A Rawls no se le puede despachar en un artículo, y aunque dos todavía es muy poco, haremos un esfuerzo por concentrarnos, sola y únicamente, en su concepto de justicia social como base para el desarrollo de una sociedad equitativa, equilibrada y con buen orden, que es, además, el efecto de un Estado que se apellide Ciudadano.

En este sentido, nuestro tratadista plantea que para que eso sea posible debe el hombre estar en posición original, que significa tomar las decisiones sin una preconcepción definida, sin manejos ni manipulaciones para imponer decisiones y sin interés personal.

Así, la intención de la posición original consiste en establecer: “… un procedimiento equitativo según el cual cualesquiera sean los principios convenidos, estos sean justos (…) de alguna manera tenemos que anular los efectos de las contingencias específicas que ponen a los hombres en situaciones desiguales en tentación de explorar las circunstancias naturales y sociales en su propio provecho…”.

Para lograr dicho cometido, según Rawls, el hombre debe estar cegado por el velo de la ignorancia, es decir: “… no saben cómo las diversas alternativas afectaran sus propios casos particulares, viéndose así obligadas a evaluar los principios únicamente sobre la base de consideraciones generales …”. Es entonces, dejando a un lado los intereses que se pueden tomar decisiones en función del bien común. Sin elucubrar ¿cómo sería su beneficio personal en el asunto? ¿Cómo queda allí?

En resumen: la posición original se refiere a la toma de decisiones a través del velo de la ignorancia, donde sólo se pondera el bienestar de la comunidad.

Esto es así porque el sentido racional (rational choice) del ser humano siempre quiere sacar provecho personal a cualquier situación y es sólo bajo ese estado (de ignorancia) que llega a privilegiar a la sociedad en su conjunto, el bien de todos ante su propia individualidad: “…El velo de la ignorancia nos impide configurar nuestra visión moral de acuerdo con nuestros afectos e intereses particulares…”

En este sentido miramos objetivamente nuestra sociedad y nuestro lugar en ella: “…compartimos con otros un punto de vista común, y no formamos nuestros juicios desde una inclinación personal…”.

Uno de los planteamientos más importantes de Rawls es el llamado a recobrar el sentido de lo común – el mismo que se ha perdido en la mundanal viveza de la individualidad -, indispensable para este planteamiento. Ese que nos hace vernos en un cuerpo colectivo desde el reconocimiento mutuo en las relaciones interpersonales.

Es allí donde articulamos el pensamiento rawlsiano con el Estado Ciudadano, ya que es sólo institucionalmente, en esa unión Estado-Sociedad que se puede lograr que los ciudadanos en colectivo tomen las decisiones en función del bien común y con sentido común.

Es un ejercicio social a través de un poder público, poder ciudadano, que brinda herramientas de participación social, que le permite al ciudadano común expresarse, mediante: propuestas legislativas, cabildos abiertos, asambleas ciudadanas, consultas populares… De esa forma son las ideas, sueños y necesidades de la sociedad las que se imponen a la de los cogollos. Donde la comunidad no es enemigo del alcalde o gobernador porque tienen una exigencia social, si no que por el contrario se entiende como una ayuda o apoyo mutuo.

Pensamos que es este el cambio que necesita un país como Venezuela, porque hasta ahora ha estado en manos de las élites que han minimizado a la sociedad. Y esto no es de ahora, desde siempre. Por ello, la sociedad venezolana cuenta con rasgos culturales que le impiden crecer con equidad.

Sobre este último punto traigo a colación a Rafael Cartay, que en Fábrica de Ciudadanos nos refresca con opiniones de venezolanos de renombre como Pérez Bonalde: “…en Venezuela solo hay dos negocios buenos: el primero, salir del país; y el segundo, no volver jamás…”; Laureano Vallenilla Lanz, que hacía referencia al predominio de lo individual frente al colectivo; Carlos Capriles Ayala, quien considera que el venezolano no tiene ninguna cualidad, pero sí muchos defectos.

Otros analistas y estudiosos del comportamiento del venezolano como Roberto De Vires, nos identifica con el hedonismo y el placer; Axel Capriles, sostiene en la Picardía del venezolano, su tesis del individualismo anárquico, en el gusto por lo ilegal; yo, en mi tesis de grado hago alusión al individualista utilitarista, como un producto histórico.

Esto nos trae a la memoria frases lapidarias como la de como la de Romero García «Venezuela es un país de nulidades engreídas y reputaciones consagradas» y la del personaje Eudomar Santos «como vaya viendo vamos viendo», siempre en la improvisación, de Ibsen Martínez en la telenovela Por estas calles.

Como consecuencia de esa cultura ha quedado muy claro en el imaginario colectivo los estereotipos de cómo el de jugar a vivo, la improvisación, donde más vale un amigo que la ley, la gente salta cualquier norma o persona para conseguir un logro inmerecido, privan los antivalores de la improvisación, el oportunismo… ponme donde hay, cuánto hay pa’ eso…

Por ello, a nuestro juicio, la sociedad venezolana busca su superación en su familia como ejecutora de sus políticas asistenciales (Luis Pedro España) y en la práctica de la viveza, arquetipo del pícaro, donde las normas no son considerados valores ni instrumentos funcionales (Axel Capriles).

Cambiar esta realidad nos conduce necesariamente a la conformación de un Estado que tenga como norte la organización y el fortalecimiento de la sociedad, para que logre fuerza y expresión. Con ello, el planteamiento rawlsiano no sólo abona a la construcción de una sociedad ordenada con cuerpo social, sino a la consolidación de la democracia participativa y protagónica, con la que cuenta Venezuela en su texto constitucional.

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@carlotasalazar


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