En su momento afirmé que se equivocaba el inefable Luis Velásquez Alvaray, aquel chavista barinés que ocupara altas posiciones públicas, cuando aseveró: “La descentralización es una farsa que solo ha servido para instaurar reyecitos en las regiones».  Entonces argüí razones de hecho y de derecho que sustentaban nuestro criterio; pero hoy no insistiremos en ese tema, más bien nos referiremos, en un despertar del letargo que pareciera arredrar a tantos venezolanos y en la celebración por el pronunciamiento de algunas voces autorizadas sobre el delicado tópico, con las siguientes líneas que también apuntan hacia la reelección indefinida que pende sobre Venezuela, a lo cual desde ya sumo mi voto negativo.

La alusión al  exmagistrado –vinculado a un supuesto desfalco con la llamada “Ciudad Lebrún” o “Ciudad Judicial”– obedece a que fue él quien, en ejercicio de la diputación, se atrevió a asomar la “brillante idea”, si no el proyecto concreto, de la reelección infinita del primer mandatario nacional, cosa que aparentemente  no gustó al ciudadano presidente, al menos así quedó registrado en  varios  medios de comunicación del país, pero la experiencia y la realidad actual nos indican claramente que lo que antes servía por igual para el pavo y  para la pava, hoy día sirve para uno solo de ellos, a juicio desde luego de quien se lo vaya a  comer.

Ni por casualidad estoy comparando a mi país con el animal, sea macho o hembra. Lo que sí resulta preocupante es que pueda concretarse esa amenaza que significaría la supresión de la carta magna de una de las características importantes de la democracia –si no la más importante– que es la alternabilidad en el poder.

Pero lo que el pueblo venezolano negó al desaprobar aquel proyecto de reforma constitucional, el desquiciado milico golpista lo alcanzó con la enmienda: la reelección indefinida.

El gobernante perenne es pernicioso, propulsor de vicios en la administración de la Cosa Pública (Res Publicae), atentatorio contra las más elementales libertades públicas y amparo de males de igual o peor naturaleza.

Si democracia, como sistema de gobierno que se ha dado el pueblo de Venezuela, conlleva alternancia en el poder, y si a esta se le eliminase su asidero en el ordenamiento jurídico venezolano, por vía de la reforma constitucional (cosa que no se logró por reforma, sino por enmienda), y si el Tribunal Supremo de Justicia no se expresare en contrario, de lógica que sería cualquier otra cosa, pero nunca democracia.

Al materializarse la pretensión de suprimir el principio de la alternabilidad en el poder, y en su lugar se instauró la reelección indefinida del jefe del Estado, entre otros funcionarios de elección popular, por mucho que los proponentes de tal desaguisado se crean al propio tiempo dueños de las voces del pueblo y de Dios (con el perdón de Dios y de la Iglesia), estaríamos en  presencia de lo que se ha denominado personalización excesiva, control individualizado o concepción omnímoda del ejercicio del poder, que como se le vea es dañino e inconveniente para la salud política del pueblo venezolano.

Ricardo Combellas afirma: “…al revisar a Simón Rodríguez vemos que de su obra brota un manantial de rechazo a la servidumbre del poder”. También refiere: “…Y Zamora, cuya divisa reza elección popular y principio de alternancia”.

Así las cosas, no queda otra, a mayor abundamiento, que revisar a Bolívar en su Discurso de Angostura, para resaltar su repugnancia al mandato indefinido, con su irrefrenable tendencia a la tiranía y la sumisión, y en esa gesta libertaria y democrática acompañar en un sólido y decidido bloque civilista a la mayoría de los venezolanos que rechazamos esa terca manía de gobernar a todo trance.

Una eventual reforma constitucional debe modificar ese estado de cosas, por decirlo en forma sencilla. Eliminar o suprimir la reelección indefinida o restringirla, entre otras tantas modificaciones a la dizque “mejor Constitución del mundo”. Un pacto social que se respete y se cumpla, acorde con los tiempos modernos y acoplados a la realidad que hoy vive el país.

En estos más de veintiún años de ch… abismo, la Constitución ha sido tan violada que la pobre no puede parir más. Miren como ejemplo lo que han hecho (¿o pretenden hacer?) con el aumento del número de diputados a la Asamblea Nacional, en un proceso de suyo viciado de nulidad absoluta, en flagrante violación del artículo 186 constitucional.

No hablaré de la integración del nuevo cne (minúsculas ex profeso), porque su carácter harto equilibrado, indubitablemente democrático e incontrovertiblemente transparente merece un análisis aparte. ¡Aleluya!

Concluyo con la conveniencia de aconsejar la lectura de la pieza oratoria valiosísima del Libertador, Discurso de Angostura, en su ánimo concientizador que convoca a la reflexión, a la alerta y a la revisión de nuestro pasado para no repetir los errores, y reproducir esa sentencia, según la cual, en su 5° párrafo:

“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo el mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecer y él se acostumbra a mandarlo. De donde ser origina la usurpación y la tiranía».

La verdad ha sido dicha.

 


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