundos. Años atrás los chicos jugábamos al yo-yo y a la peonza.

Por un lado, llama la atención la rapidez en que estos retos son aceptados y, por otro lado, la grandísima pericia de los participantes. Si existe una característica común a todos ellos, esta sería la inutilidad del ejercicio de estas destrezas. No está de más advertir del riesgo y, en ocasiones, la estupidez que supone tomar parte en estas convocatorias.

Curiosamente algunos de estos juegos permanecen olvidados un tiempo y luego vuelven para convertirse en virales. El juego de la botella medio llena de agua (water flip challenge para los bilingües) parece inofensivo. El desafío consiste en lanzar una botella de plástico al aire medio llena o casi llena de agua provocando un giro o salto mortal del recipiente sobre sí mismo en un eje horizontal imaginario, lograr que esta caiga de pie, y grabar la escena completa en video. Por último, es obligado compartirla en una red social. Conseguirlo no supone ningún avance relevante para la humanidad, pero deja unos videos graciosos para que los espectadores nos quedemos boquiabiertos sobre todo si quien supera el reto viral no ronda los 13 años de edad.

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