La llamada izquierda de América se ha consumido en la corrupción y el resentimiento. Entre quienes pretenden aprovecharse del hambre de sus ciudadanos, para sus enriquecimientos, se pueden mencionar casos como el de Lula da Silva, Cristina Kirchner, Evo Morales, Daniel Ortega, orquestados desde la estafeta de La Habana, así calificada por Rómulo Betancourt y liderada por Hugo Chávez. Al parecer, la situación señalada está culminando con la condena de los dos primeros, la destitución del segundo, la prolongada existencia del tercero, los desastres de Ortega y ahora con el improvisado «copia y pega” de aquellos, el señor Pedro Castillo, en la inestable política peruana, quien sin la astucia de la zorra, menos la dignidad de Alan García, está preso con su compinche Alberto Fujimori.

Toda una patología, digna de estudios y veamos ejemplos. Luis Piñerúa Ordaz perdió su elección presidencial en la Venezuela de 1978 por enfrentarse a la corrupción, era un peligro para los corruptos. Lula da Silva, condenado por corrupción, vuelve al poder, de manos de corruptos. Los Kirchner siempre lo fueron y Chávez llegó al poder, “luchando” contra los corruptos, para corromper a la sociedad venezolana, como Fujimori en el Perú. A este se suma Pedro Castillo, ahora su compañero de cárcel por los mismos hechos e improvisaciones. Al respecto cabe la pregunta: ¿Qué está pasando entonces en nuestra América con sus izquierdas? Esto nos remite a dos refranes: “Buscando a Dios y deseando no encontrarlo” sin olvidar que “No es bueno actuar a prisa, porque las improvisaciones son la madre de todos los errores”.

En atención a lo anterior, alguien ha dicho que el budismo señala que la tragedia humana estriba en la tendencias a construir un “yo” donde no hay ninguno y aferrarse a “él” y de acuerdo con las tesis políticas de Maquiavelo, la guerra no podía dejarse al azar, “estrategia y eficacia” serían fundamentales para un triunfo. De estos elementos ha carecido la llamada oposición venezolana que hasta el calificativo no les cuadra; mientras la abstención de la ciudadanía se ha impuesto, de tal manera, que prefiere convivir con el régimen que delegarlo en unos personajes que han abusado de sus impaciencias (alimentación, salud, educación, honestidad) para que algunos dirigentes suyos, se enriquezcan con el mismo régimen que aspiran sustituir.

Lo precedente no es una dura verdad, es una realidad. Los partidos políticos se quedaron sin militantes. A todos no se podían comprar. Una «clientela» a cargo de patrones electorales predomina, que en todo caso debiera sincerarse.

Las leyes electorales exigen, a tenor de la Constitución de Venezuela, rendir cuenta de sus fuentes de financiamiento. Pero esto no les conviene, comenzando con el partido militar. Y no han sido las circunstancias políticas las que han privado en cierto liderazgo, al negociar posiciones y prebendas como la de sufragar con fondos de Pdvsa al hoy Primero Justicia vs Voluntad Popular, su subsidiaria Monómeros a Un Nuevo Tiempo y la misma Pdvsa.

Así las cosas, el ciudadano Henry Ramos Allup usurpa a una Acción Democrática en la resistencia, quien, además, se ha convertido en autoridad inamovible del partido, mientras otra AD está obligada a rescatarse a sí misma para poder defender el legado de los líderes fundadores. En el mismo sentido, tenemos las franquicias de los denunciados diputados “CLAP”. A todas estas, cada vez es más oscuro el panorama de 2023. Pensamos que es hora de la sociedad civil organizada y estamos obligados a oírlos.

El caso peruano es una alerta de las improvisaciones que en Venezuela sería de pronósticos impredecibles.


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