Para los que tenemos menos de 35 años hablar con personas de la tercera edad es como un libro abierto de lo que fue Venezuela. Nosotros, los que tuvimos uso de razón ya en el siglo XXI, no conocemos otra cosa que la Venezuela «revolucionaria», la llamada quinta república. Lo único que conocemos de la Venezuela del siglo XX es por los libros y los relatos de nuestros familiares y conocidos mayores.

La verdad resultan increíbles algunos relatos sobre aquel país de gente decente, educada y elegante. Aquella Venezuela en donde prácticamente no habían ranchos, las casas no tenían rejas y los índices delictivos era casi cero. Nos cuentan de una Venezuela afable, sin odios, de gente trabajadora. A veces parece como si estuviesen exagerando o estuviesen confundidos hablando de otro país, pero por más que nos cueste creerlo, esa era Venezuela.

No tengo duda en que un rol fundamental que deben jugar nuestros abuelos y adultos mayores es el de transmitir a los más jóvenes esa experiencia de cómo era Venezuela. Es imprescindible en estos momentos que las nuevas generaciones conozcan de dónde venimos, de lo que llegamos a ser, para entender que podemos volver a un ciclo virtuoso en el que enrumbemos a Venezuela hacia el progreso. No se trata de volver al pasado, se trata de conocerlo, saber que fue mejor que el presente para empezar a construir un nuevo futuro.

Escuchando cuentos e historias de nuestros adultos mayores a uno le despiertan dos pensamientos: el primero es añoranza. No entendemos el por qué tuvimos que nacer en el peor momento por el que ha pasado esta tierra. Quizás nos gustaría haber vivido ese pasado que nos narran, en vez de este presente. El segundo pensamiento que nos viene es el de la rabia. La verdad es que no comprendemos por qué llegamos a este presente. No sabemos qué pasó entre esa Venezuela que nos cuentan y la Venezuela de hoy. ¿Qué hicieron nuestras generaciones predecesoras? No entendemos cómo pudimos caer tan bajo.

Frente a esta situación, en que muchísimos jóvenes no ven futuro en el país, no es condenable la decisión que han tomado millones de irse a probar suerte en otras naciones. Es lamentable que esto esté sucediendo. Sin embargo, aquellos que pudiendo estar en otro lugar hemos asumido el compromiso de vida de quedarnos en nuestro país, debemos también asumir un reto frente a esta situación que vivimos.

No podemos quedarnos en Venezuela como una mata inerte, a ver qué pasa. Ni podemos quedarnos esperando qué hacen los políticos, los militares o la comunidad internacional. Debemos nosotros asumir un reto personal de trabajar de forma incansable para reunificar al país, abrirle los ojos a quienes todavía están engañados por este régimen y lograr el cambio político que necesita Venezuela.

Cada quien, desde su pequeña trinchera, desde su lugar de trabajo, desde su liceo, desde su universidad puede asumir ese compromiso personal. Además, cada quien debe buscar algún movimiento, puede ser un partido político, una ONG, una organización religiosa, cualquier institución o movimiento que canalice toda su buena disposición y voluntad y lo articule con otros que tengan la misma disposición. En la medida en que fortalezcamos un tejido social fuerte que logre interconectarse y actuar de forma independiente para reconstruir el país, en esa medida estaremos avanzando.

Este fin se semana nuestra ciudad de Caracas cumplió 453 años de fundación. La que una vez fue llamada «la Sucursal del Cielo» hoy es víctima de años y años de desidia, corrupción e incapacidad. A pesar del caos actual, hoy retoñan distintos sectores que vislumbran a Caracas con un futuro prometedor.

La «Ciudad de los Techos Rojos» vive hoy más que nunca en los corazones de quienes la habitamos y quienes queremos transformarla.

Desde El Hatillo seguiremos trabajando incansablemente para rescatar a esa Caracas Posible que tanto queremos y merecemos.

La decadencia de nuestra capital ha sido un reflejo de la decadencia de todo el país, pero de esta misma forma la reconstrucción de Caracas puede también significar un gran paso para la reconstrucción de Venezuela.

La grandísima mayoría de los venezolanos seguimos en Venezuela y no queremos que las cosas buenas queden en relatos del pasado. Asumamos el reto de rescatar al país. Cada uno aporte su granito de arena. Entre todos podemos lograrlo.


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