El ejercicio de la política, como se sabe, es en mucho un asunto de percepciones. Y en ese sentido, Donald Trump ha logrado que se le vea entre los venezolanos como un tipo duro, resteado por Venezuela, capaz de intervenir militarmente para derrocar a Maduro, aunque sea por la vía de un dron disparado contra Miraflores.

La estructura democrática del poder en Estados Unidos no le pone las cosas tan fáciles a Trump como para que se decida así por así por una acción militar contra el régimen de Maduro. Y al hombre, a decir verdad, se le han ido viendo de modo más evidente las costuras de sus intenciones, mucho más a partir de lo escrito sobre él por parte de su ex asesor de seguridad nacional, John Bolton, quien contó que Trump ve a Maduro como un hombre “fuerte”, mientras que Guaidó es un tipo “débil», que está perdiendo poder. Y ya sabemos cómo le gustan a Trump los líderes autoritarios.

La percepción que los venezolanos tienen de Joe Biden, el candidato presidencial demócrata que competirá en noviembre con Trump, se remonta primero al hecho de haber sido Biden el vicepresidente de Barack Obama, quien, como también se sabe, tuvo la audacia (osadía, para algunos) de reanudar relaciones diplomáticas con Cuba, un poco a petición de sus colegas latinoamericanos que encontraba de cumbre en cumbre, que deseaban que Estados Unidos normalizara sus relaciones con toda América Latina, y así los complació.

Que Obama no le torció suficientemente el brazo a Raúl Castro, ni condicionó efectivamente la apertura de relaciones, es lo que parece. Los militares cubanos siguen manejando los hilos importantes de la economía cubana, lección que siguen sus hermanos venezolanos, y la represión interna continúa, a veces con más rigidez que antes. De Obama para acá, la crisis política, económica y social venezolana ha llegado bien al fondo, a un país con las condiciones de vida más precarias de todo el continente americano, con un régimen que no quiere cambiar nada, apoyado por Cuba en las áreas de inteligencia militar, métodos represivos y relaciones internacionales. Con esto, la percepción latinoamericana hacia Cuba debería haber cambiado. O hay que hacérsela cambiar.

¿Y qué ha dicho Biden sobre Cuba, si ganara la presidencia? Pues bien, el exvicepresidente dijo en abril, en Florida, que él regresaría a las políticas de Obama respecto a Cuba y revertiría las sanciones que le ha impuesto Donald Trump al régimen castrista. Obviamente, los venezolanos, al escuchar esto, pusieron el grito en el cielo.

«En gran parte, volvería», dijo Biden. «Todavía insistiría en que cumplan los compromisos que dijeron que harían cuando, de hecho, establecimos la política».

Trump reimpuso sanciones económicas a Cuba en 2017, restringió otra vez los viajes a la isla, que se habían relajado bajo el expresidente Obama, y abandonó en gran parte el compromiso diplomático con el país. Esas medidas fueron parte de los esfuerzos de su gobierno de presionar a Cuba sobre su historial de derechos humanos y su apoyo a Nicolás Maduro en Venezuela.

Biden declaró en Miami que haría un balance entre la relación con Cuba y las sanciones, para abordar el tema del respaldo a Venezuela. También dijo que la política de Obama de aumentar el involucramiento con Cuba condujo a fortalecer las relaciones en el Caribe y América Latina. «Esto es más que sobre Cuba, se trata de todo el Caribe y de todos nuestros amigos y aliados en América Latina», agregó.

En cuanto a qué hacer con Venezuela, las diferencias entre Joe Biden y Donald Trump no son tan pronunciadas.

De “todas las opciones están sobre la mesa”, y criticar las conversaciones de la oposición democrática venezolana con el régimen, propiciadas por Noruega, el gobierno de Trump pasó, a finales de marzo, a plantear el Marco para la Transición Democrática en Venezuela, un conjunto de propuestas muy parecidas a las llevadas por la misma oposición venezolana a aquellas conversaciones, que consisten en una serie de condiciones para que se lleven a cabo unas elecciones presidenciales libres y justas, sin que Maduro ni Guaidó participen en ellas.

Trump fue un poco más allá a mediados del mes pasado, cuando reiteró que le gustaría reunirse con Maduro, como lo había señalado John Bolton en su reciente libro, y tres días después aclaró por Twitter, aparentemente presionado por los senadores republicanos de Florida, Marco Rubio y Rick Scott, que solo se reuniría con Nicolás si fuera para negociar su salida del poder.

