«Todo país dividido en bandos enemigos, se destruye a sí mismo». Mt 12.25

«No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo.Tu odio nunca será mejor que tu paz».  J. L.Borges, Fragmentos de un evangelio apócrifo.

Conocí a Baduel a principios del año 1999, cuando se desempeñaba como secretario privado del recién elegido presidente Chávez. Formaba yo parte de la comisión que asesoraba a Chávez en la elaboración de las bases comiciales del referéndum que nos condujo a la convocatoria de la asamblea nacional constituyente ese mismo año.  Pasábamos sus integrantes corto o largo rato en el despacho del para entonces coronel,  antes de iniciarse nuestra reunión propiamente dicha con el presidente. Lo recuerdo como un hombre afable de trato y servicial, dispuesto siempre a colaborar con nuestra tarea para lo que fuese necesario. Lo percibía como un hombre de convicciones religiosas, dado el número de imágenes que rodeaban su escritorio. Yo notaba en  él un sentido de la trascendencia que a mi parecer era ecuménica, el mundo de los maestros espirituales  tanto del Oriente como del Occidente cristiano. Era una percepción tal vez subjetiva de mi parte, pues no tenía la confianza ni el tiempo para hablar con él de esos temas.

Sentí a Baduel incómodo en su cargo, lo cual entendí en su momento, pues lidiar con Chávez no debió ser una tarea fácil, a lo que se agregaba sus problemas con el ministro de la Secretaría para ese entonces, Alfredo Peña, una persona que califiqué públicamente como el “cancerbero de Miraflores”, pues impedía con celo excesivo que la gente, incluso los de mayor confianza, accedieran directamente al presidente. Baduel terminó solicitando a Chávez su interés en regresar al Ejército, la querida institución en la que se había formado. No lo volví a ver hasta el año 2007, empecinado luchador por la defensa de la Constitución de 1999. Fue un encuentro público de defensa de nuestra carta magna, donde intercambiamos algunas palabras sobre la importancia de la gesta que quijotescamente se había propuesto librar. Más nunca supe de él, salvo lo que todos sabemos sobre su trágico destino e inmerecida muerte.

Una meditación exclusiva de mi mente deseo agregar en esta nota de duelo. Baduel perteneció al grupo de oficiales que constituyó el Movimiento Bolivariano 200. Recalco que nunca me identifiqué con la rebelión militar, afortunadamente fracasada, que violentamente irrumpió contra el orden constitucional de la República. A mi parecer el ideario del  movimiento sufrió una transformación una vez Chávez asumió su dirección. Su figura carismática se impuso, y su particular visión del camino que debía tomar la revolución bolivariana, dado su radicalismo y su acercamiento a la Cuba comunista y su líder indiscutido Fidel Castro, terminó llevando al país por otros derroteros. Las palabras de Baduel cuando deja el cargo de ministro de la Defensa, el 18 de julio de 2007, son reveladoras al respecto: defensa del socialismo democrático frente al socialismo autoritario, rechazo al capitalismo de estado, dentro de un orden constitucional garantista, como lo es el establecido en nuestra Constitución.

Un último punto, el fundamental de lo que en este escrito quiero estampar. Muchos opinadores, una vez conocida la muerte de Baduel, se lanzaron con dardos venenosos, y hasta con epítetos desvergonzados sobre su figura. Actitud irracional e injusta hacia un hombre que tuvo el valor de luchar por sus convicciones, algo que por sí solo debería  estimular el respeto a su persona. Y es que el odio inoculado en los tuétanos de la sociedad venezolana, si no lo atajamos a tiempo y lo transfiguramos en obras de solidaridad y conciliación, nos terminará devorando en luchas fratricidas cuyas heridas requerírán el paso de varias generaciones para poder sanar. Valga aquí el recuerdo de un trágico dirigente como lo fue Manuel Azaña y sus palabras que profetizaron la guerra civil española, y sobre lo cual debemos pensar y repensar, pues aunque la situación es muy distinta a la nuestra, recogen una realidad, que independientemente de sus particularidades, se repite dolorosamente en la vida de los pueblos,  lo cual por ningún motivo deseamos para Venezuela:

“Ninguna política se puede fundar en la decisión de exterminar al adversario; no solo –y ya es mucho– porque moralmente es una abominación, sino porque, además, es materialmente irrealizable; y la sangre injustamente vertida por el odio, con propósito de exterminio, renace y retoña y fructifica en frutos de maldición; maldición, no sobre los que la derramaron, desgraciadamente, sino sobre el propio país que la ha absorbido para colmo de la desventura”.

Paz a sus restos general Baduel. Ojalá su muerte contribuya a la reconciliación de los venezolanos.


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