Foto: succo | Pixabay

Inevitable no enfrentarse día tras día a las múltiples situaciones que vivimos como nación, en las que se aprecian marcadas desventajas y sangrantes estigmas desesperanzadores para una sociedad dispersa, con el fundamento de la familia quebrado en mil pedazos. Ante toda esa realidad se cruzan en mi mente dos opciones para recomenzar, si es que fuese posible. Ambos términos requieren profundo compromiso y determinación de las partes involucradas, con el fin de lograr un verdadero renacer.

La reconciliación sea cual sea la querella se constituye una salomónica solución, donde se pretende dejar atrás aquello que resultó ofensivo o destructivo, se abrazan nuevos acuerdos, se decide volver a caminar en paralelo con entendimiento y reconociendo a la contraparte como de gran valía. Por otro lado, el olvido es una opción poco realista, pero si desde las cenizas resurges, puede ser útil no mirar atrás solo para apreciar vestigios de carbones encendidos.

Ninguna introducción es suficiente a fin de citar con profunda reverencia un pacto que puede cambiar el destino de toda una nación. Me refiero al que un pueblo realmente afligido en su corazón y deseoso de nuevas esperanzas hace bajo la premisa de humillación ante aquel que todo lo puede, modificando su errático proceder y corrigiendo conductas opresivas de destrucción. Tal vez, como en tiempos de Salomón, el Creador voltee su mirada y escuche un clamor impetuoso para sanar nuestra tierra y habitar en ella evidenciando su abundancia, amor y restauración. Un proceso que podría durar lo que tarda un chasquido o demorar lo que sobrevive a una generación herida de muerte.

Acuso que en cualquier caso la tan necesaria reconciliación de la nación con su Hacedor requerirá mutuo reconocimiento, el pueblo conciencia y clama por una intervención y el Creador reconoce la hechura de sus manos. Ambas partes afirman y establecen de palabra, acción y pensamiento vivir en comunión, por ende el hábitat será transformado. Donde hubo desolación comunidades enteras serán establecidas, la enfermedad deja registros en testimonios de sanidades milagrosas y se congregan aquellos pilares que un día fueron abiertos como arañas por el mundo, fortaleciendo las familias.

Aunque todo parece a simple vista proyección enriquecida del imaginario, la fe hace posible cualquier convenio, y si entre humanos se firman tratados con la esperanza de que se honren sus acuerdos. Cuanto más valor no ha de tener, la promesa de uno superior a todos, que se da a sí mismo y solo pide corazones sinceros y conductas llenas de amor y respeto por la vida. Confiar en el invisible de todos los tiempos, es un reto que solo puede gestarse en momentos de profunda reflexión, donde la almohada y el yo interior serán testigos de un alma vacía y expectante, lista para recibir de quien la diseño.

Refuto que ante toda solución humana aventaja una intervención divina, la cual en un mundo de divisiones concilie con pizcas de olvido, yaciendo la llave que abra las compuertas de amplias bendiciones, en una tierra que se seca con diversos corazones sembrados en ella.

@alelinssey20


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