¿Por qué este regreso antes del fin? En esa nota de adiós, decía: “Estoy mareado. Apenas puedo escribir, lo hago para terminar esta música de viejo organillo”. Al mareo subyacía un insoportable dolor. Su mordedura. Nada más. Solo el sopor de quien se va yendo.

Primer mundo: el dolor. Creo que después de Sobre el dolor de Ernst Jünger (1934) es muy difícil escribir algo mejor. No lo haré. El ser se hizo humano por el dolor. ¿Se inició en la Caída? No sé, no lo creo. No basta el aullido del cielo rajándose. El dolor es una de esas llaves que abre las puertas de lo más íntimo. ¿Hemos de olvidar, entonces, la cirugía del dolor? Si gozas de buena salud (lo deseo) resulta fácil encubrir el hecho de que el dolor no reconoce nuestros valores. Uno –como yo– se sobrecoge cuando en la tomografía contemplamos un órgano –el nuestro– salpicado de inclusiones malignas. Nos atenaza la existencia de un largo calvario. Mi ethos es terrenal. Ahora escribo sentado sobre un dolor intenso, el anal. Ahí está.

Segundo mundo: la indignación. ¿Qué ha hecho de nosotros esta revolución? Muchos dioses han perecido, jóvenes, adultos, mujeres; sobre ellos caen nuestros sollozos. El amor ha muerto, y persigo el tiempo ido, lo hallaremos. ¿Quién dijo “el pueblo nunca se equivoca”?. Se equivocó y eligió a un becerro de oro, a un teniente-coronel de la destrucción. Al que engañó a dádivas a ese pueblo. Pan para hoy, hambre para mañana. Y esa mañana llegó, una larga mañana de hambre, enfermedades y plagas.

Lo sucedió un dictador, un tirano. Más criminal que Barrabás, cual sangre del mal está nutrido de fango y de basura. ¿Duerme usted, señor dictador? ¿No ve a la gente, “su pueblo”, comiendo la podredumbre de la ciudad? Bolsas o cajas del engaño tienen un sabor amargo. Extendiéndose a los lados del cementerio, los prisioneros, los perseguidos y empobrecidos lo enmarcan como un claustro.

Pero, ¿dónde está ese bravo pueblo de Vicente Salias? ¿Está resignado o agazapado? Con razón temen a la muerte que gesticula en cada esquina. El fascismo en acción ¡El Sebin, la FAES del exterminio! Los gulags penitenciarios. Duermen también, y engordan, los maniquíes del Alto Mando Militar, cómplices del terror de la isla más oprimida del mundo.

Tercer mundo: la universidad. Un ilegítimo y fraudulento TSJ, Sala Constitucional, ha lanzado su asalto pirata contra la universidad. Allí está la Universidad Central de Venezuela, mi alma mater. De mis 88 años, esa madre nutricia me ha alimentado 68, desde mis 20 años.  La infame sentencia del 27 de agosto de 2019. Del nombre de la ponente no quiero acordarme (yo no tengo derecho de usar ese verbo sagrado). La sentencia de la Sala ordenó a la UCV y, por extensión, a otras universidades nacionales, realizar elecciones de autoridades rectorales en un lapso de seis meses, contados a partir de su publicación, bajo la amenaza, casi condena a priori de que, en caso de no realizarse elecciones bajo las condiciones impuestas por la sentenciadora, y en el lapso señalado, las autoridades quedan destituidas y sustituidas por nuevas autoridades designadas por el CNU, es decir, por el gobierno nacional, en abierta violación del artículo 109 de la Constitución, y el artículo 9 de la Ley de Universidades vigente.

La sentencia, votada por unanimidad, entre ellos varios profesores universitarios, incluye al bien distinguido y ponderado profesor de la UCV Luis Fernando Damiani Bustillos (me consta que nunca ejerció ni dictó Derecho Constitucional), es una respuesta parcial y tardía al recurso de nulidad del artículo 34, numeral 3, de la Ley Orgánica de Educación (2009) que interpusiera ese mismo año la rectora de la UCV, doctora Cecilia García Arocha Márquez, representada por sus abogados.

