Rafael Ramírez: Quieren hacer un caso político en mi contra porque he dicho que voy a ser presidente
Foto: Juan BARRETO / AFP

Él tenía una vocecita, bueno todavía la tiene, casi inaudible. Quienes lo conocíamos solo por los medios de comunicación llegamos a pensar que su voz era demasiado rara, como un poco afeminada que contrastaba con su enorme estatura. De hecho, a Hugo Chávez, que lo deslumbraban ciertos rasgos físicos de algunos de sus más allegados, por ejemplo, los ojos verdes de Diosdado Cabello, le impresionaba, enormemente, la estatura de su hombre de confianza en el área petrolera y en otros asuntos.

Pero esa voz un poco atiplada no guardaba correspondencia con el enorme poder que el control de Pdvsa y la confianza que Chávez durante más de diez años había depositado en él.

Qué lejos están aquellos días de la Pdvsa “roja…rojita”, los días en que su apodo, “el Zar del Petróleo”, le daba un fresquito por dentro y le transpiraba soberbia.

Su estrella empieza a declinar con la muerte de Chávez. El comandante que “lo sabía casi todo” debió estar informado de las irregulares maneras de gerenciar la industria petrolera que tenían Ramírez y su primo Diego Salazar.

Muchos afirman, entre otros el que firma esta nota, que Ramírez era uno de los principales testaferros de Chávez y que ambos constituían la cima de la trama de corrupción que caracterizó al chavismo durante el largo período de dirección y dominio ejercido por Hugo Chávez.

En 2014 los rumores basados en investigaciones apuntaban a Ramírez como el gran corrupto del régimen. Estos rumores y las investigaciones fueron desautorizadas por Maduro y Diosdado Cabello, quienes defendieron con ardor a Ramírez calificando como campaña brutal las investigaciones adelantadas por la oposición y por Estados Unidos y, como suele suceder cada vez que hay un escándalo que atenta contra la moralidad de la jerarquía chavista, el régimen pretende confundir a los jerarcas acusados y sus intereses con los intereses de la nación y con su pueblo. Así que la defensa de Maduro y Cabello de Rafael Ramírez fue leída en clave de ataque contra “Venezuela y su digno pueblo”.

Diosdado fue un poco más lejos y como credencial de honestidad de Ramírez sacó a relucir el aprecio que Chávez le confería y la lealtad de Ramírez hacia Chávez. Eso era suficiente, en 2014 y 2015 el régimen le otorgó a Ramírez el título de honesto, revolucionario, socialista y profundamente chavista. Muy pocos como él.

Ese mismo año The Wall Street Journal señala que Estados Unidos realiza una investigación sobre la corrupción en Pdvsa, en ella salen a relucir los nombres de Rafael Ramírez y su primo Diego Salazar y, además, señaló el destino donde iban a parar los billones (nunca la B de bolívar tuvo tantos ceros a la derecha) sustraídos a la empresa petrolera: la banca de Andorra.

Pero Ramírez no estaba solo… todavía. El régimen lo defendía, porque la pureza es la característica de todo aquel que se autodefina como revolucionario, socialista, bolivariano, humanista y sin olvidar (cómo olvidarlo) aquello de profundamente chavista. Y el TSJ en su Sala Constitucional publicó una sentencia suscrita por los magistrados Gladys Gutiérrez, Arcadio Delgado, Juan Mendoza, Carmen Zuleta, Calixto Ortega, Luis Damiana y Lourdes Suárez Anderson en la que se suspendía la investigación llevada adelante por la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional de 2015, alegando que se dañaba la imagen de Pdvsa.

Por supuesto, quien salió corriendo a refugiarse en la Embajada de Chile fue el diputado Guevara, jefe de la comisión mencionada, antes de que lo hicieran preso por someter a Ramírez a una investigación por corrupción.

Pero, siempre hay un pero cuando del poder y sus prebendas se trata, Ramírez empezó a ser algo molesto: primero, porque la enorme torta petrolera se había reducido, y los que hasta ahora no habían participado de un trozo lo querían para sí, antes de que el negocio solo fuera un vómito negro debajo de la tierra sin que pudiera ser extraído; y segundo, porque Ramírez empezó a ambicionar el poder y este ya no estaba radicado en Venezuela sino en Cuba y, Maduro era el hombre de los Castro, quienes ya lo habían impuesto como sucesor de Chávez en 2013.

A Maduro, a Diosdado y compañía y a los cubanos no les gustaron las pretensiones de Ramírez, quien para justificarlas hizo un severo diagnóstico de la situación del país y su crisis y la necesidad de realizar modificaciones y, para ello, propuso introducir cambios en el modelo, eso sí, sin “traicionar” el espíritu de Chávez y su agenda.

Entonces el régimen “desterró” a Ramírez. Lo envió de embajador a la ONU y finalmente lo sacó de juego.

Hoy todos los que defendieron en su momento a Ramírez lo acusan de la ruina de Pdvsa, pero ojo, toda la nomenclatura chavista no solo sabía de las andanzas de Ramírez y familia sin excluir a Chávez, quien también debió mojarse sus “pulcras” manos que le permitió dejarle una herencia cuantiosa a su prole, hermanos, madre y allegados (todavía no sabemos el monto, pero se sabrá) y no solo no dijeron nada sino que lo defendieron con ardor calificando sus altas credenciales morales y baluarte de la revolución bolivariana.

Ahora un atolondrado Tareck el Aissami, que de buena oratoria no se va a morir, se dirige a la Fiscalía, a la Interpol pidiendo que apresen al ladrón y el fiscal ni corto ni perezoso, diligente como nunca se le ha visto, salvo como cuando mete preso a un maltratador de gatos, empieza a despachar solicitudes de autos de detención a diestra y siniestra.

Ramírez no se ha quedado callado y entonces denuncia que también los que lo acusan han metido la mano en la petrolera, incluyendo los hijos y sobrino de Cilia Flores, Efraín Campo Flores y Francisco Flores Freites, las joyas de la familia, detenidos en Estados Unidos por tráfico de drogas y sobre todo de Carlos Malpica Flores, el otro diamante en bruto de la familia.

En resumen, parafraseo una vieja consigna política en Venezuela: “Si lo que dice el régimen de Rafael Ramírez es verdad y lo que dice Rafael Ramírez de los jefes del régimen es verdad, entonces los dos tienen razón”. Así que estamos en presencia de una cáfila de ladrones.

 


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