El periodista Simon Alberto Consalvi bebió en las fuentes históricas y diplomáticas del Esequibo tanto, que con sentimiento patriótico escribió un «Epitafio para el Esequibo» con el antiguo ritual de la Iglesia Católica. Previamente, Consalvi recuerda cómo Bolívar le pide a su canciller José Rafael Revenga que advierta a los ingleses de sus avances en Guyana. 70 años después, el primer fantoche del nacionalismo venezolano Cipriano Castro, ante la Asamblea Nacional Constituyente de 1901, lloraría la muerte de la reina Victoria de Inglaterra, ejecutora del fraudulento Laudo Arbitral de 1899, para terminar fanfarronamente denunciando: «La planta insolente del extranjero ha hollado el sagrado suelo de la patria» bloqueando sus puertos, precisamente por buques británicos de su adorada monarca («El Esequibo, un tabú persistente», El Nacional, 27.08.00).

Así llegamos al año 2004, cuando Consalvi, ungido como obispo escribe su responso «Un epitafio para el Esequibo».

ꟷLeer los periódicos de Georgetown que registraron la visita del presidente de Venezuela a Guyana el 19 de febrero en este inefable 2004, es un ejercicio que desafía el surrealismo. Los diarios Stabroek News y Guyana Chronicle dieron testigos abundantes y, en su conducto, podrían servir de base para unas conferencias en la Escuela de Estudios Internacionales sobre lo que no se debe hacer y no debe decir un jefe del Estado en un país extranjero, y veamos algunas de esas incidencias. Uno de los diarios tituló su reserva así: «Chavez recalls invasion plans of sixties» O, sea que el presidente de la República rememoró en Georgetown lo que llamó planes de invasión de Venezuela a ese país durante los años sesenta. Dijo que como «joven militar» estudiaba mapas para la invasión. Ahora el hombre de buena voluntad «sigue estudiando esos mapas a fin de ver las mejores alternativas para construir una carretera». A lo largo de otra reseña el presidente expresó: «Las cuestiones del Esequibo serán excluidas del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas entre ambos países y cada cuestión será resuelta bajo perspectivas basadas al respeto mutuo».

Lo precedente, diría hoy en su oración el Obispo Consalvi, nos remite a Jesús crucificado. ¡Todo se ha consumado! Efectivamente, continúa el responso: «Ningún gobierno venezolano de los últimos 50 años condujo la política exterior con la arrogancia y la improvisación con que lo ha hecho estos 5 años el presidente Chávez Frías, sin diálogo ni consenso».

Ahora bien, ¿qué motivó a Consalvi a calificar como «réquiem» la controversia entre Venezuela y la República Corporativa de Guyana? De acuerdo con la liturgia cristiana, el réquiem es un oficio religioso con motivo del fallecimiento de alguien de la feligresía, donde la oración fundamental es el «Padre Nuestro», bíblico mensaje de Jesús, contentivo de peticiones como: «Danos hoy, nuestro pan de cada día» que interpretamos en el réquiem cívico de Consalvi, como la riqueza de nuestra tierra, en cuya explotación hemos descuidado, despilfarrado y robado por la vía de Pdvsa y haberse hecho la vista gorda Chávez Frías, al estimular exploraciones y perforaciones mineras en el Esequibo, consciente de una reclamación territorial que consta, en el celebrado Acuerdo de Ginebra (1966) que lo prohibía y en esa desatención, el propósito de Consalvi, al cantar un réquiem por el Esequibo, no es más que un recordatorio a lo que, en oficio de difuntos se exclama: «No nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal», en la que evidentemente Chávez cayó, por la atracción ideológica de Fidel Castro y a la fecha, 2023, han transcurrido 19 años del «dejar hacer, dejar pasar» en Guyana, para la pretensión de involucrar a todo un pueblo, el nuestro, el guyanés, así como al Derecho Internacional, claro factor de equilibrio para la Comunidad de Naciones, en el marco de un fraudulento «referéndum consultivo» por lo demás inútil al interés nacional, que nos remite una vez más a la crucifixión de Cristo,  «Todo se ha consumado» y al presidente Luis Herrera Campins: «Piaste tarde pajarito».

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