La “perversa entente” gubernamental espuria, corrupta, falaz e ineficiente que tomó por asalto el poder en nuestro país, ha gobernado de la peor forma posible. El régimen, a través de sus múltiples errores, planificadas equivocaciones, intrigas, violencia desmedida  e infamias, ha generado en el ánimo de la población gran desconfianza, escepticismo y la impronta de un presente y un futuro, inciertos, azarosos e inconvenientes que han erosionado y profundizado el deterioro de la calidad de vida de la gran mayoría de la sociedad venezolana.

Con sus recurrentes desaciertos el régimen ha convertido a los ciudadanos de este país en una sociedad que, hoy por hoy, carece de todo lo necesario para vivir dignamente. Una sociedad que se ha vuelto suspicaz hasta lo indecible y que sufre a diario la mayor perversidad del régimen: haber destrozado el poder adquisitivo del ingreso de los venezolanos y no hacer nada ante los desequilibrios crecientes y recurrentes de las variables económicas que destruyen e impiden el desarrollo del talento, la capacidad y la  aptitud para la exitosa realización y concreción de esfuerzos para alcanzar una forma de vida mejor. Igualmente, es de gran perversidad gubernamental la actitud de rechazo y  bloqueo sistemático a la ayuda humanitaria que nos ofrecen desde el exterior países y organizaciones internacionales.

La irresponsable inacción gubernamental para adoptar las medidas destinadas a morigerar y compensar las negativas consecuencias de la indetenible caída del PIB, una desbocada hiperinflación, la creciente escasez de bienes de primera necesidad y medicinas y la falta de preparación para enfrentar las calamidades del covid-19 es, por decir lo menos, criminal. Hay que recalcar que las inevitables  correcciones que demandan los desequilibrios macroeconómicos son causadas, precisamente, por la extendida incapacidad administrativa gubernamental, por el malbaratamiento y robo de los ingentes recursos recibidos por el país y por las malas y equivocadas políticas que, en todos los órdenes, ha venido aplicando.

La actitud indiferente y negligente ante la hecatombe nacional, adoptada por el gobierno, ha tenido como únicos resultados: el establecimiento de más represión a los opositores y más  opresivos controles a la ciudadanía, encarecimiento y escasez de bienes y servicios, sobrevaluación de nuestro signo monetario, más corrupción, más falta de incentivos para la  inversión, más desempleo, aumento de la vulnerabilidad de la economía por hacerla altamente dependiente del comportamiento de las exportaciones y precios del petróleo y, por si fuera poco, mantiene abierta la senda a devaluaciones adicionales, como ya ha ocurrido durante los largos años en que han mal gobernado. Es decir, en lugar de solventar los serios desajustes económicos que padecemos, el gobierno, por el contrario, los profundiza y cierra las posibilidades de recuperación, lo que peligrosamente nos acerca, aún más, a la noción de una economía miserable, colapsada y un país fallido.

La ingente propaganda del régimen tiene como finalidad esconder la terrible realidad que los proventos que percibe no alcanzan para mantener el enorme gasto fiscal en el que incurre ni tampoco para honrar las deudas, y por eso, ladinamente enmascara la continua y masiva emisión de dinero inorgánico para financiar los déficits del gobierno central y las empresas del Estado y la fraudulenta venta de las reservas de oro depositadas en el Banco Central; acciones estas que ciertamente no le han resuelto los problemas que enfrenta sino que han alimentado la crisis que padecemos.

Por otra parte, pretende ocultar que sus desesperados intentos para obtener recursos  externos  han sido un estruendoso fracaso atribuyéndolo a las sanciones impuestas por la comunidad internacional; no obstante, todos sabemos que la verdadera causa es la profunda desconfianza que la visión económica y las innegables vinculaciones con el narcoterrorismo del régimen, condicionan negativamente la actitud de los eventuales financistas externos. Esa es la secuela de su incompetencia y la desestabilización funcional a la que sistemáticamente el régimen ha sometido a la iniciativa privada y al aparato productivo nacional y cuyos efectos se expresan en una recurrente caída del PIB, baja productividad, desestímulo a la inversión nacional y foránea, pérdida de empleos y de la capacidad competitiva de la industria y el agro, la desaparición física de muchas empresas, tanto por su vulnerabilidad operativa como por  las expropiaciones, y un enorme endeudamiento improductivo y dañino que no ha aportado nada positivo a la calidad del desenvolvimiento económico.

En el orden político, el terrorismo, el feroz e implacable acoso y persecución a la ciudadanía opositora y a sus organizaciones, las torturas, los asesinatos a mansalva, las muertes “accidentales”, el exilio, la desacreditación moral, las constantes amenazas, el engaño, la desinformación mediática y el ocultamiento y falaz adulteración de las cifras que evidencian las tristes realidades que vivimos, han sido otras de las malas prácticas con las que la “perversa entente” ha manejado su relación con la sociedad venezolana y, particularmente, con los millones de personas que le adversamos y que sufrimos a diario los embates y efectos perniciosos de la crisis creada por el régimen que destroza al país, amparado por un sistema de represión que se fundamenta en el encarcelamiento de sus opositores, su aislamiento e indefensión sin fórmula de juicio y sin el debido proceso y confinados en mazmorras obscuras, malolientes y antihigiénicas para producir la muerte lenta de los allí detenidos; en las desapariciones forzadas de personas; en las torturas físicas y morales de los retenidos y de sus familiares; en el escarnio público de los detenidos; en las acciones violentas e ilegales de los grupos oficiales y extraoficiales de apoyo al gobierno, que están integradas por una cáfila de delincuentes de baja ralea y que son realizadas impunemente con la complicidad de las autoridades y exacerbadas por la dirigencia “chavista-madurista”.

El que se fue, para no regresar nunca jamás, es el gran responsable de esta caótica situación. Los actuales segundones que conforman la “perversa entente” tratan, por todos los medios lícitos e ilícitos, de continuar gobernando, pero, ayunos de ideas y auctóritas y pletóricos de mentiras y banalidades. Por sus propias carencias no han podido ni podrán  superar la grave crisis que causaron. Salta a la vista que no están resolviendo los acuciantes problemas que padecemos, que su tiempo histórico ya pasó, que se han convertido en una pesadilla viviente y que ha llegado el momento en que deben irse del gobierno. Ya no les es posible seguir engañando al sufrido pueblo; y este, finalmente, se dio cuenta de que el modelo del régimen y el régimen mismo son una utopía perdida e insostenible que hay que desechar.


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