La universidad venezolana, de excelencia científica, profesional,  y plural se ha desvanecido frente a la intervención paulatina del régimen quien la ha convertido en tierra arrasada, que ha depredado al personal académico convirtiéndolos en pobres de solemnidad, provocado la huida de miles de profesores y estudiantes que se llevaron su preparación y carga intelectual en provecho de los xenófobos y malagradecidos de algunos países latinoamericanos y, al engrandecimiento de  la cultura y la gerencia norteamericana y europea donde tantos venezolanos destacan en los mejores centros de la ciencia y de la cultura.

Esa universidad ha sido sustituida por la caricatura de organizaciones educativas partidistas cargadas de odio, vomitando supuestos profesionales que no son más que milicianos sin ningún tipo de preparación que ya alcanzan a cientos de miles que engrosan las filas de la mal llamada revolución.

Cuando se examina con espíritu crítico y constructivo a donde se dirige el país sin la contribución de sus instituciones democráticas se nos arruga el corazón al mirar que la estructura social del mediano plazo y por supuesto mas al futuro, no se dispondrá de la capacidad adecuada para sostener al país y, mucho menos vincularlo al desarrollo de la ciencia y el bienestar de sus ciudadanos. Se otea en el futuro una estructura social deficiente, culturalmente, marginal y el surgimiento de un segmento de la población con características diferentes, definido coyunturalmente por percibir ingresos equivalentes a una media superior a los salarios mínimo de los países vecinos producto de una conducta especuladora mantenida a costilla de la maltratada y en vías de extinción, la clase media. Además, acompañadas con las connotaciones de desprecio social, ausencia de valores éticos y conducta sospechosamente acomodada en un burbuja artificial de bienestar que se va desmoronar rápidamente. Ese segmento poblacional ha acabado con el mito de que la oposición es mayoría y que, los salarios del proletariado son ínfimos, pero que a fin de cuentas, actúan en beneficio de la gobernanza del régimen que así lo desea para facilitar la continuidad de su poder omnímodo y depredador haciéndole de paso también, la cama a países antidemocráticos con sus políticas expansionistas y  vínculos con el crimen organizado, sustento de un odioso control social y estratégico de los intereses del mal llamado progresismo.

Todo este entorno ha conspirado contra la universidad venezolana que efectivamente lleva de vida trescientos años y tuvo que enfrentar a la corona española, caudillos y dictadores, incluso a gobiernos democráticos con sus políticas nefastas para controlar el poder. Tres cientos años que se iniciaron con la decisión monárquica de crear la Real y Pontificia Universidad Santiago de Leon de Caracas bajo el férreo control de la monarquía y de la Iglesia inquisidora bajo la mano de Felipe V y su visión de educación clasista, religiosa, excluyente y de sometimiento.

La universidad ante los delirios del poder colonial y depredador de la conquista poco a poco se fue transformando hasta dar origen a la universidad republicana en 1827 bajo la mano del Libertador y la sapiencia de José María Vargas, su primer rector. Ahí nace verdaderamente la Universidad Central de Venezuela, no en 1721 cuya celebración se pregona falsamente promoviendo las bondades de una universidad diseñada a mano para la iglesia católica y de los intereses españoles en la provincia, es hasta 1827 que finalmente se impuso la universidad republicana del cual estamos orgullosos y que debe celebrase. Es a partir de ese momento en la línea del tiempo que se ha escrito la actuación universitaria de la UCV con la espada de la libertad de pensamiento, de autonomía universitaria, y calidad de sus egresados, hasta llegar después de grandes avatares históricos a la lamentable condición anteriormente relatada.

Hay que dejar claro que la defensa de la universidad es sinónimo de libertad de la República, pero como ha sido destruida requiere de un replanteamiento para beneficio del país y de sus nuevas generaciones ajustada a mundo completamente diferente y tecnológico. Ante tal circunstancia, el trabajo de liberación del país que también debe ser refundado debe ser complementada con la refundación de la universidad, es decir, acoplarla a nuevas realidades sociales, laborales, científicas y tecnológicas. Lo que ha quedado después de la debacle producto de su intervención así lo requiere, empezando por su reinstitucionalización y la conducción de un gobierno universitario colegiado verdaderamente y no la pantomima y apariencia que le dan autoridades espurias, vencidas, y soportadas en una dirección falsificada apoyadas unilateralmente por consejos universitarios y de facultades que en su mayoría están compuestos por autoridades suplentes nombradas a dedo sin ningún tipo de representatividad.

Dada todas estas circunstancias, toda la reglamentación orgánica y funcional universitaria debe ser revisada, su organización nuevamente estudiada y rediseñada apoyada en un consejo verdaderamente autonómico el cual debe tomar las riendas colegiadas para hacerla efectiva, modernizarla y deslastrase de supuestos dirigentes que se apoyan en discursos y frases inocuas de protección a la cultura de paz; y de los que, se proclaman a si mismo rectores de la libertad. Obviamente fingida y más bien comprometida con la odiosa gobernanza criolla que nos desgobierna.

Los universitarios sobrevivientes tenemos que poner todos los esfuerzos en esa dirección y contribuir a dar base a un Gobierno de Transición y de Reconstrucción, apoyado en un gobierno colegiado, el cual también deberá ser institucionalizado dejando de lado la arrogancia del personalismo de sus dirigentes para refundar no solo al país, sino contribuir a la refundación a la universidad del futuro y contribuir decisivamente con el rescate de un país fallido.


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