El decreto dictado el pasado 5 de agosto por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, puso en carreras a todos los personajes que han venido manteniendo todo tipo de negociados con los pandilleros que se aferran a las instituciones públicas que han secuestrado.

Queda hoy muy claro que se exponen a procedimientos regulatorios que terminarían en reproches judiciales, los que prosigan esos negocios con un régimen que es manejado por una corporación delincuencial. Por eso, los que deben temer a esas medidas son los que poseen cuentas bancarias con abultadas cifras de dineros depositados, así como aviones, yates o mansiones de altísimo valor.

Otra cosa, “se quedaron con las ganas” los que ya se “frotaban las manos” porque se veían cerquita de apoderarse de nuestra filial petrolera Citgo. Ese decreto les “aguó la fiesta”.

Las sanciones de la Unión Europea se han recrudecido, esto significa que las tachaduras al régimen venezolano son de orden planetario. En todas partes del mundo son mal vistos por narcos, terroristas, violadores de derechos humanos y corruptos en su máxima expresión. Igualmente ocurre con las severas medidas adoptadas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros de Estados Unidos, entidad que aplica sin titubeos resoluciones que ubican en el terreno de “solicitados” o “rayados” a quienes se enumeren en sus nóminas o listas.

La DEA también tiene movilizados a sus sabuesos, que se las arreglan para sortear las barreras colocadas por el régimen venezolano, desde que clausuraron las relaciones con esa organización que se ocupa de acorralar a los narcos en cualquier parte del mundo. Ya están haciendo los trámites con esa finalidad, tanto el embajador Carlos Vecchio como el comisario Iván Simonovis.

Pero veamos algunos hechos recientes que han sido potentes noticias en la esfera internacional: la empresa financiera de Turquía, el Ziraat Bank, le cerró las puertas a los comisionados del desprestigiado Banco Central de Venezuela. Las operaciones que presumían “viento en popa”, ahora quedarán en zozobra en ese mar picado, cada día más agitado por las sanciones que le llueven a la narcotiranía que encabeza Maduro. No es cualquier cosa, estamos hablando del más encumbrado ente bancario turco, que ahora “deja en el aire” a los operadores de la desprestigiada revolución chavo-madurista.

En otro ángulo tenemos a la empresa China National Petroleum Corp, distanciándose o más bien moderando sus tratativas a la hora de comprar directamente el crudo venezolano. Se sabe que después de las nuevas sanciones de Estados Unidos, desde China se ordenó dejar sin efecto la adquisición de 5 millones de barriles de petróleo venezolano.

Los giros que se notan, tanto en Turquía como en China, impactan las jugadas que tras bastidores realizan los capos de las mafias venezolanas, que no se limitan a entregar nuestro crudo, sino que también mercantilizan el oro que sacan irregularmente del Arco Minero.

La verdad es que Maduro y sus espadachines están rodeados. Por todas partes del mundo se les tiene como “los malos vecinos” del continente americano. Por eso son una amenaza para la paz del hemisferio y en consecuencia están en la mira de la OEA. Están por darse los pasos estipulados en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, cuando bien se sabe, según lo afirmó el pasado fin de semana el ex embajador de Estados Unidos en Venezuela William Brownfield, que el gobierno del presidente Trump “tiene conocimiento de la presencia en territorio venezolano de grupos criminales, instalados de forma permanente que sirven como apoyo para sostener al régimen de Nicolas Maduro, a cambio del saqueo de las riquezas”.  Según el diplomático arriba citado, se trata de “células del Ejército de Liberación Nacional, de unidades reconstituidas de las FARC y miles de militares cubanos, iraníes, libaneses y sirios pertenecientes a Hezbolá”.

Por eso y mucho más es que nos asiste la firme convicción de que ese régimen purulento acusa sus días terminales. No tienen cómo sostenerse adentro, donde son repudiados por más de 90% de la ciudadanía, ni mucho menos afuera, donde un coro de voces de la comunidad internacional los rechaza contundentemente.


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