La Casa de Nariño se ha trazado el objetivo de lograr que Venezuela sea incluida en la lista de países patrocinadores del terrorismo, que es revisada anualmente por el Departamento de Estado de Estados Unidos. La idea es sumarla, con su actual régimen usurpador, a quienes ya figuran en esta temida banda: Irán, Sudán, Corea del Norte y Siria

El abordaje de este tema trae consigo perspectivas distintas de análisis en función de quién es la parte más afectada. Y la revista colombiana Semana acaba de hacer un análisis periodístico que esculca los intereses de Colombia en primer lugar, lo que resulta completamente razonable por ser su protagonista. ¿Qué es lo que busca de entrada el gobierno de Iván Duque?

Nada distinto de poner su piedra para conseguir defenestrar a un gobierno que está causando severos daños a su país, como consecuencia de la alianza que ha desarrollado con las fuerzas del mal autóctonas, las que existen desde hace varios lustros en Colombia y que actúan en el frente del terrorismo y el del narcotráfico, conjunta o separadamente. La comandita con los venezolanos ha fortalecido sus crímenes y los ha vuelto refractarios al castigo colombiano, pues el tránsito fácil de la frontera y la protección que consiguen de este lado del Arauca esterilizan buena parte de las acciones en su contra.

Es necesario, sin embargo, mencionar que toda esta alianza binacional de narcoterroristas pone en jaque a uno de los más colosales esfuerzos llevados a cabo por la administración colombiana, que es el de conseguir un ambiente de paz para su país. El caso es que buena parte de lo que el gobierno emprende en cumplimiento del Acuerdo de Paz suscrito con las FARC en La Habana se topa con el infranqueable escollo del soporte que Venezuela les ofrece a los insurgentes colombianos que no se sometieron a esos compromisos. Lo mismo ocurre en el terreno del combate a la droga: la cuesta por desterrar el narcotráfico es cada vez más empinada para los vecinos colombianos porque el régimen de Maduro se usa como territorio de paso para otros destinos y los venezolanos han logrado armar alianza con importantes carteles mexicanos dedicados a estos mismos delitos.

Si Colombia alcanzara lo que persigue, una declaratoria del régimen de Maduro como terrorista por parte de los estadounidenses, lo descalificaría por entero dentro del espectro internacional. Muchas más sanciones de las que ya están en marcha en contra de los perpetradores de violaciones de derechos humanos vendrían a sumarse por parte de terceros países.

Así, pues, influir en el desmontaje de este gobierno, como aspira Duque, traería en principio un beneficio para Colombia, más allá del que proporcionaría al continente y hasta al hemisferio. ¿Y por qué no a la humanidad entera? Pensemos mal por un instante y daremos con la causa eficiente de la violencia desatada en Ecuador.

Pero no falta quienes vean el vaso medio vacío y razonan de esta otra manera: meterle el dedo en el ojo a Maduro como intenta hacer Colombia, mostrándole al mundo sus desatinos, violaciones de derechos y crímenes de lesa humanidad, pudiera ocasionar más pobreza y más éxodo venezolano que, en primera instancia, irá a parar al país vecino y a agravar más aún su situación. Dice Semana que “varios analistas internacionales han anotado que el gran damnificado de la inclusión de Venezuela en la lista negra podría ser Colombia”.

Ojalá que sean realmente “varios analistas” quienes piensan de esta manera y no la propia e influyente revista Semana. El caso es que a quienes así lo ven habría que aplicarle la máxima popular que los norteamericanos usan con frecuencia en estos casos: “You can’t have the cake and eat it”. O sea, uno no puede comerse la torta y al propio tiempo quedarse con ella.

A la Casa de Nariño le toca, en justo análisis, hacer lo que viene haciendo: contribuir, por una vía legítima y justa al derrocamiento del dictador venezolano, y asumir los colaterales que ello pueda producir. Las aguas regresarán a su cauce una vez ello haya ocurrido.

Imaginemos por un instante lo terrible que habría sido que Michelle Bachelet pensara que su informe sobre violaciones de derechos echaría más leña al fuego en lugar de desenmascarar, como lo hizo, al gobierno criminal de Maduro…


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