Si algo queda claro en estos años es que Venezuela sin equívocos atraviesa una etapa compleja con muchas situaciones inéditas en lo político, lo social, lo económico, lo cultural. Ahora bien, plantear la mejora material, espiritual y demás y por ende hablar de progreso y de modelos sustentables, tanto de la sociedad como de sus ciudadanos inmersos en un proceso de globalización, demanda explícitamente asumir el rol y los retos que tiene la educación superior cualquier país y de manera especial en un país como Venezuela. Si algún logro tuvimos en el pasado cercano durante décadas fue el papel que tuvo la educación superior, y de manera particular, el rol cumplido por nuestras universidades públicas, en el proceso de formación, profesionalización y ascenso social de todos los venezolanos que acudieron a formarse.

No perdamos de vista que paralelamente a la tenencia de importantes recursos naturales y estratégicos (petróleo, minerales, gas, coltán, bauxita, aluminio, hierro, etc, etc), la vía más idónea para construir capital social y valor agregado, radica en contar con una educación superior de calidad, consustanciada con unas demandas y exigencias de la globalización y propias de nuestro país y los venezolanos. Por tanto, la educación superior que postulamos debe seguir teniendo en cuenta aspectos como la igualdad de acceso, igualdad de oportunidades, cambios profundos en las relaciones y la matriz alumno – profesor, universidad y entorno, lo público y privado, educación permanente, diversificada, polivalente, el fomento de la cultura, ciencia y tecnología dentro de un sólido proyecto educativo nacional (que no tiene nada que ver con ciertos proyectos de Ley de Educación Superior redactados en estos años con rasgos y premisas alejadas de la modernidad y dinámica mundial), estrecha relación y proporcionalidad entre los avances científicos y pedagógicos y la práctica educativa, la transformación de los contenidos educativos del currículo en función del saber y el hacer, y de las exigencias de un país que debe reducir sus gatos y porcentajes del Producto Interno Bruto (PIB) destinados a la compra de armas y aumentarlo en educación superior, cultura, ciencia y tecnología para producir capacitación adecuada y de altísima calidad entre otros.

Asumir a la educación superior en esta época de pandemias como el factor determinante y clave de progreso en Venezuela, implica evaluar lo que hemos hecho de bueno y malo, corregir las posibles fallas que pudiésemos albergar, evaluar y maximizar la inversión y recursos financieros, técnicos y humanos, valorando la capacidad instalada que tienen nuestras universidades, bibliotecas, laboratorios, y las propias experiencias positivas que tenemos en los distintos niveles educativos.

La educación superior se ha sido el eslabón o elemento clave de transformación en todas las sociedades que hoy lucen desarrolladas. Es por ello que cuando más precarias son las sociedades mayores inversiones se hacen en educación superior, y por ende se eleva la formación de capital humano. Asimismo, la educación en la actual sociedad globalizada y del conocimiento, funge como el elemento y medio más indicado para reducir la desigualdad, y por consiguiente, una posibilidad real para  la mejora substancial de los estándares de vida de nuestra población visto así la educación como la seguridad o la salud no deben ideologizarse porque se desnaturalizan.

La experiencia europea deja claro que difícilmente se puede alcanzar el desarrollo, el progreso social y económico, sino se asume a la educación, la ciencia y la tecnología como la piedra angular y de mayor relevancia en la sociedad actual altamente globalizada y competitiva y hoy afectada por pandemias y otros virus y flagelos. La única revolución que Venezuela puede impulsar y ser viable en el tiempo  es justamente la del conocimiento, la del aprendizaje creador, y aquella que valora el papel del docente y naturalmente de la Universidad como semillero, espacio, y medio de dotación de conocimiento y de modelaje de una sociedad precaria en una sociedad altamente formada, preparada, competitiva con sapiencia, experticia y valores humanos.

Estas líneas no tienen otro sentido que reconocer en público lo que las Universidades vienen haciendo, particularmente nos referimos a la Universidad de los Andes (ULA) seguimos con menos del 6% del presupuesto asignado en 2023 formando no sólo profesionales en todas las áreas con niveles de excelencia y calidad, sino además ciudadanos, producimos ciencia, intervenimos en el desarrollo de los del país nacional, aportamos recurso humano y valor agregado a múltiples procesos humanísticos, científicos, tecnológicos y productivos. No hay rincón del país, entes públicos, privados, colegios, universidades, institutos de investigación, gremios, ministerios, bancos, sindicatos, oficinas, despachos, hogares y para  usted de contar donde no encontremos o repose un título de un egresado de la Universidad de los Andes.

Como casa de estudios ofrecemos estudios de pregrado en todas las áreas del saber, contamos además con ofertas en términos de especializaciones, maestrías y doctorados, tenemos una infraestructura en lo que tiene que ver con laboratorios, bibliotecas,  institutos, centros y grupos de investigación, despuntamos en edición y publicación de libros textos y revistas científicas, y todo esto lo hemos seguido haciendo con mucho sacrificio a pesar de literalmente no tener presupuesto y además ser objeto permanente de robos y daños a la infraestructura de la universidad. No querer a la Universidad es no querer a la madre, es no quererse uno, es desdecir y por miopía o arrebato desmeritar lo que la noble y digna casa de estudios ha hecho y logrado y seguirá haciendo y logrando en beneficio del país y los venezolanos.

Celebramos el apoyo decidido que el gobierno le está dando a la Universidad Central de Venezuela en la recuperación total de sus facultades, infraestructura y programas. Deseamos un trato igualitario para la ULA. La ULA es la segunda universidad en términos de historia, antigüedad, nivel e infraestructura. Ojalá puedan impulsarse solidos proyectos para recuperar toda nuestra infraestructura universitaria (facultades – laboratorios – bibliotecas – comedores – residencias – estaciones experimentales y demás) como ocurrió con la UCV.

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