Si quieres hacer detox de la intensidad del Oscar, buscaste en el lugar indicado. Te proponemos una lista de contenidos, disponibles en las plataformas de mayor penetración global, para olvidarte de la cachetada de la discordia y del chiste de mal gusto que la detonó. De arriba hacia abajo, compartimos una ranking de recomendaciones.

1.    Moon Knight. Por Disney Plus.

La nueva serie de Marvel cuenta con la participación de dos grandes actores: Oscar Isaac y Ethan Hawke. La crítica la describe como un cruce entre Indiana Jones, La Momia y Club de la Pelea, porque pasamos de un clásico universo de aventuras etnocéntricas, a una alucinada inmersión en la mente multipolar de un hombre solitario en crisis. Vimos el primer capítulo y nos encantó con su historia de origen, narrando las angustias del dependiente de una tienda de regalos en un museo de antigüedades. El caballero pelea con sus voces interiores, como cualquier personaje desquiciado de Terry Gilliam, incluso batalla con proyecciones de sus fantasías. Una evidente metáfora del aislamiento de nuestros días pandémicos, y sus efectos sobre la psique de los humanos condenados a un destino laboral precario, que no está a la altura de su preparación. Pero el empleado gris sueña con más y se acaba por transformar en la mejor versión de sí mismo. Ahí comienza lo verdaderamente interesante de la serie, que es su forma de plantear un esquema freudiano bajo la huella de un arquetipo desdoblado, como Doctor Jeckyll y Mister Hyde. Dirigida por el realizador egipcio más cool, Mohamed Diab, la serie se concibe con absoluto respeto y rigor en la representación de la cultura del Cairo. Ni hablar del mefistofélico papel del villano, encarnado por Ethan, quien no necesita de demasiados efectos y maquillajes, para generar suspenso y hasta terror psicológico. El must de la semana. Imperdible, irresistible y prometedor.

2.Tipos malos. En cartelera

Estrenada directamente en el cine, la nueva película del estudio Dreamworks llegó para romperla con un desenfado inusual en la industria, al contar la trama políticamente incorrecta de un “Wolf Pack” que comete atracos perfectos, sin remordimiento moral, al estilo de Oceans Eleven, remedando el clásico efecto “Clooney”. Aparte de ser una parodia de altos quilates, Tipos malos conquistará el podio del año, por creer en sus personajes díscolos y entrañables, pero sobre todo por diseñar el que es uno de los villanos del 2022: el Profesor Mermelada, un cobayo filántropo de buen corazón, la síntesis del típico millonario del Valle del Silicón, que tras una fachada de populismo benefactor, esconde un plan macabro de control social y dominio de la granja humana, como un Doctor Mabuse, como el Caligari que manipula los hilos a placer, con el propósito de esclavizar al planeta. Una caricatura de ciencia ficción de problemas serios y existentes, a través de un humor bastante insumiso y de doble sentido, que captarán los adultos. Hoy que sufrimos el asedio de charlatanes y demagogos del discurso del “management”, que los influencers nos prometen el cielo por su intercesión de santos liberales, conviene reencontrarse con la esencia de la filosofía platónica, de expulsión de los vende humos de la ciudad, que contiene el guion maestro de Tipos malos, una comedia bien seria que hace que nos preguntemos quién es peor, si el Robin Hood que nos saquea de frente o el redentor que promete reformarlos. Mientras descubrimos la respuesta, me divierto horrores con ella, conectándola con “la situación país”. He aquí una película que desenmascara a nuestros «tipos malos”.

3. No confíes en nadie: tras la pista del rey de las criptomonedas. Por Netflix.

Hermano del estafador de Tinder y primo lejano de Inventing Anna, el rey de las criptos se une a la familia de los últimos timadores que se han viralizado y reconvertido en celebridades del streaming, por la impunidad y desprolijidad con que cometen sus actos de piratería. El morbo del género radica en verlos ascender y caer, con las manos en la masa, consiguiendo una catarsis que no existe en la vida real de los que hemos sufrido fraudes en la era de la cuarentena. De modo que estamos ante un fenómeno en alza, una burbuja que no aparenta reventarse o de darnos un mínimo respiro.

