Es un horror convertirse en entidades frías, de espalda a lo humano, simples seres banales, meros circuitos, sin alegría, menos que sombras, espectros de la historia, sin energía u autonomía, al servicio de fuerzas opuestas al carácter de la humanidad, bajo los senderos del implacable némesis; parece ser el destino del afán y aspiración de la carrera hacia el poder.

Sin embargo, los resultados tendrían que ser contrarios a esos patrones de conductas, pues siendo esta la meta, todo se reduce a ser menos que alimento, de aquellas formas que se ignoran que subsisten para el sostenimiento de estructuras decadentes, condenadas a desaparecer desde el origen.

Es importante recordar que para que nazca un nuevo modelo global, un sistema o una nueva estructura globalista, la anterior ha de desaparecer, y para que ese viejo modelo fenezca, deben expirar innumerables instituciones y formas en la sociedad de naciones; es precisamente esto lo que viene sucediendo en todo el sistema internacional.

Pero no sólo desaparecen las instituciones, sino millones de empleos, lo que hace el asunto más difícil todavía, cuando se revela que las intenciones de reducción de la población no eran frases sueltas, al aire, lanzadas por frikis de la información, sino que es el mensaje ya no tan oculto, no sólo de los últimos documentos desclasificados del siglo XX y lo que va del presente, sino que es el mensaje sobreentendido, la impronta de todo el programa social internacional, puesto en marcha desde el siglo pasado, que hoy más que nunca se hace pública su difusión global.

Programa globalista, al que todos se repliegan, sin darse cuenta de las nefastas consecuencias, donde nada se podrá hacer cuando los efectos del nuevo orden les derrumben todo lo construido por décadas de voluntad, e incluso siglos de trabajo y esfuerzo; con todo lo planteado, no se está haciendo alusión a asuntos básicos como el ciclo de la vida, sino de cosas más complejas, tales como sociedades, empresas, estructuras, corporaciones, emporios, centros financieros, que no logran alinearse con los planes del tsunami, los movimientos telúricos que están sucediendo y siguen siendo difíciles de pronosticar, tanto en la naturaleza como en el contexto social.

Sucedió en la primera ola, así en las sucesivas, como lo narró de manera predictiva el autor del best seller La Tercera Ola, sólo que esta vez al igual que en las anteriores revoluciones tecnológicas, la fase del cambio viene precedida de quiebre y renacimiento de un nuevo orden global. Donde serán muchas las sustancias que desaparecen, quedando solamente nuevas formas, numerosas vacías, para tener una idea más clara, quedarán muchas proteínas huecas.

Sin importar nada, ni siquiera un ápice, los esfuerzos que están siendo echados por la borda en la nave, donde está cimentado todo el edificio en que descansa la civilización; recordando que la pastilla utilizada como alimento para la tripulación del espacio pudiera ser el alimento del futuro, como incluso ya viene sucediendo, puesto que los valores energéticos de los alimentos, no suplementan los requerimientos diarios que necesita una persona para funcionar de manera óptima.

En definitiva, las personas no tienen elección entre la pastilla roja o azul de la psicología, es decir, de ser conscientes o inconscientes de lo que sucede, sino que por la dirección que lleva la población mundial, en el futuro se consumirá la misma pastilla para múltiples estados de conciencia, es decir, para todo y todos.

En el mismo orden, no se pretende estar contra los procesos evolutivos de la ciencia y de la sociedad, sino prevenir que, el enfoqué y diagnóstico que se viene dando, no es el adecuado para la vida y el desarrollo de la humanidad, ya que, está basado en conceptos del positivismo dialéctico y un materialismo idealista, sin espíritu, que trae entre sus propuestas la extinción de la libertad, para evangelizar algo que no es vida, sino supervivencia.


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