Tempus fugit ” (Publius Vergilius Maro)

Me da la impresión de que el tiempo pasa cada vez más rápido porque este año ya estábamos viendo los anuncios navideños en casi todos los canales de televisión. En medio de los informativos comienzan a hablar de los turrones de Jijona. El otro día en un descanso en el trabajo, algunos recomendaban dulces y mazapanes, y un compañero hizo hincapié en que yo debería probar el mazapán de Moratalla. Y estábamos a finales de noviembre.

Las calles y las plazas de la ciudad exhiben en pequeños mercados tiestos con flores de Pascua (tradicionales en Navidad, aunque insisto que a mí me parece demasiado pronto todavía). En varias ciudades españolas ya se ha colocado la iluminación navideña como en Vigo, en Madrid y en Málaga. Con todo, la señal definitiva de la proximidad de las Navidades es la celebración de la Lotería Nacional de Navidad, cuyo primer sorteo el día 22 de diciembre supone el inicio del período vacacional. Este año los encargados de preparar el anuncio de la lotería han creado el lema “Unidos por un décimo” con la sana idea de exponer que compartir la lotería significa querer vivir la misma suerte que otra persona a quien se aprecia y se quiere.

Resulta novedoso el hecho de lanzar cuatro historias en cuatro videos conteniendo la misma premisa de compartir un décimo. Es un bonito principio, más aún tratándose de un país como el nuestro con un gobierno socialista. Sinceramente, lo veo acertado, sea uno partidario del socialismo o no. Compartir es bueno. El caso es que, de los cuatro videos de la campaña he visto dos, y los dos me han gustado. El primero de ellos contaba la historia de un hombre que visitaba a su ex nuera para dejarle un décimo. Me emocionó. Pero sigo pensando que esta campaña llega con mucho adelanto. Cuando yo era niño no se hablaba de vacaciones, turrón o Reyes Magos hasta arrancar del almanaque la hoja del día 18 de diciembre. Pienso que vamos acelerados.

Volviendo a los videos, el segundo tuvo el efecto contrario, me hizo reír. En él se cuenta la cena de una familia numerosa en la que el padre prepara de antemano unos sobres con décimos de lotería para repartir entre los comensales sin contar con un invitado reciente, el joven novio de una de sus hijas. El desparpajo y la generosidad del futuro yerno da un giro a la reunión y la actitud del padre se desplaza hacia un punto inesperado. En fin, las dos historias traen a la luz ese espíritu que se respira en el célebre Cuento de Navidad de Dickens y el mismo que se vive en la película de Frank Capra Qué bello es vivir.

Qué bello es vivir

Quiero volver a ese momento de reencuentro familiar de las historias que acabo de ver. Quiero que las Navidades sean siempre parecidas a este abrazo con los que están y los que no están en el mismo abrazo. Me parece ayer cuando abracé a mis hermanos, a mi madre y a mi padre. Cuando uno se vuelve adulto aprende a marchas forzadas a despedirse de ciertas cosas y a pensar el tiempo de otra manera.


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