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Cuando me gradué de bachiller en humanidades ya Yayo, con el perdón de la cacofonía, si, porque hay colofonia cuando la unión fonética de dos silabas de los palabras producen en la pronunciación esa repetición o robo de sonido de una a la otra; cacofonía, cacofónico, viene de caco, que significa robo y fonía que se refiere a sonido. Por eso digo que me perdones la cacofonía, porque en la locución “ya Yayo” hay, evidentemente una cacofonía. Bueno, subsanada la errata linguística, prosigo con mi recuerdo. Decía que cuando me gradué de bachiller en humanidades ya mi amigo Yayo llevaba como un año en Maracaibo estudiando Sociología. Él también estudió humanidades en el mismo liceo que yo con los mismos profesores de Latín y Francés. En unas vacaciones, llamadas por los universitarios “largas” porque comenzaban en julio y se extendían hasta mediados de septiembre, conversé con Yayo y éste me dijo que por qué no pensaba en estudiar Sociología en la Universidad del Zulia. Yo le dije entre sorbos de anís El Mono que iba a pensarlo porque yo tenia una hermana estudiando Medicina en Mérida y a mi me gustaría estudiar en esa ciudad estudiantil porque varios conocidos míos estudiaban en Mérida y me contaban cosas maravillosas del sabroso clima benigno que ostentaba esa llamada ciudad de los caballeros…

Cuando terminó el lapso vacacional y Yayo tenia que regresar a Maracaibo para proseguir sus estudios de Sociología yo le dije que me iría con él al Zulia porque quería conocer la universidad donde él estudiaba y saber cómo era la tan nombrada ciudad petrolera del lago de Maracaibo. Llegado el tan ansiado día de regreso a Maracaibo, compramos los boletos para viajar en una línea de transporte llamada Expresos de la Costa, cuyo administrador y gerente era un respetado comerciante de origen margariteño avecindado en el Delta de nombre Jesús Maria Marcano a quien todos le decìan cariñosamente el “Catire Marcano”. El bus era un Mercedes Benz con aire acondicionado y capacidad para 38 pasajeros. Hicimos el primer trayecto hasta Caracas y luego pensábamos hacer trasbordo para continuar viaje hasta la capital del sol amado, si todo iba bien, como Dios mandaba. Por esos días ya yo simpatizaba con la organización clandestina de extrema izquierda de filiación marxista-leninista, el pensamiento de Iosif Stalin y mi meca ideológica era la Albania del camarada Enver Hoxa; en pocas palabras, ya la infecciòn dogmática del fanatismo cuasirreligioso había anidado en mi calenturienta cabeza del chicuelo recién graduado de bachiller. Todo el camino desde el Delta hasta Maracaibo fue una fiesta de júbilo y expectativas. Yayo me hablaba de una residencia estudiantil llamada FRER, que por sus siglas era el Frente Reivindicativo de Estudiantes Residentes, puros estudiantes universitarios que habían tomada por la fuerza el antiguo edificio donde funcionaba la Escuela Nacional de Enfermería Dr. Francisco Suàrez. Era un viejo edificio de cinco pisos tomado por estudiantes de la Universidad del Zulia y donde habían estudiantes activistas de organizaciones políticaa de la izquierda marxista proscrita… Ahí conocí a gente de PRV-Ruptura, del MEUP-Liga Socialista y por supuesto a mis compañeros de recién abrazada militancia política, la gente del CLP-CLER-Bandera Roja.

El FRER estaba organizado en comisiones y tenía un autobús de la Universidad del Zulia con su logotipo y todo y los estudiantes viajábamos los viernes y sábados desde Maracaibo hasta Bachaquero, Tìa Juana, Lagunillas a realizar jornadas de solidaridad con la clase obrera. Visitábamos casa por casa a los trabajadores petroleros y les solicitábamos apoyo económico en forma de comida porque en el edificio donde funcionaba la residencia estudiantil había una cocina industrial y la comida diaria se preparaba en el mismo edificio. Los obreros disfrutaban de un beneficio socioeconòmico llamado “el Comisare” o “Comisariato”. Los obreros nos obsequiaban pródigamente mortadelas, carne mechada enlatada, arroz, espaguetis, azúcar, café… y muchos otros rubros de alimentos de la tarjeta mensual que le asignaba la industria petrolera en su condición de trabajadores petroleros.

En esos días de mi pasantìa por las residencias estudiantiles del FRER conocì a mucha gente y hasta un fin de semana fui hasta las playas de Cuaimare Chico, donde fui inmensamente feliz, bebía ron sin límites y comía perros calientes y hamburguesas por las tardes en los alrededores de la plaza Baralt, sacando fotografías instantáneas con una cámara fotográfica Polaroid. Yo era inenarrablemente feliz e indocumentado…  yo era “comunista” y no me importaba en absoluto no saber a ciencia cierta en verdad qué era eso de ser comunista; pues, solo quería entrar a estudiar una carrera humanística en la universidad y vivir intensamente cada día como si fuera el último de mi vida.


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