Expresar que este régimen sigue sistemáticamente arruinándonos y seguir en estado contemplativo o lamiéndonos las heridas, en modo alguno hará alguna diferencia por un largo e indeterminado tiempo. Los indicadores económicos, de manera especial el que refiere al PIB, referidos por Banca y Negocios, son desoladores y nos exigen reaccionar.

Hace poco menos de cuatro meses, ese espacio de opinión especializada, nos señalaba de una manera clara y sucinta este terrible tránsito hacia el abismo. Vale la pena reproducir algunas líneas de ese análisis. “En noviembre de 2020, Venezuela llegará a su tercer año de hiperinflación y en el cuarto trimestre elevará su marca catastrófica a 8 años seguidos sin crecimiento económico, como resultado de una crisis que se viene gestando desde hace cuando menos una década larga, como resultado de la exacerbación de políticas populistas que dilapidaron un boom petrolero de 8 años, junto con ataques constantes al sector productivo interno, que redujeron los niveles de inversión privada a menos de 1% del PIB anual. Venezuela es hoy uno de los países más pobres del hemisferio en función del tamaño de su población”.

Agreguémosle como agravante el pernicioso efecto de la pandemia en nuestra ya contraída economía y tendremos mayores razones para la angustia. Muchos dirán que en un cuadro como este las sanciones que el régimen ha ocasionado, pasan de ser disuasivas para convertirse en una parte más del problema que de la solución. Otros, por el contrario, opinarán que esas sanciones tendrán en poco tiempo un determinante efecto para la salida definitiva de un régimen que atado de manos se entregará o negociando la huida. Apuesta el régimen por su lado a tener el fuelle suficiente para correr la arruga, buscando oxígeno en un modelo chino o ruso tropicalizado, enmascarado en esa llamada Ley Antibloqueo. De allí que el asunto bien merece un detenido análisis por los entendidos en la materia.

Y es en ese trance cuando nos encontramos con un trabajo especial de investigación titulado “El impacto y la naturaleza real de las sanciones económicas impuestas sobre Venezuela. Crisis económica y social. Causas y consecuencias” del economista Manuel Sutherland, publicado por Provea. En el mismo, Sutherland hace un prolijo análisis, bien documentado, sobre los distintos aspectos del tema. En dicho trabajo refiere que la caída tan pronunciada del salario, la escasez de alimentos y medicinas, la falta de créditos internacionales, la caída de la producción petrolera, el incremento de los índices de mortalidad por motivos de salud ante falta de medicinas y atención médica, y el colapso eléctrico, son previos a las sanciones económicas más importantes acaecidas en 2017 y sobre todo a inicios de 2019. Se retrotrae incluso a 2006 durante el mandato del mismísimo Chávez. Las causas, entre otras, que originaron todo ese desastre se resumen en el rentismo, corrupción, incapacidad, opacidad administrativa.

Cuando se adentra el investigador en lo que respecta a las sanciones y sus consecuencias sociales, con énfasis en los derechos humanos y los grupos vulnerables, el estudio se muestra escéptico en cuanto a su pertinencia por el impacto negativo que tiene en las clases más depauperadas. Los datos que nos refiere son impresionantes. Alude a la comprobación de que en 67 países sancionados entre 1976 y 2012, las sanciones han tenido un impacto muy severo en el crecimiento económico; a que con base en un estudio de países sancionados entre 1914 y el año 2000, solo en 21% las sanciones fueron parte del éxito en una transición. Señala que en 65% de los casos las sanciones fueron abandonadas sin apenas conseguir sus objetivos; y que aún 14% de esas naciones seguía teniendo sanciones en el año 2000, sin producir cambio político alguno; y, específicamente, en el caso venezolano las sanciones ingresan cuando el país ya ha perdido alrededor de 30% del PIB, sus efectos pueden ser aún más graves para la población.

De nuestra parte, hemos sostenido el marcado criterio del desenlace por combustión interna, en el que las sanciones, incluyendo las destinadas a los responsables de esta pesadilla, juegan papel preponderante para una transición democrática. Hasta ahora la bizarría del venezolano ha sido excepcional, resistiendo a las penurias, la represión y persecución. Sin embargo, no basta. Es indispensable que nuestra clase dirigente encauce a ese pueblo espartano que espera mejores decisiones que una estéril consulta. Queremos formar parte de esa histórico índice estadístico del 21%.

@vabolivar


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