Migrantes Venezolanos
Foto Archivo

Con los sucesos recientes del Perú, donde la movilización popular derribó a un presidente y determinó la sucesión de otro en tan solo una semana, registramos el imprudente ritornello identificado en las redes sociales, exigiendo la misma conducta al pueblo venezolano de dejar el conformismo y la quietud ante las tropelías del régimen que azota el pueblo venezolano.

Estas increpaciones al pueblo venezolano han sido la constante durante las movilizaciones que se han desarrollado a lo largo de 2019 y 2020 en el continente latinoamericano, bien sea en Bolivia cuando Evo Morales pretendió eternizarse en el poder mediante un fraude electoral, o en Ecuador las protestas en las calles ante las medidas económicas impulsadas por el presidente Lenin Moreno, o en Chile las movilizaciones que derivaron en la convocatoria a una asamblea constituyente para 2021.

Cualquier incauto extranjero pudiera compartir esa visión sesgada cuando la realidad ha sido otra. Si ha habido un pueblo noble, osado y valiente ha sido el venezolano, que se ha atrevido desde los inicios del siglo XXI a enfrentar a una camarilla gobernante de la peor especie, con uñas y dientes sin armas, exigiendo el cumplimiento de las conquistas democráticas consagradas en la Constitución.

Ese coraje le ha conllevado sufrir con sangre, sudor y lágrimas mediante acciones contantes y sonantes, desde 2002 cuando las movilizaciones de abril tuvieron tanto impacto que lograron echar del poder al entonces mandatario Hugo Chávez, aun cuando costara la vida e injustamente cárcel a decenas de venezolanos; luego, en 2014, murieron en las protestas medio centenar de jóvenes manifestantes, para posteriormente registrarse en 2017 la masacre de otros 140 en enfrentamientos desiguales de escudos de cartón contra tanquetas y armamento militar.

En ese contexto, la nómina de presos políticos, civiles y militares fue in crescendo, siendo sometidos a torturas salvajes, que les ha costado en algunos casos la vida, hasta alcanzar incluso cifras escandalosas de 8 centenas, disminuida recientemente con un centenar de liberaciones acaecidas por la presión internacional.

A esta tragedia se añaden tres hechos capitales: las muertes asignadas a la FAES de aproximadamente 2 millares de ciudadanos; el éxodo de más de 6 millones de venezolanos, quienes huyen despavoridos de la ruina y la miseria en la que se ha convertido Venezuela; y, finalmente, la pobreza general de 96,3% de la población, cifras que se agravan con los efectos del covid-19.

Ante este genocidio de dimensiones planetarias, ¿cómo le exigen al bravo pueblo que saque el pecho una vez más, estando lánguido, decepcionado y exhausto, prácticamente en agonía por los caminos de América Latina? La dirigencia partidista reclama que la gente no sale a la calle, como si antes no hubiera tragado gas del bueno en miles de movilizaciones, entre ellas las protestas de los gremios y sindicatos del sector público, quienes ven sus salarios y convenciones colectivas convertidas en polvo cósmico.

¿A quién se tendría que acusar de este apocalipsis que sufre la otrora nación próspera?

En primer lugar, al régimen dictatorial que oprime y manipula la población, que unas veces se viste de Alexander Lukashenko, dictador bielorruso que gobierna bajo el puño del terror; otras veces de repartidor de bonos del hambre de 3 y 4 dólares; otras de falso demócrata organizando elecciones fraudulentas; otras de presidente obrero, aun cuando pulverizó al salario, los convenios colectivos y los sindicatos.

Los otros señalados son las oposiciones de diferentes nombres, organizadores de derrotas, preocupados en ser parte de castings presidenciales e incapaces de generar un espacio común que represente a la nación oprimida, que incluya a todos los factores económicos, sociales y políticos en torno a la unidad nacional para reconquistar la democracia.

Por lo tanto, seguir hurgando en el cesto de la basura para culpar al bravo pueblo de la perdida de condición humana que ha trastocado nuestra historia nacional es ignorar las páginas de gloria que ha trazado el ciudadano. Lo otro es no reconocer los errores, de una dirigencia política a quienes el pueblo confió y entregó hasta la vida en busca de libertad y democracia y hoy se siente desconcertado y frustrado de su gestión.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!