El ambiente de la discusión pública sobre el panorama político nacional comienza a elevar su temperatura, algo que sin duda es bueno. Desde hace varias semanas, los venezolanos le estamos subiendo el volumen al debate sobre el país que queremos y cómo podemos llegar hasta él.

Eso es una gran noticia, dado que, aunque haya las mil y una propuestas o aunque salten las aparentes contradicciones y los ánimos se caldeen, simplemente estamos ejerciendo la democracia. Y de paso, fortaleciéndola con un espíritu que sí nos convoca a todos: sanar al país, para poder avanzar.

Una vez más reiteramos que cualquier proceso electoral en puertas es la salida para hacer un reseteo de la situación nacional.

Sin embargo, consideramos que estamos ante un momento en el cual también podemos poner sobre la mesa nuestras propuestas sobre cómo tomar un sendero más prometedor.

Primeramente, creemos que deberíamos incorporar la costumbre de debatir entre los candidatos a cualquier posición a ser elegida por voto popular.

Los debates públicos permiten a los aspirantes presentar sus ideas, planes y posturas de forma transparente ante el electorado. Esto les brinda la oportunidad de rendir cuentas por sus acciones y propuestas, ya que se someten a un escrutinio público directo.

Los ciudadanos pueden evaluar la coherencia, claridad y viabilidad de las propuestas de los candidatos, lo que contribuye a una mayor transparencia y responsabilidad en el proceso electoral.

También se incrementa la participación ciudadana en el asunto político. Al proporcionar un foro abierto y accesible donde la gente puede escuchar y evaluar a los candidatos, se fomenta el compromiso cívico, se generan discusiones y debates entre los ciudadanos, lo que puede llevar a una mayor conciencia y participación en el proceso.

En ese hipotético futuro, también quisiéramos ver la implementación de la doble vuelta electoral. Es una práctica que trae mayor legitimidad, al asegurar que el candidato ganador tenga un amplio respaldo popular.

También da la oportunidad a los electores de reconsiderar su voto y reevaluar las opciones restantes; además de fomentar un clima de mayor conciliación y negociación. Además, se reduce la probabilidad de que un aspirante radical gane las elecciones. Esto puede contribuir a la estabilidad política y al mantenimiento de un sistema democrático equilibrado.

Otro asunto que se debería evaluar de cara a una inminente refundación de Venezuela es la reelección indefinida, que puede llevar a la acumulación excesiva de poder, debilitar el sistema de control y equilibrio de poderes, además de conducir al autoritarismo.

También se pueden debilitar las oportunidades para que nuevos líderes y visiones políticas surjan y tengan oportunidad de aportar. Esto puede afectar negativamente la participación ciudadana y reducir la diversidad y la renovación política.

Así, se puede llegar a un estancamiento en las políticas y dificultar la adaptación a los cambios y desafíos que enfrenta la natural evolución de una sociedad.

El único caso en el cual la reelección tiene un contrapeso eficiente, es en el caso de las democracias parlamentarias. Ellas limitan el poder del presidente para tomar decisiones unilaterales. Además, el parlamento puede ejercer control y supervisión sobre las acciones del Ejecutivo. Se proporciona así un nivel adicional de control y supervisión.

Las dos últimas propuestas deberían pasar a través de una reforma o enmienda constitucional, lo cual es algo que no debe sonar como sorprendente, si entendemos que las naciones están siempre en constante reajuste y evolución.

Todo esto contribuiría a crear y fortalecer pilares imprescindibles sobre los cuales se cimentan las naciones prósperas y pacíficas: comencemos por el Estado de Derecho, la aspiración legítima de que todas las personas y entidades están sujetas a las leyes establecidas y deben cumplirlas.

Así fortaleceríamos también la separación de poderes, para establecer una división clara de funciones y responsabilidades, en medio de un sistema de control y equilibrio que contribuya a salvaguardar los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos.

Solamente de esta manera podrán crecer otras manifestaciones virtuosas de los grandes países que aseguran bienestar y porvenir a los ciudadanos, como lo son la propiedad privada, la libertad económica, la libertad de expresión y la majestad de las instituciones.

Con todas estas virtudes civiles y cívicas, podríamos por fin pasar la página y entrar en la nueva etapa histórica de Venezuela que todos esperamos con impaciencia.

Una etapa donde recojamos lo mejor de lo que hemos aprendido en estos tiempos y que nos permita acercarnos más a lo que un país del siglo XXI debe ser para su gente.


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