En una extraña pieza escrituraria del célebre poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre, se percibe en el cumanés un pragmatismo político posible de valorarse estupendamente en el ocaso del régimen tiránico que nos oprime en la actualidad.

No fue Ramos Sucre precisamente valorado en aspecto político alguno. Por el contrario, sus estudiosos o admiradores (me cuento entre estos últimos) de su cuidadosa palabra poética buscan siempre soslayar su escaso compromiso con los adversarios del régimen dictatorial de entonces, por haber sido en buena parte copartícipe del régimen gomecista, como funcionario activo de la Cancillería y hasta representante diplomático. Pero no quisiera desviarme. En 1913 su artículo titulado «Ni el derecho ni la fuerza» aparece en El Tiempo de Caracas.

Y voy a lo que me interesa resaltar. El extraño texto sobre política resulta altamente pragmático. Precisamente traza la diferencia entre el uso de la violencia y el de lo estatuido por las leyes. Separa los grupos de creyentes: «Unos han tenido atención únicamente para los hechos que manifiestan el triunfo definitivo de la fuerza… otros, por el contrario, solo han encontrado firmes las situaciones adquiridas sin detrimento del derecho». Según su palabra sabia, ha resaltado: «…la victoria perenne de la fuerza». Pero, por «… causas de perfeccionamiento humano va prevaleciendo el respeto a la justicia». Muy inteligentemente se expresa: «… la historia prueba que ambas tesis… distan tanto de la absoluta verdad que ambas son ciertas». Y finaliza postulando su posición al respecto de un tema tan trascendente e interesante: «Si de algún modo se puede explicar esa estabilidad no será alegando que fueron justas o violentas, sino más bien que fueron oportunas, acordes con las circunstancias y condiciones existentes».

Ahora bien, nuestras actuales «circunstancias y condiciones» de secuestrados por una tiranía criminal que no considera ley alguna como válida, permite bien pasarse por una pregunta: ¿Cifraremos en la «legalidad» del voto las circunstancias del desenlace? ¿En un voto tan castrado como toda la supuesta institucionalidad que rodea al sistema electoral viciado en este momento? ¿O la opción es, debido a las mismas circunstancias, buscar resolver por el uso de la fuerza el desplazamiento para la reconstrucción cívica? Por estos mismos planteamientos se pasearon líderes políticos de partidos importantes por 1957. Resultó gananciosa la que aplicó con mayor rigor y destreza lo oportuno, lo circunstante. La que dejó de lado, momentáneamente, «… narraciones piadosas (que) objetivan las enseñanzas de la moral cristiana». Procedieron. Toca pues proceder.


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