Gustavo Petro tomó por cuarta vez sus bártulos para irse a visitar el Palacio de Miraflores en Caracas. El propósito esta vez era más concreto dentro del empeño integracionista que parecen albergar los dos mandatarios.

Pocos días después de su retorno de la cuna de Bolívar, la prensa colombiana reseñó que, entre otras ideas peregrinas, el mandatario cordobés llevaba dentro de su manga aquel viejo proyecto de poner a funcionar el gasoducto que existe entre los dos países para que Venezuela supla a Colombia parte del gas que es necesario del otro lado de la frontera.  Un proyecto de esta naturaleza era bastante más creíble y menos atrabiliario que aquello de “hacer inversiones conjuntas entre Ecopetrol y Pdvsa” para producir crudo en suelo venezolano.

Una primera reflexión necesaria en este caso es la poca preparación con que un Jefe de Estado se aproxima a otro para tratar temas altamente técnicos como el petrolero. Pero el asunto- hay que reconocerlo- es bien útil para fines políticos comunicacionales. Qué bien hablar de una integración energética entre los dos países en la hora actual. Para ello es preciso no tomar en cuenta que Petro, el adalid conservacionista del momento, es reconocido como el gran detractor de las energías contaminantes como el petróleo.

Pero es que llama la atención que sus asesores ni siquiera se hayan dignado a examinar con detalle la propuesta de la recuperación del gasducto de marras.   Haría falta que los conocedores de estos temas en la vecina Colombia investigaran seriamente la posibilidad de recuperación de esta vía desde el estado de destrucción en que se encuentra hoy por falta de mantenimiento y por vandalismo de las instalaciones, lo que no es otra cosa que el producto del caos de la gerencia de la estatal venezolana. Por otra parte es imprescindible examinar si es posible que quienes producen gas en Venezuela disponen de volúmenes para exportar a Colombia o si el precio que practiquen para transportar gas a los muchos kilómetros que los separan del otro lado de la frontera es razonable para quienes lo adquirirían.

¿Será que los asesores presidenciales colombianos son conscientes de que en el caso específico del Bloque Cardón IV en el Golfo de Venezuela, el más próximo a Colombia, la decisión de exportación de gas involucra es a las empresas Repsol (española) y a ENI (italiana), las cuales operan bajo licencia del Estado venezolano? .

Venezuela, de acuerdo con la propuesta colombiana, entregaría gas a Colombia a cambio del suministro de energías blancas de Colombia hacia Venezuela. Bien lo decía el analista Eduardo Mackenzie en un reciente artículo: “¿Transportar desde Colombia energía eléctrica a 800 kms de distancia es razonable en las circunstancias actuales? ¿El costo de esa operación no es enorme? ¿Esa energía no será más cara que nunca? Una de dos: Petro hace planes alegres, sin un respaldo econométrico, o ha develado un plan ilusorio sólo realizable dentro de unos 30 años”.

Como cada una de las geniales propuestas emanadas del gobierno colombiano de turno, esta tiene una enorme dosis de buena intención: la de una quimérica “asociación” entre Ecopetrol y Pdvsa que Nicolás Maduro aplaude como foca sin tampoco disponer de criterio para evaluarla. Pero ya lo dice un sabio adagio español aplicable a nuestro caso: de buenas intenciones está empedrado el piso del infierno.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!