Foto RTVE Noticias

Contrastando con el régimen y sus delincuentes, los que ya son de un amplio conocimiento internacional, llegó Rafael Cadenas a España para compartir un profundo mensaje de libertad. Concedido el Premio Cervantes, el venezolano de bien más universal de la actualidad, dijo sentirse abrumado por el extraordinario reconocimiento a una obra escrita y a un testimonio de vida que no las ha entendido fuera de la enseñanza, y nos emocionó al evocar a la universidad como referente del pluralismo que puede salvarla, particularizando sus sentimientos con la Central de Venezuela y sus docentes, estudiantes y empleados, en el solemne acto de premiación.

Militante de la paciente disertación, con extrema sencillez, nos advirtió de la limitación y de la descomposición de la palabra frente a una realidad tan cambiante, urgidos de enriquecerla y devolverle su dignidad y prestancia. Entrelíneas, sugestivo y desafiante a pesar de su confesa modestia, nos emplazó a superar esa universidad del adoctrinamiento que la fulmina, a favor de otra que requiere de la palabra misma para su defensa no menos militante frente a los eufemismos que la pueblan y los oportunismos que la asedian.

Nada casual fue el gesto hacia Sergio Ramírez, en quien sintetizó los problemas que la palabra misma confronta en este lado del mundo. Quiso Cadenas hacerse también preciso y conceptual, evocando a varios autores, pero no encontró mayor exactitud que al expresar y compartir vivamente la solidaridad con el perseguido y los perseguidos de un continente que se multiplican a través de los 8 millones de venezolanos regados por el globo terráqueo.

El discurso del bardo larense constituye una sencilla cátedra de libertad y de honestidad a la que aspiramos profundamente, día por día, ante la perversa pedagogía del régimen de los antivalores. Resulta imperdonable que las nuevas generaciones no sepan de quién las ha defendido y las defiende, profesando el aula superior, so pretexto de una brecha generacional que interesada y calculadamente amplía esa suerte de psicología de guerra que nos aqueja con sus sobredosis de tristeza y pesimismo.

Imposible que el país no se reconozca en un discurso, como el de Cadenas en Alcalá de Henares, por lo que debemos agotar nuestros mejores esfuerzos por su difusión. Y ello incluye a las pretendidas élites del extenso instante que nos aprisiona, convertidas en un eufemismo.

@Luisbarraganj


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