En mi artículo anterior explicaba que la Junta Patriótica fue posible cuando finalmente, en el marco de una coyuntura política extraordinaria, dada por la  pretensión del dictador general Marcos Pérez Jiménez de eternizarse en la dirección del Estado, ella logró articular la resistencia democrática.

Y decía también que la experiencia acumulada por las fuerzas democráticas durante una década (1948-1958), caracterizada por numerosas derrotas y sistemáticos desencuentros, finalmente se transformó en la comprensión de que: “Solos, nadie iba para el baile”.

En cada uno de los partidos de la época, AD, URD, Copei y el PCV, pero muy particularmente en sus liderazgos, bastante numerosos por cierto, pero representados en las personalidades de Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Rafael Caldera y Pompeyo Márquez, el entendimiento se abrió paso permitiendo unificar los esfuerzos, los recursos y lo sacrificios de la resistencia democrática.

Hoy en Venezuela reina la dispersión y la angustia, por la continuidad del proceso de implosión económica y deterioro sociocultural de la nación, han sobrado las confrontaciones y las víctimas de los sucesos; sin embargo, aún hay un importante trecho del camino por recorrer.

Cuya dimensión desconocemos, pero cuyo desenlace luce más cerca como resultado del progresivo fortalecimiento de la oposición democrática, producto de la enseñanza indispensable adquirida a través de las luchas libradas e incluso de las fracasos sucedidos, aprendizaje  sin el cual los resultados exitosos no se alcanzarían.

En el presente ha surgido una nueva coyuntura, signada por la desesperación del gobierno madurista por conquistar una legitimidad que nunca tuvo, pero cuya ausencia se ha multiplicado, ha quedado al descubierto en pleno día y bajo el sol, como consecuencia de la solidaridad internacional desarrollada para con la causa democrática venezolana.

Por lo que entonces, estimados compañeros: Henrique, Stalin, Antonio, María Corina, Rafael Simón, Henri y unos cuantos más que se me escapan de la memoria, se trata  como en ocasiones anteriores de cerrar filas en torno al proyecto democrático, corrigiendo sus errores, examinando crítica y autocríticamente su marcha,  para de esta forma contribuir a su fortaleza y a su futura victoria.


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