El cristianismo cambió, sin duda, el mundo. Con su mensaje se hizo que se expandiera una religión monoteísta en gran parte del planeta Tierra. Pero aparte de los aspectos puramente religiosos, también hizo extender una moral que afectó al discurrir de la historia.

El cristianismo sobrevivió al Imperio Romano. No sólo no fue eliminado por los bárbaros, sino que estos finalmente se cristianizaron.

Desde un punto de vista de moral, el cristianismo ha tenido un fuerte efecto civilizador. A través de principios como el de culpa y arrepentimiento, muchos pueblos como el ya mencionado de los bárbaros, pero también otros como los vikingos, adoptaron formas de vidas más civilizadas.

Sin embargo, más adelante, en este afán “civilizador”, el cristianismo se enfrentó a evidencias científicas intentando imponer dogmas que claramente no eran ciertos. Esto hizo que surgiera el anticlericalismo, promovido también por el hecho de que la Iglesia participase en asuntos políticos y no se refugiase en los temas espirituales, que son los que, en principio, deben ser de su incumbencia.

Apartarse, por otro lado, de todo lo que significa el cristianismo, por unos errores cometidos puntualmente por la Iglesia, es, en cualquier caso, un error. El cristianismo defiende principios, como el amor al prójimo, que nos hacen ser más solidarios y nos llevan a vivir en una mejor sociedad.

Una aplicación exagerada de estos principios cristianos nos puede hacer perder la vitalidad que requiere una vida plena que no ponga freno a los instintos propios del ser humano. En cierto modo hay que domar a la bestia, pero no hacer que pierda su energía.

Nietzsche afirmó que Dios había muerto, pero quizás dijo eso para dar a entender que el ser humano debe seguir su camino sin aceptar al cien por cien la doctrina de, por ejemplo, la Iglesia. Dentro de ese camino que una persona libremente puede elegir, pueden estar principios cristianos, como el arrepentimiento o el perdón, que pueden ser positivos para el espíritu de uno mismo.

Aparte del aspecto moral, sin duda la religión es la única “ideología” que, sin pruebas, da una visión global de la vida y la muerte del ser humano. Creerla o no es decisión personal de cada uno, pero ni el capitalismo, ni el comunismo, por ejemplo, se adentran en el misterio de qué ocurre después de la muerte del ser humano.

En definitiva, lo correcto debe ser que cada ámbito sea ocupado por la ideología o religión correspondiente. Los valores que aporta la religión católica, o la cristiana en general, no deben ser rechazados por errores cometidos en el pasado, pero sin duda también debe adaptarse el mensaje cristiano a los tiempos que corren hoy en día.


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