Parece que todavía no asimilamos políticamente el fenómeno de la diáspora, por masiva que fuere, además, apegados a una amable denominación que evita ciertas precisiones técnicas para facilitar determinadas realidades migratorias. La creímos una circunstancia muy efímera, sobre todo en la etapa interinaria y sus distintos trámites, pero ya y tan cadenciosamente nos percatamos que el simple reemplazo del régimen que nos aqueja, no será suficiente para generar  confianza en la ruptura y transición, o viceversa, estimulando el regreso a casa de nuestros hermanos.

El venezolano promedio que ha incursionado en los vastos territorios del extranjero ha convertido el trabajo responsable y honesto en su mejor credencial, dando el testimonio del quiebre necesario con la mentalidad rentista que legitimó esta experiencia socialista.  Incluso, sabe que la prole no tendrá las facilidades académicas que Venezuela le concedió a propios y extraños muy antes, por ejemplo, laborando por más de diez horas diarias con una creatividad y tenacidad admirable, profundamente indispuesto a una consideración banal de nuestros problemas, aunque obra reciamente el prejuicio antipartidista que heredamos de las antiguas dictaduras.

E, igualmente, conocemos que una minoría de nuestros coterráneos expone una conducta indeseable, propiciando las injustas reacciones xenofóbicas que facilitaron el ascenso al poder de Pedro Castillo, en Perú, por citar un caso. Y, aunque criminólogo y gobierno alguno son capaces de librar al mundo del delito, no es difícil colegir que el asunto también ha beneficiado estratégicamente los intereses del poder en Venezuela, acaso, propiciando la exportación misma del Tren de Aragua dándole un  obsceno giro al foquismo guevarista de décadas remotas.

Lo que va quedando acá de opinión pública, gracias a la (auto)censura y el bloqueo informativo, como lo poco que va generando allá, entre los coterráneos del exterior, privilegia la crónica policial, quizá reminiscente de las otrora páginas rojas de la prensa escrita, dibujándonos como feroces victimarios al sur del continente que contrasta con la muerte por ahogo, incineración y arrollamiento de los nuestros hacia el norte.  Algunas noticias llegan de las élites del exilio que residen en importantes capitales, dos o tres, en el mundo, en torno a aquellos que deshicieron las maletas por una larguísima temporada, olvidando la suerte de los más desesperados.

Hay venezolanos en perpetuo tránsito, demasiado lejos de tener un hogar y empleo estable, convertidos en un dolor de cabeza para los funcionarios maduristas que los desprecian al mismo tiempo que los pondern como un eficaz factor de desestabilización de la región. Fundamentalmente los caminantes atrapados en áreas fronterizas, como en la localidad de confluencia entre Chile, Bolivia y Perú, vulnerables a las enfermedades, con niños desescolarizados, asediados por los coyotes, empuñan las maletas más ligeras ante la mínima posibilidad de avanzar: escaso el tiempo disponible, aguzadas todas las habilidades de supervivencia, a duras penas se comunican con familiares y amigos para transmitir el testimonio de una existencia en vilo, distantes de las grandes agencias noticiosas.

Compleja, demasiado compleja la agenda presente y futura de los nuestros allende las fronteras que ameritan de una novedosa y decidida valoración política y la más adecuada, como prudente, orientación de los partidos de comprobada vocación democrática.  Importante la sensibilización y el sufragio efectivo para las venideras primarias, y no menos lo es la neutralización de los agentes oficialistas que seguramente cumplirán objetivos de confusión y desaliento, u otros muy específicos, porque la dictadura que se afinca sobre Venezuela tiene una vocación y conexión transnacional.

Los nuestros tardarán en rehacer las maletas, aunque debemos alinearlas para asegurar el previsible desarrollo institucional de unas relaciones con el país que, una vez reconquistadas las libertades públicas, se traduzcan en un ministerio sin cartera para atenderlos de un modo real y práctico, o conferirles la correspondiente representación parlamentaria de acuerdo con una determinada tendencia universal. Por lo pronto, absolutamente decapitado el servicio exterior venezolano, muchos de nuestros compatriotas están llamados al futuro desempeño de responsabilidades diplomáticas y consulares que serán, o deben ser, convincentemente de Estado.

@luisbarraganj


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