Nicolás Maduro inició el año 2024 con una entrevista concedida al complaciente periodista español Ignacio Ramonet, que dejó por sentado que este es un año de elecciones presidenciales en Venezuela que ensanchará aún más una brecha peligrosa a lo interno de la composición del poder en el PSUV, cuando afirmó que es muy pronto para asegurar si él será el candidato de la aturdida, desprestigiada y mal llamada “revolución bolivariana del siglo XXI”

Con perspicaz audacia estableció la no dependencia a Diosdado Cabello, para la toma de decisiones inherentes al liderazgo del poder político en el país, relegándolo continuamente a ser el número 2, por lo menos en el imaginario colectivo, porque en la realidad existen muchos factores por encima de él a la hora de determinar los espacios. Hoy Diosdado Cabello está totalmente reducido a la conducción de un pésimo programa de televisión, aspecto que desde hace mucho han medido los ostentadores del poder político, económico y más aún los que equilibran el bloque militar en la FANB. Es notable el distanciamiento entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, el primero ha intentado extinguir la sombra de Hugo Chávez y construir su propia imagen de poder y el otro subsiste por los hilos que aún perduran del chavismo como movimiento social, aunque cada día más disminuidos.

No obstante, el madurismo imperante tampoco ha podido echar raíces, y quienes enrostran esa intimidad también sufren de delirios por alcanzar el poder en una nueva fase que pudiera significar un mayor entendimiento y manejo político internacional y en consecuencia mayores flexibilizaciones y libertades en el campo financiero, que serán vitales a la hora de acortar las grandes distancias sociales establecidas entre la población y el gobierno, constituyéndose en el rechazo mayoritario que hoy posee todo el chavismo/madurismo; sin embargo, para que sea posible experimentar un estadio de refrescamiento de esta naturaleza, definitivamente tendrán que apartar a Nicolás Maduro del poder, el desgaste que posee no admite remozamientos, su imagen internacional es la de un bárbaro, autoritario, cruel, iracundo, sórdido, negligente, déspota y corrupto, que ha destrozado los derechos humanos de toda la sociedad venezolana, e impulsado la migración forzosa de casi 9 millones de venezolanos, la más grande e impensable del planeta, así de monstruosa es la tragedia que él representa, aspecto que hace obligante hacerlo a un lado y probar con un nuevo rostro que simbolice un cambio notable en los rasgos de conducción del poder, pero esa posibilidad encarna un juego geopolítico de altas dimensiones donde La Habana posee prominencia en la decisión.

Ahora bien, algunos nombres se barajan en el círculo de oportunidades, y seguramente se verán obligados a decidir con prontitud, toda vez que en su mayoría la oposición ya decantó en María Corina Machado el abanderamiento presidencial, y aunque la oposición es variopinta y con visos de ambiciones desproporcionadas que los hacen presa fácil para las traiciones, suponiendo que se conquiste la habilitación política de MCM, aún habrá que esperar al menos 5 candidatos más desde el bloque opositor, no solo desde el sector alacrán sino también de la Plataforma Unitaria, estrategia que tiene mucho que ver con las capacidades del gobierno de dividir a la oposición, pero que también los pone en la necesidad de cruzar el río y decidir ante el país si es con maduro o sin él,  y si no es con él entonces ¿quién será el indicado?

Algunos nombres que adquieren mayores probabilidades:

Cilia Flores: para muchos el verdadero poder detrás del poder, quien ha tenido la habilidad para establecer acuerdos internacionales con Estados Unidos, desde la liberación de sus sobrinos sentenciados por narcotráfico internacional.

Delcy Rodríguez: dentro del PSUV, es considerada la figura de mayor profundidad a la hora de cambiar el enfoque económico de la administración del gobierno, y tener la habilidad para abrir cause para mayor inversión extranjera del país, y mayores libertades a los empresarios privados, representa el distanciamiento total del supuesto sistema socialista.

Jorge Rodríguez: es la figura clave del sostenimiento interno y externo de Nicolás Maduro, algunos lo describen desde un frio cinismo, a la hora de la toma de decisiones, pero es indiscutiblemente quien detenta la mayor confianza de Nicolás Maduro, relación que ha tejido a pulso de bisturí, logrando además sembrarse en el campo internacional como el gran negociador, es por mucho la figura de mayor peso, que incluso logro anular a Diosdado Cabello en sus maniobras en el sector militar.

Héctor Rodríguez: es una figura que siempre aparece en las coyunturas como un posible outsider que pueda lograr el entendimiento entre todos los sectores, y puede contar con el aval de Cuba, sin embargo a lo interno del gobierno y del PSUV, no es una figura arrolladora que represente fortalezas y victorias, al contrario está ubicado en una línea pesada de ineficiencias y perezas.

Solo resta decir que 2024 es un año de grandes desafíos para ambos bloques históricos y antagónicos de la política en Venezuela.

El chavismo/madurismo, deberá con urgencia establecer si se lanza al vacio en un posible suicidio, con la candidatura de Nicolás Maduro o cambian de jinete y modelo político económico, en un intento por preservar el poder o resistir en oposición con una hipotética entrega del poder a través de unas elecciones transparentes.

En cambio la oposición tiene el duro reto de acompañar a quien venció en las primarias, pese a ser una figura que encarna en su génesis la necesidad de distanciarse de todos los grupos que históricamente han dirigido a la oposición por la senda del fracaso, la división es el horizonte donde todos visualizan al bloque opositor lamentablemente.

La población con estas ineludibles características deberá elegir entre cambio o continuismo, en medio de estigmas trazados por una horrenda crisis que le ha tocado padecer.


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