Biden, por su parte, se ha declarado contrario al diálogo con el régimen chavista y dice de Maduro que “es un dictador, simple y llanamente”. Respalda sanciones multilaterales más fuertes contra el régimen y aumentar las sanciones individuales contra aquellos que respalden a Maduro.

En materia de sanciones, sea justo recordar que las sanciones individuales contra personeros del régimen las inició Obama; primero, al firmar una ley aprobada por el Congreso al final de 2014, la Ley de Defensa de los Derechos Humanos y la Sociedad Civil en Venezuela, para aplicar sanciones económicas contra funcionarios venezolanos involucrados en la represión a las protestas de ese año, y luego, en marzo de 2015, emitió aquella orden ejecutiva que declaraba a Venezuela como un país que representaba una “amenaza a la seguridad nacional” de Estados Unidos , y ordenaba sanciones contra siete funcionarios gubernamentales, entre los cuales estaban el jefe entonces del Sebin, Gustavo González; Manuel Pérez, director de la Policía Nacional, y Justo Noguera, ex comandante de la Guardia Nacional.

Trump continuó esa política y llevó las sanciones a su máxima expresión, al dirigirlas contra Pdvsa y sus filiales, el Banco Central, limitar los negocios con Venezuela e incluso acusar de narcotraficantes, con recompensas millonarias incluidas, al propio Maduro y otros 14 funcionarios, con el ministro de la Defensa y el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, entre ellos.

En lo que mayormente se diferencian Biden y Trump es en el tratamiento en Estados Unidos al problema venezolano. Biden ha prometido extender un Estatus de Protección Temporal (TPS) a los venezolanos que busquen refugio en Estados Unidos, por la crisis humanitaria que sufre Venezuela bajo el régimen de Maduro. Alrededor de 200.000 venezolanos serían elegibles para beneficiarse de esa medida, según la Oficina Presupuestaria del Congreso. El gobierno de Trump la ha negado, a pesar de que parlamentarios demócratas y republicanos la propusieron hace un año. Alega que dado que los tribunales se han opuesto a la eliminación de los TPS para otras comunidades, el gobierno es contrario a otorgar este tipo de estatus, porque no desea que en general, lo temporal se convierta en permanente.

Los demócratas en campaña, especialmente en el estado de Florida, donde reside la mayoría de los venezolanos en Estados Unidos, han hecho del TPS una de sus principales banderas para promover la candidatura de Biden. El asunto es que nadie se sorprendería si Trump accediera a otorgar el TPS a los venezolanos, a escasos meses de las elecciones presidenciales, y así escarbar unos cuantos votos en ese estado electoralmente clave.

Es muy difícil que Estados Unidos, con Trump y más con Biden, se anime a enviar soldados a Venezuela. Biden dijo recientemente pensando en Venezuela, que Washington “no debería estar en el negocio de cambiar regímenes”. Irak todavía pesa mucho en la mentalidad norteamericana.

La realidad es que el apoyo internacional a la democracia venezolana y, por ende, a la lucha de los venezolanos por liberarse del oprobioso régimen chavomadurista, es y será siendo muy importante. Las sanciones individuales y el acorralamiento internacional al régimen seguirán teniendo peso. De hecho, el levantamiento de las sanciones fue la principal petición del régimen en las conversaciones auspiciadas por Noruega. De allí las interrogantes sobre quién será mejor para Venezuela, Biden o Trump.

Si Trump es reelecto, es dudoso que mantenga el mismo interés por Venezuela que ha tenido hasta el momento, siempre con ese fuerte olor electoral. Si gana Biden, el hacha de la guerra quedará definitivamente enterrada. Biden es más dado a actuar en mancomunidad con sus aliados occidentales. Trump, en contraste, evita tocar a Putin siquiera con el pétalo de una rosa y desprecia a sus aliados naturales. Putin, no sé si hay que recordarlo, es un aliado de Maduro.

Al final, si bien el apoyo internacional es una herramienta de mucha importancia en la lucha por la democracia en Venezuela, toca a los venezolanos librar las batallas necesarias para lograrlo, independiente de quien gane la presidencia de Estados Unidos.

@LaresFermin


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