Al negocio petrolero le restan, todavía, muchísimas décadas en tanto ocurra definitivamente la denominada “transición” entre fósiles y renovables; pero, de todas maneras, algunas compañías petroleras –y Estados de vocación productiva petrolera, como Arabia– están invirtiendo en renovables.

Como ejemplo, la española Repsol invierte recursos en renovables y en el proceso de transición. Análisis independientes indican que está destinando 17% de sus desembolsos de capital, que se elevan hasta 51% al considerar todas las actuaciones que reducen las emisiones de carbono y la adquisición de activos de generación solar, con el fin de –a largo plazo– reducir su intensidad de carbono 40% hasta 2040.

95% de las nuevas instalaciones eléctricas de la Unión Europea corresponde a renovables; ha superado recientemente al gas natural.

Esos esfuerzos, junto con muchas otras inversiones privadas y regulaciones de avanzada de Estados y gobiernos de mentalidad moderna, están creando escenarios ideales para la movilidad eléctrica –sin duda, la quinta revolución del mundo–.

Desde esta columna hemos analizado varios casos de éxito, regulaciones de avanzada y proyectos en marcha y todo nos conduce a pensar que la movilidad eléctrica es ya una realidad, de manera que esa “transición” está ocurriendo a diferentes ritmos, pero está ocurriendo.

Europa ahora se alista con un nuevo paquete regulatorio para volver a reimpulsar el mercado eléctrico y lograr la descarbonización de la economía sustentados en el Acuerdo de París.

Un elemento central: la movilidad eléctrica debe utilizar electricidad generada de renovables para que el paradigma no sea criticado; de nada sirve tratar de descarbonizar la economía si la mayor parte de la electricidad es generada por fósiles o por gas, tal como marcan los objetivos de la UE para los próximos años. Esto va a significar mejor regulación, mayor incentivo estatal y un nuevo reto a las inversiones.

Lo que se busca es mayor presencia de renovables (fotovoltaica, eólica) en el flujo eléctrico que alimenta al transporte que usa electricidad, dejando de lado –o por lo menos no utilizando tanto– las fuentes de generación emisoras de CO2 (petróleo y gas).

La clave para el éxito de la ecuación vehículos eléctricos movidos por renovables es, entre muchas, la capacidad de almacenamiento de energía para consumo posterior (ya sea en baterías, termosolares o centrales de bombeo) y la capacidad de gestión del consumo de la demanda. En otras palabras: generar electricidad vía renovables, hacerla de flujo estable y confiable, y tener generación de gas –poco emisor de CO2– y que sea de “ayuda” a la generadora principal.

Mientras más vehículos eléctricos estén circulando, obviamente requerirán mayor flujo eléctrico, de donde venga, pero preferentemente renovable.

Un ejemplo: para 2030 circularán en España entre 2 y 5 millones de vehículos eléctricos (fuente Plan Nacional Integrado de Energía y Clima PNIEC) de manera que el reto es que para 2030 el 74% de la generación de energía sea renovable. Surge otro elemento que debe mejorar las condiciones del mercado del vehículo eléctrico: la “recarga inteligente”, esto es: operaciones de recarga gestionadas de forma que se puedan implementar mecanismos de control de la demanda para operación óptima del sistema eléctrico.

España tiene ya funcionando un centro de control del vehículo eléctrico (Cecovel) que permite al operador del sistema actuar al mismo tiempo sobre cuánto es la demanda del uso de vehículo eléctrico integrando la máxima generación renovable y así proceder efectivamente a descarbonizar la economía. Es un sistema que registra la demanda de electricidad para vehículos y “coloca” –por así decir– la electricidad principalmente generada por renovables para uso de transporte.

Los vehículos eléctricos son un nuevo mercado para la electricidad y la recarga inteligente viene a señalar no solamente cuándo el auto necesita recarga, dónde está la zona de recarga más próxima, cuál es electricidad generada por gas, por fósil o por renovable o dónde hay esquemas de autoconsumo comunitarios. Estos conceptos los tenemos ya analizados, pero subrayamos: la recarga inteligente preverá, además, que el sistema de transporte no “quite” electricidad generada de renovables en uso doméstico. Esta data –recogida por un bigdata system– será clave para cumplir con los objetivos españoles que para el año 2030 se consiga que 74% de la generación de energía sea renovable.

Los vehículos eléctricos vienen desde 1890, pero en ese momento no había electricidad suficiente –como ahora podría haber vía generación renovable y de gas natural– para pensar en un sistema de transporte eléctrico.

“Con el paso del tiempo los precios de los vehículos eléctricos EV han ido bajando al mismo tiempo que la demanda y la tecnología aumenta”, explicó Albert Rodríguez, portavoz del departamento de transporte de Los Ángeles, una de las ciudades más grandes del mundo que impulsa vehículos eléctricos porque «ahora los vehículos eléctricos no son solo para los ricos solamente, pues son mucho más baratos que los de gas”.

El gobierno de la ciudad de Los Ángeles –ciudad cuya economía representa fácilmente a cualquier país latinoamericano o europeo– está a la vanguardia en estimular vehículos eléctricos y principalmente transporte masivo eléctrico (opera una de las flotas de vehículos recargables más grandes, con más de 700 vehículos totalmente eléctricos e híbridos).

El gobierno de la ciudad espera tener 10.000 cargadores de vehículos eléctricos públicos, en lugares de trabajo y parques en Los Ángeles para 2022 y 25.000 para 2025.

Seguimos conociendo las ventajas de la movilidad eléctrica, generada por renovables. América Latina, como siempre insistimos, no debe estar ausente de estos conceptos y tendencias que son parte de nuevas construcciones de sociedades más modernas y complejas con el único fin de mejorar la forma de vida.


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