La sentencia de marras no va al fondo de la cuestión planteada. No decide sobre lo pedido. Se va por las ramas y decide sobre algo que no se le ha pedido, ultra petita, en el lenguaje jurídico, sin mayor argumentación jurídica. Al fin y al cabo, el mal está hecho. La ponente copió el artículo 34.3 de la LOE. Sus normas disponen lo que el gobierno quiere hacer con las universidades: imponer un control y subordinación absolutos. La universidad ha vencido las sombras fascistas, por eso la asfixia económica. Suprimen la autonomía universitaria establecida en el artículo 9 de la Ley de Universidades, ratificada en la Constitución, que también define la noción de comunidad universitaria.

Es muy grave la supresión de la autonomía universitaria, porque es el principio y jerarquía que permite a la comunidad universitaria –profesores, estudiantes y egresados, así la define la carta magna– dedicarse a la búsqueda del conocimiento, para beneficio espiritual y material de la nación. La universidad conserva, memoriza, integra una herencia cultural de conocimientos, y también los genera, con ideas y valores que se insertarán en la herencia.

Por eso la misión de la universidad es transecular, que, a través del presente, va del pasado hacia el futuro; tiene una misión transnacional que ejerce con largueza y libertad. Desde la Reformas de Wilhelm von Humboldt, Berlín 1809, la Universidad, con base en su autonomía y sus vertientes: jurídica, libertad académica y de pensamiento, de elección de sus autoridades, y la financiera, como lo dispuso el Libertador en los Estatutos Republicanos de 1827. Destaca en los Estatutos la irreemplazable importancia del claustro pleno en la elección del rector, y los requisitos, muy rigurosos, para serlo.

En toda la larga y accidentada historia de Venezuela, no ha habido jefe del Estado con las miras progresistas de Bolívar, que tanto se haya preocupado por el destino y la marcha de la UCV. Por eso, nuestros profesores de la Cátedra de Derecho Constitucional de la UCV, al examinar la sentencia (un mamotreto jurídico, me han dicho algunos off the record), denunciaron el plan de intervención universitaria que amenaza, desde el Ministerio de Educación Universitaria, con alinear la enseñanza superior, de manera ideológica y totalitaria, con el Plan de la Patria, y el denominado socialismo del siglo XXI, para sujetar las actividades universitarias al servicio de esa errada y perversa política.

Los universitarios nos hemos declarado en rebeldía, en desacato y, haciendo uso de las facultades autonómicas de la UCV, para no decir otra cosa, impublicable, se ha convocado de inmediato al claustro universitario y a las asambleas de facultad, máximos órganos universitarios para elegir autoridades rectorales y decanos.

Es decir, vamos a asumir lo que nos plantea en cara el gobierno, convoquemos a elecciones, ya, de inmediato, con nuestras propias reglas legales y reglamentarias vigentes. Si no lo hacemos, ¿qué no queda? Ir, como borregos, a elecciones bajo las condiciones impuestas por el artículo 34.3 de la LOE, lo mismo que dispone la sentencia del TSJ, de manera cautelar. Quedará así enterrada para siempre la autonomía universitaria, alma y esencia de la universidad, institución cuya esencia es la búsqueda de la verdad. Por eso, en el frontispicio de la Universidad de Heidelberg se lee: “Al espíritu puro”.

El ordinario lector, mi semejante, reconocerá sin esfuerzo que el título de estas líneas es el mismo de un libro del grande e inolvidable escritor Mariano Picón Salas (1901). Hombre lúcido, de honor y coraje democrático.

Concluyo con estas memorables palabras de Octavio Paz: “La historia tiene la realidad atroz de una pesadilla; la grandeza del hombre consiste en hacer obras hermosas y durables con la sustancia real de esa pesadilla”.

Ya lo sabemos: la sentencia de la Sala Constitucional es un adefesio jurídico. Ellos no lo ignoran. Se trata, pues, de una decisión política tomada por la Sala con un disfraz jurídico, la ejecución de una orden imperativa del Ejecutivo, traicionando vil y cobardemente a su alma mater, su madre nutricia.

En el momento de escribir estas líneas, la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UCV está siendo víctima de violentos ataques vandálicos por parte de agentes del oficialismo chavista-madurista. Ejercen el derecho de las bestias.


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