A menudo me lo preguntan. ¿Qué hace una científica como tú en un sector como este? ¿Cómo es posible que una biotecnóloga leonesa, doctora en Biología Molecular, que lleva doce años dedicándose a la investigación del cáncer, sea nombrada astronauta de reserva de la Agencia Espacial Europea?

Mi trayectoria profesional parece estar a años luz del sector espacial y, sin embargo, no es un caso de intrusismo laboral. Tal vez, por haber llegado como forastera, soy especialmente consciente de la importancia de traspasar fronteras y la primera en cuestionarse el propósito de todo esto. ¿Qué le espera a un astronauta cuando se nos asigna una misión? ¿Por qué la exploración espacial humana es importante para la gente en la Tierra? ¿Es acaso el polvo de estrellas que compone al ser humano razón suficiente para salir de nuestro planeta y explorar el universo? Mi conclusión es que existen cuatro razones de peso para atravesar esa ‘última frontera’: el avance en el conocimiento, el impacto en la economía, el potencial de inspiración y las oportunidades de cooperación global. Profundicemos en estos puntos para convencer a quienes, como yo, son ajenos al sector espacial.

En cuanto al conocimiento, empezaré explicando por qué es interesante realizar investigaciones en el espacio. No todo el mundo sabe que los astronautas en una misión espacial realizan centenares de experimentos científicos. La ingravidez en el espacio revela fenómenos físicos que no se observan naturalmente en la Tierra, presentando oportunidades antes inimaginables. Como resultado, hemos logrado avances significativos en campos como la astronomía, astrofísica, meteorología y astrobiología, además de progresos en electrónica, ciencia de materiales, nanotecnología, energía, química, alimentación, botánica, genética, farmacología y psicología.

Debido a mi perfil científico, muchas personas me preguntan si sería posible realizar investigaciones sobre el cáncer en el espacio y si eso podría ser beneficioso. La respuesta es un rotundo sí. La microgravedad es un entorno ideal para avanzar en la investigación biomédica y el desarrollo de nuevos tratamientos. Algunos ejemplos ilustran esta afirmación: los modelos de cáncer conocidos como ‘organoides’ se producen con mayor facilidad en microgravedad. Además, algunos tratamientos para cánceres como el melanoma o el cáncer de pulmón, aunque eficaces, no se disuelven fácilmente en líquido, obligando al paciente a recibir tratamiento intravenoso durante horas. En microgravedad, es posible obtener suspensiones cristalinas de alta calidad que pueden administrarse en una sola inyección, haciendo el tratamiento más cómodo para los pacientes y reduciendo significativamente los costes. Y hablando de costes, pasemos a otro punto crucial que justifica la importancia de la exploración espacial humana: la economía.

Antes de abordar este tema, es importante reconocer que el espacio está más presente en nuestra vida cotidiana de lo que podríamos imaginar. La tecnología espacial nos ayuda a entender mejor nuestro mundo y a vivir de manera más cómoda en él. La navegación por satélite nos permite ubicar lugares y utilizar mapas en nuestros teléfonos. La observación de la Tierra a través de satélites facilita la vigilancia de catástrofes y las predicciones meteorológicas. Los vuelos espaciales son una motivación pacífica que contribuye al desarrollo tecnológico y al conocimiento, ofreciendo soluciones innovadoras a problemas comunes de la Tierra. La investigación espacial ha dado lugar a avances que impactan significativamente en la vida diaria, que pasan por nuevas fuentes de energía y combustibles, avances en microelectrónica y comunicaciones, dispositivos ópticos mejorados, nanomateriales, tejidos innovadores, biosensores, métodos de diagnóstico y fármacos. Algunos ejemplos cotidianos van desde las cámaras CCD de nuestros teléfonos móviles hasta la ropa deportiva antimicrobiana y antiolor; desde los sistemas de purificación de agua hasta las aspiradoras portátiles sin bolsa.

Los beneficios de la exploración espacial se expanden más allá del sector espacial y repercuten en la economía en general, contribuyendo al Producto Interno Bruto. Por ejemplo, el programa Apolo de la NASA movilizó a 400.000 personas de 20 sectores diferentes de la economía estadounidense, creando una simbiosis entre los sectores público y privado que perdura en la actualidad.

Por supuesto, otro aspecto crucial está relacionado con la inspiración que despierta la exploración espacial. La curiosidad innata y el deseo de descubrir están arraigados en la naturaleza humana. Por ello, los astronautas son a menudo percibidos como una especie de héroes, personificando el espíritu del explorador. Es nuestra responsabilidad capitalizar este interés para involucrar a la sociedad, especialmente a las generaciones jóvenes, en la expansión de nuestros límites de conocimiento, para fomentar el estudio de carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) y promover valores de cooperación global.

Desde que fui nombrada candidata a astronauta, he experimentado el poder transformador de esta figura para motivar e inspirar a las personas. En mi caso, ser la primera mujer española elegida por la ESA ha contribuido a visibilizar a numerosas mujeres en diversas disciplinas. Esto proporciona ejemplos tangibles de talento femenino para motivar a los estudiantes de escuelas, institutos y universidades a perseguir sus pasiones. Además, ser seleccionada me ha brindado una invaluable plataforma para comunicar y divulgar la ciencia a audiencias de todas las edades, culturas y niveles educativos. Compartir las maravillas del espacio y los beneficios derivados de la investigación con el público es esencial para fomentar su participación y concienciar sobre su importancia. Es clave para asegurar el apoyo y la promoción gubernamentales en la inversión en ciencia. Los países más ricos no lo son sólo por invertir más en I+D+i, sino por haber priorizado estos campos en su desarrollo.

Por último, la exploración humana fomenta la cooperación mundial. La Estación Espacial Internacional (EEI) es uno de los mayores logros de la humanidad, fruto de una colaboración global sin precedentes entre las agencias espaciales de Estados Unidos (NASA), Rusia (Roscosmos), Europa (ESA), Japón (JAXA) y Canadá (CSA). Desde que se lanzó su primer módulo en 1998, más de 240 astronautas de 19 países han viajado a la EEI, que sirve como un laboratorio internacional en órbita moviéndose a casi 28.000 km/h y a una altitud de aproximadamente 420 kilómetros sobre nuestras cabezas. Alinear las misiones espaciales con los Objetivos de Desarrollo Sostenible permite abordar los mayores desafíos socioeconómicos y ambientales a los que nos enfrentamos hoy en día.

Enviamos humanos al espacio por la misma razón por la que exploramos y buscamos aprender sobre nuestro mundo: está en nuestra naturaleza. Investigamos por la emoción del descubrimiento y los beneficios de los nuevos hallazgos. Seguiremos explorando, yendo cada vez más lejos, desde la órbita baja de la Tierra, de nuevo a la Luna y, en un futuro, a Marte porque, como dijo el astronauta Frank Borman, «la exploración es, realmente, la esencia del espíritu humano».

Artículo publicado en el diario ABC de España


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