Funcionario de la Embajada de México forcejea con policías tratando de evitar que trasladen al exvicepresidente Jorge Glas / Foto EFE

La reciente crisis diplomática entre Ecuador y México ha puesto en evidencia la fragilidad de las relaciones internacionales en América Latina. El allanamiento de la embajada mexicana en Quito para arrestar al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, quien se encontraba bajo el amparo del asilo político concedido por México, constituye una grave violación del derecho internacional y de los principios básicos de la inmunidad diplomática.

Según la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, las embajadas son consideradas territorio soberano del país que representan, por lo que la incursión de las fuerzas de seguridad ecuatorianas en la sede diplomática mexicana es un acto inaceptable que pone en riesgo la estabilidad y la confianza en el sistema internacional.

Más allá de las circunstancias específicas que rodean el caso de Jorge Glas, este incidente refleja una profunda polarización política en la región, donde países con diferentes orientaciones ideológicas se posicionan a favor o en contra de las acciones de sus pares. Esta dinámica de confrontación socava los esfuerzos por construir una agenda común de cooperación y diálogo.

Es imperativo que los países de la región reafirmen su compromiso con la calidad de las instituciones democráticas. Las acusaciones de autoritarismo y la erosión de los principios democráticos ponen en peligro la estabilidad y la credibilidad de los sistemas políticos de América Latina. Los líderes de la región deben reconocer que la fortaleza de las democracias es fundamental para garantizar la paz, la seguridad y el desarrollo de nuestras sociedades.

En un contexto de creciente tensión y desconfianza, es crucial que los países de la región reafirmen su compromiso con el respeto a la inmunidad diplomática y a los principios democráticos. La inviolabilidad de las sedes diplomáticas, consagrada en tratados internacionales, debe ser respetada sin excepciones, y los Estados deben abstenerse de utilizar medidas coercitivas o arbitrarias contra sus vecinos.

Asimismo, es fundamental que los líderes políticos de América Latina promuevan un diálogo constructivo y una agenda de cooperación regional, alejada de las confrontaciones ideológicas y las acusaciones de autoritarismo. Solo a través del fortalecimiento de las instituciones democráticas y del respeto al derecho internacional podremos avanzar hacia una mayor estabilidad y prosperidad para todos los pueblos de la región.

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