Han sido muchos y muy valiosos los intentos por articular una estrategia que permita salir de la grave crisis que vive el país y dar al traste con quienes ejercen el poder desde hace 20 años; sin embargo, esto no se ha logrado, y por el contrario, ha sido un camino lleno de algunas frustraciones y alimentado a veces también de falsas expectativas.

No pretendo desmeritar los pasos de avance que se han logrado desde la oposición, en especial en los últimos años, en los que la legitimidad ha asistido por completo todas las acciones por construir una nueva democracia y reconstruir el Estado de Derecho, pero hay cosas que han faltado para la conquista de ese objetivo.

Sin complicarme en el diagnóstico que todos conocemos, a continuación presento una propuesta para el debate, que parte de los errores cometidos y pretende presentar una ruta a mediano plazo que no choca con casi ninguna propuesta vigente para 2020 por parte de los factores políticos opositores, que hoy pretenden empujar hacia un mismo logro.

Actualmente existen varias propuestas en mesa para la salida del régimen que ha instaurado una dictadura en Venezuela, entre ellas está la del Gobierno de Emergencia Nacional, que tiene como dificultad no tener la contraparte y no tener un método efectivo para lograr la aceptación de un sector de quienes ejercen el poder de cederlo, para compartir en una transición el ejercicio del mismo.

Por otro lado, está la tesis de la intervención, que plantea una salida en mano de entes externos que asuman la salvación de Venezuela. Esta tiene la dificultad de que la contraparte posible ha declarado de manera sistemática y continua que por ahora no existe interés de sacrificar tropa de otros países para resolver el problema venezolano, más allá del extraordinario apoyo que existe para presionar hacia esa solución lo más pronto posible.

La otra tesis es la de la cohabitación, que avanza en procesos de articulación con el régimen, que busca socavar sus bases de una manera pausada, asumiendo que el régimen aún no es una dictadura, y que, por la vía electoral competitiva, en pugna por las instituciones, se va a poder desplazar a quienes hoy ejercen el poder.

Cada una de estas líneas de acción, que no pretendo juzgar de manera definitiva, han avanzado en su desmitificación e incluso en algunos casos en su inviabilidad al transcurrir el tiempo (hecho objetivo), ya que algunas juegan a muy corto plazo y otras a muy, muy largo plazo.

AL proponer analizar la presente propuesta, me baso en la apuesta por el éxito de cualquiera de las anteriores rutas planteadas, aunque puedo diferir en las formas de aplicación y sus consecuencias, incluso me he hecho coparticipe de alguna de ellas directa o indirectamente, pero hoy quiero convocar a la realpolitik y a la posibilidad de crear diversos escenarios para poder avanzar en distintos tableros de juego, entendiendo que las distintas rutas ya planteadas tienen la dificultad de no tener el método correcto para lograr la mayor unidad dentro de la diversidad.

Dos de las tres rutas anteriormente analizadas parten del principio enunciado de lograr condiciones para participar en algún proceso electoral, dos no descartan negociación, las tres aspiran a salir en tiempos distintos de quienes ejercen el poder, dos no descartan la fuerza y las tres parten teóricamente del principio de la unidad opositora.

En este sentido, y con las dificultades de compatibilidad del caso, el planteamiento de sumar las fuerzas opositoras mayoritarias a un acuerdo para luchar por las condiciones electorales para el desarrollo de un referéndum revocatorio se hace viable si se explican las condiciones internas de la oposición para lograr consensos en la conformación de un Comando Político Unificado por el No.

Las elecciones del 6 de diciembre por parte del régimen, desde mi perspectiva son respetables, aunque no comparta el hecho de participar. Son muchas las experiencias en el mundo que demuestran que la vía electoral logra de manera paulatina desplazar del poder a quienes la ejercen brutalmente, pero en otros casos no. En el caso venezolano competir en elecciones a cargos públicos, como vía para salir del régimen, parece distar de ser viable por ahora porque se utilizan los procesos electorales institucionales como excusa democrática, en condiciones en las que incluso perdiendo son capaces de arrebatar la institucionalidad (caso AN 2015). Es por esto que el régimen usa las elecciones del 6D como factor de división opositora, ya que parte del principio de la pérdida de credibilidad electoral para cargos públicos, lo que logra dividir al ciudadano entre si ir o no a votar, y después se suma el fraccionamiento de tarjetas, partidos y candidatos dentro de la oposición participante, por lo que el resultado final es la victoria del régimen con 10% del electorado cautivo.

Un referéndum revocatorio es distinto, pues es un proceso electoral decisional, con poder vinculante, que, soportado sobre sus propios argumentos, logra desplazar del poder a quien lo ejerce y se activan una serie de mecanismos que incluso logra quebrar de manera definitiva las bases de control y extorsión institucional y constitucional que amarran al régimen al poder, tanto es sus bases, en las instituciones cooptadas, como en la FANB.

La pugna por las condiciones para un referéndum revocatorio en 2021 acelera todos los procesos de deterioro institucional del régimen y logra movilizar a la oposición sobre la única condición que necesita para derrotar a la dictadura: la unión. No tener que definir sobre qué tarjeta, ni sobre qué candidato va a reposar el privilegio de convocar a votar, destruye todas las barreras de división opositora y une las fuerzas en un solo sentido, pero además estoy convencido de que divide la base del régimen, logrando una verdadera unidad nacional.

Tanto quienes asumimos que esto es una dictadura, como para quienes asumen al régimen o gobierno como autoritario, para aquellos que apoyaron a Chávez y a Maduro, o solo a Chávez y a Maduro no, pero quieren un cambio, cabemos dentro de un Comando Unitario de Campaña por el NO en un referéndum revocatorio, y también cabemos en la lucha por las condiciones para que ese referéndum se de en 2021.

No pretendo en este primer escrito abordar los argumentos jurídicos ni técnicos de la propuesta, y asumo que 2021 es toda una disputa como fecha para su desarrollo, pero considerando que existen muchos expertos que podrían apoyar en perfeccionar o corregir los mismos, lo que pretendo es dejar en este primer escrito el plano argumental de lo político para intentar trazar una cruzada por la persuasión e inclusión política a los sectores sociales, civiles, militares, económicos y políticos, de que intentar organizarnos para disputar en la calle, y en la mesa, condiciones para un referéndum revocatorio lo más pronto posible, vale la pena, ya que las condiciones políticas, económicas y sociales de Venezuela no son las mismas que las que se vivían en 2016, cuando todo un método jurídico tramposo y mafioso impidió que la oposición lograra activar el referéndum contra Maduro. Hoy, se los aseguro, ellos mismos quieren un referéndum.

 


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