Los venezolanos sin excepción, y aún más quienes estamos en la universidad o en el ámbito educativo, estamos obligados y es imperativo a detenernos en esta vorágine militarista y autoritaria que hemos vivido en estas dos ultimas décadas cuando el país se desdibujó, se desorbitó por decir lo menos, a mirar la trayectoria, el desempeño y aporte de los civiles a la construcción de la nación.

Nuestra historia pasada y reciente está atravesada por el fenómeno militar, montoneras, conspires, gobiernos dictatoriales. El militarismo ha sido reactivo e invasivo, lo fue y cíclicamente la historia se repitió con la llegada de Chávez y su continuidad con Maduro, como lo hemos expresado en un reciente libro intitulado En los bordes de la democracia. La militarización de la política venezolana (disponible en Amazon). A veces nos hemos quedado cortos en el lanzamiento de hipótesis y en el abordaje de unas realidades que han superado los modelos y el tratamiento que hemos realizado de la experiencia venezolana.

No podemos ver la experiencia venezolana con Chávez y Maduro al poder sino como una etapa regresiva, algunos hablan de un accidente histórico, pero estamos obligados a pensar y repensar el tratamiento de la antipolítica y el populismo criollo, lo que ha sido el proceso sostenido de decadencia partidista que antecede el triunfo de Chávez y continúa hoy vigente, aunado a un proceso mayor de transfiguración  del sistema político y de la democracia, debido a la introducción de elementos, prácticas y el auge de formas autoritarias y de  una suerte de militarización de la política venezolana de manera sostenida.

Por consiguiente, la alternativa viable para nuestras democracias, frente al avance de la antipolítica, gobiernos autoritarios y otras tendencias, es precisamente la imperante tarea de reinstitucionalizar la democracia con más y mejor democracia, aspecto que presupone una recuperación en términos funcionales de los partidos políticos, su reinserción y redimensión como actores centrales de la lucha democrática, unido a una dirigencia seria, formada, honesta y responsable antes los electores y ciudadanos y todo esto implica retomar el camino de la civilidad.

Hemos dicho y reiterado que los retos de la anémica democracia en Venezuela son monumentales, y requieren por consiguiente de una dirigencia política proclive a desarrollar acciones acordes con la recuperación de la institucionalidad democrática, y por supuesto, esfuerzos y decisiones en beneficio de la sociedad en su conjunto que reclama un proceso de cambio y transición que más temprano que tarde ocurrirá porque el modelo actual es insostenible e inviable.

Venezuela muestra al igual que otros países de la región una clase política poco estructurada y que no ha estado a la altura de los desafíos que está reclamando una Venezuela sumergida en una crisis humanitaria compleja, sin contar los efectos que dejó el Covid-19 y el nefasto y errático manejo de la economía nacional en la última década que es como un carcinoma que a su paso destruye todo y explica el grado de deterioro social, humano, económico que experimenta un sector mayoritario de la población.

El país y la sociedad venezolana están reclamando a gritos no sólo la solución a los problemas más severos y graves, entre ellos, desempleo, inseguridad, recuperación de la educación y salud, sino además, reglas de juego claras y definidas en materia de manejo de la economía, de una nueva la política petrolera y energética, y el rescate de la propia legalidad y Estado de derecho entre otros aspectos, los cuales pasan obligatoriamente por una transición política y un cambio de gobierno, no olvidemos que la experiencia venezolana es casi única de estatización y autocratización de la política, la economía y demás ámbitos en estas décadas de revolución bolivariana.

La crisis que exhibe la economía venezolana es producto justamente de un modelo económico ideologizado, inconsistente y sumamente vulnerable en términos de viabilidad y operatividad. El intento de aplicación del llamado socialismo del siglo XXI a la economía, y a ciertas empresas que fueron hasta hace poco modelo de gerencia, rentabilidad, transparencia y desarrollo como es el caso de Pdvsa, que registra flujo de caja restringido, endeudamiento, problemas operativos, gastos parafiscales y otros, o el caso de las Empresas Mixtas como Sidor, Venalum o Alcasa que padecen de obsolescencia tecnológica, serios problemas en el flujo de caja, y además soy bajo todo punto de vista improductividad y rentables.

La ascensión del populismo radical o autoritario en algunos países andinos, y específicamente en Venezuela, ocurre paralelo al desprestigio de las instituciones partidistas como mediadores y representantes legítimos del juego democrático. La precariedad de los partidos políticos de oposición se expresa entre otras cosas, como sucede en Venezuela en su inacción y escasa presencia en órganos legislativos como la Asamblea Nacional o Congreso.  En todos los casos de  populistas andinos del siglo XXI (por ejemplo Rafael Correa –  Evo Morales – Hugo Chávez Frías y más recientemente Maduro) encontramos retóricas nacionalistas, antiimperialista, antioligárquicas, actitudes antiinstitucionales  y en ciertos casos antisistémicos, unidos por supuesto a su carácter confrontacional, voluntad movilizadora, carácter reivindicativo, asistencialista y distributivo, vocación refundacional del país por vía de nuevas Constituciones, finalmente un componente mediático y propensión reeleccionista totalmente reñido con la democracia y el principio de la alternancia.

Ha corrido mucha agua debajo del puente y a la vista de todos está el deterioro que el país registra junto a sus ciudadanos. El populismo, el militarismo y sus manifestaciones y patologías cercanas sencillamente han sido regresivas en la arista que se evalué y ponderé. Venezuela no tiene otra opción sino retomar el camino de la civilidad, de la democracia, de la inclusión. Un tema polémico es el retorno de los militares a los cuarteles. La experiencia de Costa Rica fue tan regresiva que optaron hace muchas décadas en un consenso nacional en eliminar las Fuerzas Armadas.

El periodo o etapa de mayor esplendor en todos los órdenes de Venezuela fue el período democrático posterior a Pérez Jiménez. El aporte de los civiles es monumental y trascendental. Los resortes democráticos están cimentados sobre una lista interminable de civiles, de prohombres y de venezolanos. En todas las áreas y ámbitos esos prohombres y mujeres dieron sus vidas en términos de su labor por el país, la democracia, la civilidad e incluso algunos contribuyeron con su desempeño y trayectoria a motorizar proyectos de diversa naturaleza en otros países.

Este país parió a José María Vargas, Cristóbal Mendoza, Luisa Cáceres de Arismendi, Pedro Rincón Gutiérrez, Jacinto Convit, Andrés Bello, Cecilio Acosta, Teresa Carreño, Juan Germán Roscio, Rómulo Gallegos, José Gregorio Hernández, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Betancourt, Teresa de la Parra, Lisandro Alvarado, Mariano Picón Salas, Carlos Raúl Villanueva, José Gil Fortoul, Juan Pablo Pérez Alfonso, Caracciolo Parra Pérez. Simón Diaz, Carlos Cruz-Diez, Humberto Fernández Morán, Alirio Díaz, Miguel Otero Silva y podríamos agregar una lista interminable. Esos nombres no pueden dejarse a un lado porque representan lo mas genuino de la civilidad y venezolanidad. Veremos.

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!