No se había vivido una crisis similar en los últimos 100 años. Un virus chino paralizó el mundo y con ello retó a todos los países a evaluar la globalización y el orden mundial, es decir, nuestra vida.

Para muchos es una exageración o un error asumir que esta situación es un hecho político o ideológico. Y aunque es verdad que en estos momentos necesitamos más salud que política, nada es casualidad. Con la pandemia también llegó la profundización de un mal que se ha ido propagando y que se llama comunismo. Regímenes con esta ideología han aprovechado la crisis para imponer sus ideales y para secuestrar aún más a sus ciudadanos.

El confinamiento es una excusa perfecta para reprimir las libertades individuales y acabar con el conocimiento, la innovación y el progreso. Hay dos opciones: o las sociedades exigen a los gobiernos invertir más recursos en la ciencia y trabajar más de la mano con las empresas privadas o se sientan a esperar la protección del Estado.

No es un secreto. El virus ha demostrado la capacidad de los empresarios y del capitalismo para responder a esta situación. El empresariado mundial ha respondido y aportado más recursos en la protección de los trabajadores de la salud y la mejora del sistema sanitario que los Estados, demostrando la importancia de las libertades económicas para los países.

El filósofo Fernando Savater dijo, el domingo en una entrevista para Ethic, que Hobbes explicaba que el miedo es una manera de que el Estado obtenga el control sobre los ciudadanos. Y coincido con el autor español en que esta coyuntura abrirá las puertas a que los regímenes aseguren que para estar a salvo hay que estar bajo su ala de protección.

Ante eso, creo que es necesario apelar nuevamente a las democracias. Esta lucha por la vida se ha convertido también en una guerra ideológica. El mundo tenía años sin sentir un miedo en común, los momentos similares más recientes fueron luchas ideológicas. Al igual que en momentos como la Guerra Fría o el ataque a las Torres Gemelas, tendrá que ganar de nuevo el mundo libre.

Muchos expertos dicen que el mundo no será igual y estoy de acuerdo. El mundo debe ser más libre, entender de una vez por todas que las crisis no son nacionales, que lo que pasa fuera de nuestras fronteras también afecta a nuestros países. Es una demostración de que no se puede abandonar a los ciudadanos en manos de comunistas porque siempre generan dolor y sufrimiento.

Luego de esto, las personas tendrán mayor conciencia de la libertad. Hemos entendido que la globalización es real, que somos iguales y que en consecuencia nuestras acciones deben ser consensuadas. De la crisis aprenderemos que no hay fronteras y que debemos luchar por un mundo más libre porque es la única manera de garantizar la existencia humana.

No es justo que las decisiones del Partido Comunista chino pusieran en riesgo a toda la humanidad. Por ello, el mundo debe ahora asumir un compromiso con la verdadera globalización y luchar porque todos los ciudadanos gocen de la libertad y no permitir que continúen regímenes que generan sufrimiento a sus poblaciones. De lo contrario, si seguimos construyendo fronteras e ignorando que hay sistemas políticos que mienten para someter a las personas, volverá una situación similar porque de los antivalores y la mentira no puede salir nada diferente.

Pero sin duda, Occidente y las democracias liberales de todo el mundo volverán a triunfar. Pero la estrategia debe ir más allá de ganarle al virus. Es garantizar la estabilidad del mundo basados en un nuevo orden mundial que tenga como centro la libertad individual para toda la humanidad.


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