En su escrito “Judas Capitolino” Rufino Blanco Fombona describe a Juan Vicente Gómez: “Hombre de 50 a 55 años, es de regular estatura, ancho de espaldas, color terroso, nariz tirando a roma, pardos ojos pequeñitos y chinescos, pómulos salientes, orejas en asa, frente corta y huida”.

Señala Manuel Caballero en su ensayo “El hombre Gómez: Un retrato enemigo” que las características descritas no son obra del azar. En un entorno en el que no pocos intelectuales veían el arquetipo del pensamiento más egregio decantado a través de una figura de “facciones finas” y “frente amplia”, atribuirle a Gómez una frente “corta y huida” era cuando menos una forma sutil de cuestionar la inteligencia del gobernante andino. Por otro lado, hacer mención a los “ojos pequeñitos y chinescos” no era un juego de la fortuna. Como bien apunta Caballero, “el asiático lleva en sus venas, como imborrable maldición, el despotismo, léase Montesquieu y Hegel”.

Así, de forma bastante directa, Blanco Fombona definía a Gómez con una serie de estereotipos que bien pudieran caer dentro de los parámetros del racismo. Fue notoria la oposición de Blanco Fombona al gomecismo, y rescato su texto porque pienso que Blanco Fombona no estaba sólo en sus críticas físicas a Gómez, sino que por el contrario sus palabras formaban parte de un cuerpo de ideas que varios intelectuales de la época tenían sobre el gobernante militar, y lo que Gómez reflejaba para una parte del país.

Es curioso, sin embargo, que de todas las críticas que se le pudieran hacer a Gómez, una parte de sus adversarios políticos destine buena cantidad de páginas a cuestionar su fisonomía. Hagamos un alto en cuanto al tema de lo asiático por un momento. A Gómez se le endilga la característica de ser “asiático” no sólo porque lo quieren hacer ver como un ser despótico, el Genghis Khan del Caribe, sino que también, como bien destaca Caballero, Gómez representaba para sus críticos el “peligro amarillo”, la amenaza de que estas razas “inferiores” mezclaran su sangre con “la nuestra”. A todas luces los enemigos de Gómez alertaban algo terrible: se trata de un mestizo. A Venezuela la gobernaba un sangre sucia.

No albergo dudas de que el desprecio genético es una maldición de la política venezolana. En este contexto, me llama la atención que una parte de quienes adversan a Gómez, quienes además en reiteradas ocasiones -es un mantra de la teoría política venezolana- señalan que Venezuela entra al siglo XX con la muerte del general, se valgan de argumentos racistas para atacar al mandatario tachirense. Por supuesto, pudiera argumentarse que el siglo XX fue un espacio en el que racismo estuvo presente, y vaya de qué forma, pero no deja de ser paradójico que en el reverso del autoritarismo gomecista, parte de lo que se plantee sean ideas cercanas al desprecio por lo asiático, al mestizaje, al crisol cultural, por ejemplo.

Uno pudiera preguntarse si este entramado intelectual que criticaba a Gómez quería una democracia o, por el contrario, lo que realmente aspiraba era la llegada de un dictador que no fuera mestizo, o cuando menos, estuviera alineado con los intereses particulares de cada cual. Pienso, claro está, que hay mucha tela que cortar. Por un lado, existían varias facciones de personas que adversaban al general, y en esa diversidad también había múltiples pensamientos e ideologías. Por otro lado, necesario es reconocerlo, para esa época tampoco los venezolanos conocían lo que era un sistema democrático, con lo cual pudiéramos partir de un falso supuesto y de muchas premisas lucían incompletas para el momento en que se dieron los hechos objeto de reflexión.

Una paradoja mayor es que administraciones como las de Gómez y la del propio López Contreras fueron muy abiertas con el tema de la migración proveniente de Europa, el mismo continente en el cual algunos intelectuales (incluyendo a ilustres como es el caso de Rómulo Gallegos y el propio Blanco Fombona) pasaron buena parte de su vida, forzados por las circunstancias que en no pocas ocasiones provenían del tema político. Europa, a todas luces, representaba dentro de este contexto el bastión de occidente, la luz que alejaba la barbarie del despotismo oriental. Pocos años después, con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, muchas de estas premisas quedarían cuando menos en entredicho.

Gómez forma parte de nuestro pasado. Pero bien valdría la pena preguntarnos cuántas de las premisas sobre las cuales lo atacaron no siguen vigentes hoy día. Aunque no siempre se haga de forma expresa conviene preguntarse hasta qué punto nuestra dinámica política está guiada por una suerte de determinismo genético que algunos dirigentes toman como base para desarrollar su acción política. El tema no es menor, y considero que está más presente de lo que creemos, aunque se perciba de forma soterrada y en no pocos aspectos, constituya un tabú dentro de la sociedad venezolana. Tal vez por el hecho de que incluso los factores democráticos, a pesar de que cacareen muchas consignas de avanzada y progreso, también son presa de estas premisas y prejuicios.


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