I

Cuando la liebre y la tortuga comenzaron su carrera tenían una sola cosa clara: la meta. De otro modo no podían embarcarse en semejante competencia. Lo primero es siempre saber adónde llegar.

Quizás difieran en la ruta, pero lo que esperan es encontrarse en el punto final. La estrategia es otra cosa que puede ser diferente, y que por razones obvias no suele develarse, sobre todo cuando se teme sabotaje en el camino.

Ya sabemos cómo termina este cuento, pero también sabemos que los dos llegan. Y entendemos la sorpresa de la liebre cuando ve muy tranquila a la tortuga que la espera después de cruzar la llegada.

II

A pesar de las decenas de chinos e iraníes que entran a diario en estas tierras, el famoso coronavirus parece que no tiene ganas de llegar. Hay que darle gracias a Dios por esto, aunque existe casi la certeza de que no es así.

El régimen asegura que no se han detectado contagios. Otras fuentes dicen que apenas hay en el país 300 pruebas de diagnóstico que envió el Organización Mundial de la Salud.

Es un misterio el interferón cubano con el que pretenden tratarnos. Primero, porque los ciudadanos comunes no sabemos si realmente es el “único tratamiento”, como lo anuncian. Pero además porque viniendo de Cuba no genera mucha confianza.

Lo único que me queda claro es que algún estrellado del Ministerio de Salud, si no la propia ministra (de una de las familias más enchufadas de estos 20 años), decidió que los hospitales más alejados del área metropolitana eran los más indicados para las cuarentenas.

Lo que se le olvidó a la representante del régimen es que estos centros no solo están alejados sino casi abandonados. El de Coche es un hospital fantasma y el del Algodonal está a punto de desbaratarse.

Esperemos que el virus sea como la liebre, que se crea sobrado y no haga mucho esfuerzo para llegar a estas latitudes.

III

Mi admiración y respeto por todos los que salieron el martes a marchar en respuesta a una convocatoria opositora que les prometió una meta final más que inspiradora.

Sin embargo, el cambio de ruta estaba planteado desde el inicio, y no sé si sentirme engañada o protegida.

Insisto en que lo que debemos tener claro es la meta, el objetivo, lo que queremos alcanzar con estas movilizaciones. Cuando ya hace más de un año surgió el presidente interino, lo que más me llamaba positivamente la atención de su discurso era la claridad de lo que quería conseguir.

¿Qué hubiera pasado con la carrera de la liebre y la tortuga si a la mitad cambian la meta? No creo que hubiera llegado ninguna de las dos; la liebre se hubiera perdido en su locura y la tortuga lo más probable es que no hubiera cruzado la cinta.

El pliego de conflicto es una acción simbólica, o al menos así lo interpreto. Todos tenemos quejas. Pero no creo que sea pertinente decirle al Estado empleador que sus trabajadores tienen reclamos. Lo que queremos es el cambio del patrono.

No es la primera vez que lo digo, pero conscientemente quiero repetirlo: seamos claros con nuestros objetivos. Así nos aseguraremos de llegar a nuestro destino y con el apoyo de todo el país.


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