REFUNDAR LA NACIÓN. Así, en letra capital, leo lo que la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana acaba de plantear en su Mensaje del Bicentenario de Carabobo (22 de junio), como “urgente necesidad”,

Refundar, verbo cargado de significado, dice re-creación, re-constitución de una de sociedad o institución, de un proyecto o empresa. Va a las raíces y a la estructura fundamental de una entidad, superando lo que se limita a simple reforma.

Nuestra carta magna de diciembre de 1999 tiene en su Preámbulo una solemne refundación: “El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores (…) con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática (…)  en ejercicio de su poder originario representado por la Asamblea Nacional Constituyente mediante el voto libre y en referendo democrático, decreta la siguiente CONSTITUCIÓN”. Allí aparece esta como “la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico” (CRBV 7) de la nación, de la República, del Estado y se identifica, además al sujeto de facultad tan trascendental como la constituyente (CRBV 5).

Venezuela, de facto y lamentablemente, ha sido una cosa distinta de lo entonces decretado y proclamado por la Asamblea y aprobado por el pueblo mediante referendo. La Constitución, en lo substancial -basta leer el Preámbulo y los Principios Fundamentales- quedó en puro nominalismo, subordinada a la interpretación y la manipulación absolutistas del régimen socialista del siglo XXI y su Plan de la Patria.

Los obispos, luego de recordar la significación histórica de Carabobo, acentúan el legado que dejó y, sobre todo, el desafío que nos plantea a los venezolanos de hoy. Luego de un análisis de la situación, y de una reflexión sobre el deber ser y quehacer, formulan una propuesta concreta fundacional para reconstruir y reorientar el país. En ello buscan integrar, sin confundir, su corresponsabilidad como ciudadanos, su obligante tarea liberadora como cristianos, así como su ineludible responsabilidad pastoral. Sintetizando el mensaje según la secuencia del ver-juzgar-actuar encontramos lo siguiente:

  1. Situación nacional. Profunda crisis, agravada por la pandemia, la cual ha encontrado caldo de cultivo en el deterioro de los servicios públicos y de salud en particular, y exige determinar un plan de vacunación global. Entre otros serios problemas destacan: empobrecimiento, hiperinflación, emigración masiva. Denuncia grave: “La paulatina implantación de un sistema totalitario propuesto como Estado comunal busca poner al margen el protagonismo del pueblo, verdadero y único sujeto social de su propia existencia como nación (…) se pretende imponer una nueva visión y un modelo diversos al de la democracia participativa y protagónica propuesto en la Constitución”.
  2. Reflexión. Tarea hoy, con mirada de futuro, es la reconstrucción del país. Se ha de poner de relieve el “protagonismo de todos los miembros del pueblo venezolano, único y verdadero sujeto social de su ser y quehacer (…) Los dirigentes políticos no están sobre el pueblo ni pueden reducir sus acciones a la búsqueda de acuerdos que sólo los favorezcan a ellos”. En esta tarea la Iglesia ofrece su acompañamiento a partir de la Palabra de Dios y la Doctrina Social de la Iglesia; dentro de la comunidad eclesial a los laicos toca un papel peculiar, dada “su índole secular”, y a los pastores corresponde una labor de solidaridad y animación con características políticas pero no partidistas.
  3. Acción. “Los oscuros nubarrones que se ciernen sobre el país y las consecuencias de malas prácticas políticas de los últimos años plantean la urgente necesidad de REFUNDAR LA NACIÓN”. Los obispos invitan a todos los venezolanos a dar este “paso necesario e impostergable (…) con los criterios de la ciudadanía e iluminados por los principios del Evangelio”.

Abundan proclamas, encuentros, fantaseos, propuestas y proyectos parciales de cambio, mientras el tiempo corre con el atornillamiento del régimen, en medio de un agravarse del desastre nacional, en el que imperan la esquizofrenia institucional, la ausencia del Estado de Derecho y una multiforme corrupción. La Presidencia del Episcopado Nacional, coincidiendo con iniciativas surgidas en la sociedad civil, hace hoy en su mensaje un planteamiento concreto, efectivo, factible, democrático, hacia la solución de la crisis global venezolana: refundar la nación. Va a las raíces del problema y apela a quien corresponde actuar con decisión originaria, constituyente: el pueblo soberano. El 5 de julio ha de encontrarnos a los venezolanos desplegando velas hacia tan urgente objetivo.

 


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