Estamos librando las batallas de antaño que nos narraban nuestros abuelos. Las leyendas de aquellas epopeyas entre sables y cañones ahora se han transformado en realidades de balas, gas y deserción. Una generación entera se levanta en conciencia y en alma porque no escogió luchar por decisión, sino por accidente. Pues, debemos hacer que valga la pena. La sangre ha corrido, los caídos nos han impulsado, la Corte Suprema Celestial nos ha bendecido y ahora nos falta empezar a batallar en unidad. Eso aún resulta un poco difícil.

Una unidad que se desmoronó casi en su totalidad y sus arquitectos están tanto en su núcleo como en las gradas. La responsabilidad debe recaer en cada uno de nosotros como iguales porque esta lucha no es solo de un sector. Las decisiones que se hayan tomado en claustro no fueron las más idóneas, pero la ferviente sed de sangre y frustración que muchas veces domina a cada ciudadano por alguna razón también influyó en su caída. Si los políticos luchan son unos falsos, si no luchan son unos traidores, si vienen son faranduleros, si no vienen son unos flojos y un largo etcétera que inunda las redes y reuniones. La unidad es tarea de todos no meramente de un sector.

Muchos quizás crean que esto es un juego de ruleta, otros lo ven como la oportunidad de posicionarse y cobrar, algunos como la lucha obtusa de los renegados pero, es algo más allá, es algo más profundo y más importante. La lucha por un país empieza por el compromiso que posean sus ciudadanos y sus guías. Simón Bolívar no pudo solo. Necesitó la ayuda de todos los caudillos de la época y de las naciones interesadas en nuestra independencia. Todo fue un plan orquestado en unidad y de ahí­, Vicente Salías se inspiró para darle forma a las gloriosas notas de nuestro himno: «La fuerza es la unión…»

Unión, palabra que tiene mucho significado conceptual, pero la práctica es algo engorrosa. Intereses deambulantes y misteriosos, rencores que rayan en el odio, la sempiterna búsqueda de ser el Mesías, el radicalismo a toda potencia y el neocaudillismo hace que nuestra gente se sienta en las nebulosas y sin conducción, en el Limbo, el primero de los círculos de Dante. ¡El país nos necesita, unidos y convencidos! Estamos en sobrevivencia en la Venezuela del «no hay» y esa lucha es algo épica, tan épica que, de no estar a la altura de las circunstancias, ni Homero en persona podrá escribir ni una sola oración de todo nuestro esfuerzo.

Las actividades deben ser apoyadas, difundidas y abiertas en su totalidad porque la lucha de un sector es por los derechos de todos por igual, sin importar el color y la tendencia se debe articular el músculo desde su esencia y su base. He ahí­ la fuerza y el dilema. La mayoría es de simple retórica. Hay que empezar a reconstruirla nuevamente.

Debemos entender de una vez por todas, aunque cause molestia a algunos fanáticos, que no todos pueden ser Bolívar pero Bolívar no puede sin todos porque es una lucha mancomunada. Aprender a limar, lustrar y duplicar los esfuerzos y la disciplina para mejorar la unidad. Tomemos en cuenta una frase, que resuena y resonará por toda la eternidad: «Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos». Empecemos por lo más sencillo, porque lo más difícil ya lo estamos haciendo que es luchar…

@JorgeFSambrano

#RendirseNoEsUnaOpcion


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