Faltaba contar la trama conspirativa del rey de las criptos, Gerry Cotten, el fundador de Quadriga Cx, uno de los portales de intercambio de criptos más infames del siglo, por armar un esquema Ponzi o piramidal, sobre la confianza de sus clientes, para terminar robándose 250 millones de dólares en transacciones de libre cambio. Hecho con técnicas de testimonio y ocultamiento digital de la identidad, que se replican de trabajos alternativos como A Glitch in The Matrix, el documental No confíes en Nadie se la juega por desentrañar el misterio de la muerte de Gerry Cotten en la India, a pocos días de ocurrir la crisis de la plataforma de Quadriga CX. Por ende, las víctimas organizan una cacería en un grupo de Telegram, para saber si realmente Cotten falleció o fingió su muerte, para dar un golpe perfecto con una clásica “estafa de salida”. Apasionante como una novela o una cinta de detectives del pasado, las versiones más locas se van hilvanando como un rompecabezas que te dejará pensando y en estado alerta, de manera que no seas la próxima víctima de un complot financiero. Una conversación adulta acerca de los mecanismos y los vacíos informativos, que se llenan con teorías absurdas y con sistemas paralelos de búsqueda de justicia ante la demora de las autoridades incompetentes. El caldo de cultivo para vivir en la edad dorada de la estafas online.

4. Morbius. En salas

Es un hecho que los fanáticos de Marvel tienen poca paciencia con el multiverso de Spider Man, que extiende Sony para conservar sus derechos de explotación sobre las redes del hombre araña. De modo que se enojan e indignan con cualquier cosa que salga del canon previsible de su súper héroe arácnido favorito, al cual le perdonan todo y aceptan sus deslices creativos, como forjar una franquicia que es puro servicio. En tal sentido, la armada ha montado una nueva inquisición digital contra Morbius, apelando a argumentos de perfección y pureza que no emplean cuando las papas de sus personajes amados, pues queman y pasan aceite. Como todo este mundito geek, me da absolutamente igual y no me interesa, he visto Morbius como un filme que intenta sanamente recuperar un género maldito y cuasi extinto como el de los vampiros, modernizando la herencia de Nosferatu, Drácula y Entrevista con el Vampiro, con el gusto por las superficies glam y los contrabandos queer de los años ochenta, en modo de The Hunger con un David Bowie que buscaba a sus víctimas en las discotecas.

La gente como que no le tiene paciencia a los giros de otros géneros, como el de vampiros, y entonces uno ya no sabe qué es lo que desean que cuente y cómo, una película como Morbius, superapegada al espíritu de los cómics con ligeras transgresiones.

Tampoco se entiende mucho el hate contra Leto, que es un actor tremendo del método, y que aquí hace los deberes como un Doctor invalido y afectado por la diálisis. Menos se han detenido en analizar las repercusiones subtextuales del guion con el mundo actual de las epidemias provocadas por experimentos, y las luchas intestinas de dos titanes del privilegio, por chuparle la sangre a los eslabones débiles de la cadena, en aras de perpetuar su poder e inmortalidad.

Así que reivindico a Morbius como un filme discreto y seguramente imperfecto, que cumple con dinamitar ideas y refrendar a un género que siempre fue así de placer culposo o de transmisor de contenidos subversivos que exponen a la sociedad de consumo.

Otros dos titanes con complejo de grandeza, se debaten a muerte, como Caín y Abel en el apocalipsis de la Gran Manzana. Uno goza con seducir y ser Casanova inmortal como Drácula. El otro sufre por encontrar una cura colectiva, aislándose en el deleite narciso de la hinchazón de su cuerpo.

La película nada menos que nos habla de nosotros, jugando a ser dioses con tratamientos y sacrilegios científicos, para vernos lozanos y jóvenes por siempre.

Así que Daniel Espinoza, el director, ha logrado ventilar un punto válido, a mi entender. Me recuerda a los trabajos incomprendidos de John Carpenter, demasiado crepuscular y hawksiano, como para que el consenso de la crítica aceptara la minoridad de sus apuestas.

Me conformo con una notable secuencia de baile, y con el homenaje trágico a Dallas Buyers Club, de un Jared Letto que sufre de “body horror”, evaporado por una nube de murciélagos en lugar mariposas.

Contiene dos secuencias poscréditos y una la rompe, introduciéndonos al monstruo del “Buitre”. Recuperación de un Michael Keaton que goza en autodesmitificarse delante de las cámaras, como una secuela mutante de Birdman.

Vayan a verla y no crean en las campañas que la matan por una sola calle, en los criterios esnobs de youtubers que se tapan la nariz en sus reseñas, como si se tratase de evaluar una película, nivel Cannes.

El marvelismo ha llegado lejos, y se ha creído el cuento de su superioridad intelectual.

¡Es tan solo una de vampiros, muchachos!


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