El pasado jueves 20 de abril sería el centenario de quien fue apodado con justa razón el Rey del Timbal, Ernesto “Tito” Puente. Lo que sigue a continuación es el relato de lo que viví en la última presentación que hizo este excelso percusionista en la ciudad de Nueva York.

Después de planearlo por mucho tiempo, finalmente lo decidimos: “Vamos a Nueva York en abril del año que viene”. Era el final del año 1999 y toda la locura del Y2K nos hizo dudar por un segundo: ¿y si no hay Nueva York cuando termine el año? El 2000 entró y siguió adelante, y el fenómeno del Y2K murió como una de las grandes farsas de la historia de la humanidad. Llegó abril y con él, nuestro momento de viajar. Mi hermano Rafael, mi mamá Ana E. y yo tendríamos este viaje familiar de adultos, como los que hicimos tantas veces cuando éramos nosotros dos unos niños. En esa época era costumbre cada vez que alguno de nosotros iba a la Gran Manzana, chequear el calendario de presentaciones en vivo de las grandes orquestas de siempre, o de cualquier otra que prometiera la participación de buenos músicos que vivieron la época de oro de la salsa en Nueva York. Lamentablemente, en los tiempos que corren, ha disminuido de manera considerable la oferta y ya no hay tantos lugares ni orquestas presentándose en vivo como hace 20 años. Sin embargo, se mantiene como el último de los mohicanos y sigue siendo una fija ir los domingos en la noche al Birdland a escuchar la Big Band del gran Chico O’Farrill, ahora dirigida desde el piano por su hijo Arturo.

En ese abril del 2000 se presentaba el día 17 la orquesta de Tito Puente junto a los Papines de Cuba en el S.O.B’s (Sounds of Brazil). En este viaje uno de mis objetivos era comprar una cámara de video, porque ya la empresa de la manzana comenzaba a vender la idea de que cualquiera podía editar videos en su computadora a partir de la revolución de la edición “no lineal” que cambiaría al mundo del cine, la televisión y el contenido para siempre, lo que trajo por ejemplo la aparición de la plataforma YouTube que arrancaría formalmente en 2005 y que ya sabemos en lo que se ha convertido.

Después de una intensa negociación en una de las tiendas de equipos de videos de los amigos del Medio Oriente en Times Square, compré la cámara que estaba buscando el mismo día del concierto. En la noche tomamos un taxi y nos fuimos al S.O.B’s. Pagamos el cover y entramos. Como decimos en Venezuela, en el sitio “no cabía un alma”, lo cual era de esperarse porque Tito Puente es probablemente junto con Eddie Palmieri una de las figuras más reconocidas de la salsa en Nueva York, a pesar de que ambos siempre renegaron del término. “Salsa es la que yo le pongo a los espaguetis”, decía Puente tajantemente cuando le preguntaban sobre el término asociado a la música.  Lo mismo dice aún Palmieri.

El caso es que Tito Puente era nacido en Brooklyn y desde casi comienzos de su carrera fue reconocido como el “Rey del Timbal”, un apodo comercial quizás relacionado con su dinámica ante el instrumento, de mucha vistosidad y perfecta para el show. Fue sin duda un emblema del latin jazz y a pesar de que no le gustara, una de las figuras más prominentes de la salsa en Nueva York. El otro atractivo del show era sin duda ver a Los Papines de Cuba, aunque esto era un platillo para los verdaderos gourmets de la música latina. Una agrupación dedicada a interpretar la auténtica rumba cubana creada por los hermanos Abreu a comienzos de la década de los sesenta.

Desde que llegamos nos ubicamos en un sitio que nos permitiera tener buena visibilidad para poder llevarnos el registro en video del concierto.  Llegado el momento, bajan las luces y una maestra de ceremonia hace la presentación de rigor en inglés diciendo más o menos lo que sigue:

“Sin más preámbulos…el hombre que ha puesto a la música latina en el mapa…un pionero que celebró 50 años de carrera el año pasado y quien se encuentra grabando actualmente un disco con Eddie Palmieri…El señor…¡Titoooo Puenteeee!”.

El maestro Puente entra a la tarima, elegante, con sus dos baquetas en las manos, le da un beso en cada mejilla a la presentadora al estilo europeo, acomoda el micrófono y saluda a la audiencia. Mientras él y los músicos se preparan, yo hago lo mismo con mi cámara. Comienza la orquesta como un camión, con un sonido arrollador:

“Babarabatiri coimbre…babarabatiri con cuá”

Qué sensación increíble y qué felicidad poder estrenar mi cámara con ese concierto. De pronto una mano toca mi hombro izquierdo una vez y a los pocos segundos una segunda vez. Había tanta gente que pensé que podía ser alguna pareja que bailaba emocionada. No le di importancia. Era más importante mantener la vista en la cámara. Una tercera vez, un poco más fuerte ahora. Quito la vista del visor, volteo a la izquierda y veo una montaña con ojos que me mira de muy arriba hacia abajo. Con su mano me hace una seña de “ven conmigo”. Era un enorme miembro de seguridad del local quien me pedía que lo acompañara afuera.  No entendía bien qué pasaba, pero presentía que no era bueno. Cuando salimos me dijo:

一¿Tienes autorización para grabar?

Por supuesto eso nunca pasó por mi cabeza. Decidí seguir el camino de la honestidad…

一¿Autorización? No ¿Hace falta autorización?

El hombre de seguridad me vio por unos segundos. Yo sabía que estaba en problemas. Incluso pensé que no me dejaría entrar de nuevo.

一¡Tienes que entregarme la cinta!

一¿Entregarle la cinta?

Creo que si me hubiera pedido que le dejara a mi mamá se la dejaba, pero ¿la cinta con Tito Puente? Casi con lágrimas en los ojos (qué papelón) intenté convencerlo.

一Casi no pude grabar nada… Es el único recuerdo que tendré de este viaje y venimos de muy, muy lejos… Le puedo dejar la cámara si quiere, pero no me quite la cinta.

El hombre me miró sin decir palabra. Finalmente se compadeció y lanzó su veredicto:

一Bueno… Entrégame las baterías, te dejo entrar con la cámara y te puedes quedar con la cinta. Te doy las baterías cuando se acabe todo.

Así lo hice y volví a entrar. El concierto fue increíble. Tanto la orquesta de Puente como Los Papines dieron una demostración inigualable de talento y buen gusto musical. Sin saberlo, todos los que estábamos esa noche ahí presenciamos la última presentación en vida del Rey del Timbal en Nueva York. Tito Puente murió apenas mes y medio después, el 1 de junio del 2000 a los 77 años en una operación de corazón de más de 17 horas. Esta última presentación en Nueva York fue una despedida como muchos artistas quisieran tener. El Rey salió por la puerta grande del castillo de la música.

Coda: Yo aún conservo el minuto que pude grabar de esa presentación, pero ante el vertiginoso avance de la tecnología estos últimos 20 años, ahora no tengo cómo reproducir ese minuto de Tito Puente fuera de mi memoria porque muy poca gente usa cintas mini DV hoy en día. Es curioso cómo este avance de la tecnología cambia todo a su paso. Ahora el hombre de seguridad de S.O.B’s tendrá otras labores ante la imposibilidad de detener la grabación de cientos de teléfonos sobre el músico de turno en la tarima. Videos que se suben en redes sociales y que los artistas celebran porque hacen que tengan más fama y más seguidores.


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