Venezuela necesita de un presidente encarnado por un ciudadano que esté comprometido, por encima de todo, primero, con liberar al país de las tenazas de la dictadura que lo oprime. Porque si no logramos desatarnos las amarras de un régimen que ha conculcado los derechos humanos fundamentales, comenzando por el derecho primario representado en el ejercicio del voto, toda aspiración se reducirá a una quimera.

Requerimos de un presidente que actúe como un verdadero jefe de Estado, o sea de un estadista en el sentido pleno de la palabra. Que esté ganado a gobernar desde la base de un liderazgo compartido o colectivo, que deje atrás los esquemas de los caudillos seguidos por montoneras, al igual que esté curado de vanidades y nocivas posturas mesiánicas. Un presidente que gobierne con amplitud, sometido al imperio de la ley, decidido a no caer en reeleccionismos sino a promover la alternabilidad en el ejercicio del poder. Un presidente que tenga definido un plan de país, con una proyección de corto, mediano y largo alcance, y que haya sido fruto de un debate sostenido y plural, además de contar con el aval de un pacto de Estado suscrito por los representantes de las diferentes fuerzas políticas, gremiales, empresariales, académicas, estudiantiles, religiosas y culturales, que garantice su viabilidad.

Un presidente que sea capaz de reunificar a los venezolanos, partiendo de la premisa de que no habrá paz si anticipadamente no se impone la justicia para que no queden vestigios de impunidad en un país azotado por los más estrafalarios actos delincuenciales.

Un presidente que se dedique a tiempo completo a reconstruir la nación: sus instituciones, su seguridad jurídica, su tejido social, los servicios públicos caotizados, toda la infraestructura, desde la vialidad, acueductos, complejos eléctricos, sistemas de riego, embalses, hasta las plantas físicas educacionales y hospitalarias.

Un presidente que ponga en marcha planes sostenibles que permitan sacar a la ciudadanía de la pobreza, superando el escollo de la renegociación de la deuda externa, captando recursos financieros o divisas para dinamizar el moribundo aparato productivo ayuno de materias primas, resolviendo el drama de la inflación y de la incertidumbre monetaria que se desprende del desorden prevaleciente en el Banco Central de Venezuela. Un presidente que pase la página de la monetización del déficit fiscal, que le garantice a los venezolanos empleos permanentes, con salarios dignos que le permitan a las familias comer bien, seguridad y bienestar en todos los órdenes. Un presidente que esté resuelto a dejar atrás el mito de que “somos ricos porque tenemos petróleo”, admitiendo que la verdadera riqueza dependen del trabajo y del sacrificio colectivo. Que asuma un modelo basado en la economía solidaria de mercado, que se apoye en los conocimientos, en los avances de la ciencia y la tecnología, que coloque a la educación con calidad como la piedra angular de cualquier proyecto de desarrollo humano y económico de cara al futuro.

Necesitamos de un presidente que no esquive los desafíos implícitos en los grandes giros que se están produciendo en el planeta, que meta a Venezuela en el concierto de las naciones del mundo que buscan consolidar las democracias, cuyos gobernantes debaten sobre los cambios climáticos, la descarbonización, las energías alternas y la inteligencia artificial. Necesitamos de un presidente que esté consciente que tenemos bienes naturales no renovables que hay que explotar racionalmente para financiar con los réditos que produzcan la diversificación económica de un país que cuenta con miles de emprendedores agropecuarios, comerciantes e industriales, que solo piden oportunidades para hacer más grande a su país.

Necesitamos de un presidente que esté absolutamente comprometido a combatir la politiquería, a fumigar los focos contaminantes del populismo y de la demagogia y, sobre todo, a erradicar el vicio fatal de la corrupción, venga de donde venga. Esa es, para mí, la agenda pendiente a cumplir.

@Alcaldeledezma

 

 


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