Durante el siglo XXI han surgido algunas opiniones provenientes de quienes piensan que “el mejor sindicato es el que no existe”, bien sea desde esferas gubernamentales de todo pelaje o desde el sector privado de la economía, se han atrevido a avanzar la premonición de que llegó el fin de la historia para los sindicatos, tal vez parafraseando a aquel Fukuyama que predijo lo mismo para la humanidad en el fragor del delirio neoliberal de la última década del siglo XX.

Estas reflexiones surgidas del estado actual de la economía mundial estremecida por una serie de circunstancias, que la han afectado estructuralmente hasta sus raíces en la tercera década del presente siglo, a partir de eventos que no estaban contabilizados en las leyes del mercado como los ocurridos sucesivamente desde 2020 hasta el presente.

En primer lugar, la pandemia del COVID-19 tiró por la borda cientos de millones de empleos, más de 6 millones de vidas humanas, colapsó los sistemas de salud del planeta y paralizó el crecimiento económico de los países, entre otras calamidades que generaron la pobreza y la precariedad general en la humanidad. En medio de la recuperación de los efectos del espantoso virus surgió un segundo evento fatídico, como lo ha sido la guerra desatada desde la Federación Rusa contra Ucrania desde febrero de 2022 hasta el presente por el dictador Putin, el Stalin-Hitler del siglo XXI, cuyo impacto ha sido brutal en la economía planetaria.

Ese coctel explosivo de desgracias determinó un efecto devastador en los precios de toda mercancía y en particular los alimentos, generando la inflación incontrolada que sufrimos desde 2022 a pesar de los esfuerzos de la FED, multiplicada por el impacto en el costo de la energía por la sustitución del mercado gasífero y petrolero, afectado por las sanciones de occidente contra el agresor ruso sus aliados y el aumento de los costos del transporte en el comercio mundial.

Así también estos eventos han influido significativamente en la organización del mundo del trabajo, como la expansión del trabajo remoto como medida de protección sanitaria ante la pandemia, situación que ha registrado  aproximadamente a un 40% de las nóminas públicas y privadas laborando desde sus hogares, en ese contexto resaltamos la propuesta de aplicar la Inteligencia Artificial en los puestos de trabajo.

En este escenario espinoso los trabajadores de las principales economías del planeta exigen un mayor protagonismo de sus organizaciones tradicionales, sus sindicatos, como instrumento de defensa de la condición de vida deteriorada por las calamidades que han asolado a las poblaciones de oriente y occidente del planeta.

De tal modo, observamos como casos relevantes las luchas desarrolladas desde 2022 y 2023 por los sindicatos del Reino Unido, la sexta economía del G7, y de Estados Unidos, la primera potencia mundial, donde estos han retomado el rol protagónico en procura de elevar sus estándares de vida afectados por los eventos planteados.

En el Reino Unido las huelgas del sector Salud incluyendo a enfermeras, empleados administrativos y médicos, las del sector transporte de trenes y Metro, de educadores, han conllevado a la firma de contratos colectivos con aumentos salariales de remarcada significación, reavivando el rol de los tradicionales trade unions, organizaciones sindicales pioneras del sindicalismo europeo desde el siglo XIX.

El caso de Estados Unidos es aún mas notorio, de una población económica activa de 150 millones de trabajadores, cerca de 14 millones están afiliados a sindicatos, constituyendo la fuerza laboral más representativa del continente organizada en la central AFL-CIO y otros sindicatos no confederados. Pues bien, desde 2022 los sindicatos de ferrocarriles, educadores, clínicas y hospitales, hoteles, la más reciente de guionistas y actores de la industria cinematográfica, han concretado convenios colectivos de marcada resonancia en el país, así también destaca la reciente constitución de sindicatos en Amazon y Starbucks, a pesar de la represión patronal

En ese escenario de conflictos laborales resalta la huelga de los trabajadores de las automotrices Ford, General Motors, Stellantis, agrupados en el United Auto Workers (UAW), quienes durante 12 días hasta el presente, conducen una huelga general indefinida desarrollada en 20 estados, siendo sus peticiones aumento de 40%, seguridad social para jubilados, semana laboral de 4 días, entre otras reivindicaciones.

¿Cual ha sido la actitud del Poder Ejecutivo de Estados Unidos ante los conflictos laborales? Podremos ver que los tiempos cambian, la última huelga de dimensión nacional fue la de controladores aéreos, ¿cuál fue el resultado de la huelga de controladores de tránsito aéreo de Patco en 1981? El 5 de agosto de 1981, Reagan despidió a los miembros de Patco que permanecían en huelga y les prohibió ser recontratados. Luego comenzó a reemplazarlos con una combinación de alrededor de 3.000 supervisores, 2.000 controladores de tráfico aéreo no en huelga y 900 controladores militares.

Ahora en 2023 es otra la actitud presidencial, el conflicto laboral de las automotrices han conllevado a que por primera vez en la historia un presidente en funciones, Joe Biden, esté presente en Michigan apoyando el piquete de huelga, ya que es conocida su posición de apoyo a los sindicatos y a la mejora de condiciones de vida de los trabajadores norteamericanos. Y por otra un expresidente, Donald Trump, del Partido Republicano asista por motivaciones electorales a Detroit, al sitio de huelga.

Lo cierto del caso es que tras bastidores se informa que los beneficios de las empresas automotrices alcanzan en los 2 últimos años a los 200.000 millones de dólares, por cierto el PIB de algún país suramericano de mayor desarrollo, entretanto los costos laborales solo representan el 5% de los costos de producción.

Los resultados de estos conflictos laborales y el citado de las automotrices tendrán repercusión a corto plazo en las relaciones de trabajo no solo de Estados Unidos también a nivel del Occidente, donde existe diálogo social y libertad sindical, al ser la demostración ante las dictaduras del mundo que la democracia también está presente en el mundo del trabajo.

Finalmente, indica que en los países donde se admite el desarrollo libre de sindicatos, de empresas privadas y públicas, se genera trabajo digno y permanente, lo contrario que acontece en dictaduras como Venezuela donde el gobernante persigue a los sindicatos, levanta falsos expedientes y los condena a décadas de prisión.


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