Me he puesto en contacto con mis amigos del cine por diferentes vías. Los llamo de vez cuando para saber cómo están, qué soluciones vislumbran ante la crisis del sector, cuáles planteamientos podemos concretar.

Zoom ha sido una plataforma ideal en la cuarentena. Por ahí varios integrantes del gremio se ven las caras, discuten, organizan foros públicos.

Por ejemplo, el Círculo de Críticos de Caracas encontró en el uso inteligente de la aplicación una herramienta para superar las barreras y fronteras que nos separan en la geografía de la ciudad y el país.

Los miembros de la organización sin fines de lucro viven en diferentes zonas y regiones de Venezuela. Algunos se encuentran en Chacao, otros en el oeste de la capital. Incluso contamos con integrantes que residen en estados como Bolívar y en países de Europa.

A pesar de ello, logramos comunicarnos a través del recurso de la pantalla dividida, cuya estética nos recuerda la de los experimentos impresionistas de Abel Gance en Napoleón. Una técnica que perfeccionó Brian De Palma con sus obras maestras del terror psicológico.

Al respecto, como estamos en cuarentena, aprovecho para recomendarles Blow Out, un filme estilizado sobre la paranoia y el aislamiento subjetivo de un sonidista. Toda una metáfora de lo que presentimos, como elemento de complot, durante los días amenazantes del covid-19.

Los críticos dicen que la imagen partida, que nos une a la distancia social, es un ejemplo perfecto del impacto audiovisual de la pandemia.

Sin embargo, la conectividad sigue siendo un muro que resulta infranqueable por muchos. El tema del acceso nos alcanza por lo general, manteniéndonos como en la película de Win Wenders con el título de ¡Tan lejos, tan cerca!.

Por ende, los problemas del medio no se van a solucionar, de la noche a la mañana, por la llegada del último prodigio de la tecnología digital.

En prestigiosas universidades del mundo desestiman el uso de Zoom en clases, por la posibilidad de compartir sus claves y de infiltrar sus contenidos con trolls.

Recientemente, vimos cómo un foro nacional pasó unos minutos de inquietud y pena ajena, a causa de la intromisión de coleados, de saboteadores de oficio a través de cuentas piratas. De ahí la obligación de administrar el ingreso con contraseñas y demás dispositivos de control.

Los colegas deben, entonces, tomar los correctivos correspondientes.

El domingo pasado, el director Hernán Jabes compartió un nuevo emprendimiento personal y colectivo, Santos pero no tanto, un podcast de cine hecho con profesionales y creadores de la industria mexicana y venezolana. La pandemia los separó por las circunstancias del confinamiento. Pero la ilusión del séptimo arte los conserva hermanados y ensamblados en el proyecto común de proponer y sumar, antes que resignarse al patrón de la queja castradora.

Precisamente, sus voces se encadenan y funden por la magia de las redes sociales. De inmediato, una intervención da pie al sano ejercicio del diálogo, en función de ideas y conceptos inspiradores. No se pretende dictar una cátedra aburrida, formal y engolada.

El tono, por el contrario, es ameno, didáctico, frontal, honesto, transparente y empático, en oposición a los discursos de los populistas y demagogos de corbata. La edición permite brindar un mensaje resumido y preciso, evitando el exceso de palabrería hueca e improvisada.

Son ejemplos prácticos que afirman la voluntad de continuar, el objetivo de superar los obstáculos, la necesidad de reinventarnos ante el reto de la cuarentena.

Apliquen las tendencias del momento y compártanlas con nosotros en el foro.


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