¿Qué pretenden el clan madurista y la cúpula militar que lo secunda (¿o será al revés?) con su empeño de mantenerse en el poder a toda costa, violando la Constitución y las leyes que juraron cumplir y hacer cumplir? ¿Podría suponerse, acaso, que lo hacen porque se creen capaces de recuperar, en unos cuantos años más de gobierno, al país que han destrozado con su pésima gestión por más de una veintena de años? Ni pensarlo. ¿O será más bien que piensan que pueden imponer en forma indefinida en Venezuela, en contra de la voluntad nacional e internacional, el régimen absolutista, totalitario y hereditario copiado de Cuba?

A nuestro juicio lo que ocurre en realidad es otra cosa: que el clan madurista y la cúpula militar se encuentran atrapados en una situación crítica que ellos mismos han forjado. Están subidos a una gran bestia salvaje y no saben cómo apearse de ella sin que esta se vuelva y los devore. Después de tantos años de abusos, engaños, extorsiones, errores, represalias y despojos del patrimonio privado y público, el clan y la cúpula están sufriendo las consecuencias de sus desmanes: repudio generalizado, desconocimiento de su legitimidad, imposición de sanciones económicas y políticas, requerimientos judiciales internacionales de carácter personal que les  impedirán, cuando ya no tengan el poder, andar libremente por el mundo disfrutando de sus riquezas mal habidas. Eso entre otras represalias imprevisibles a las que se han hecho acreedores.

Siendo así las cosas, la oposición venezolana auténtica, formada por la mayoría de los venezolanos, la que ha mantenido su lucha sin claudicaciones, la que no ha dado la espalda a Leopoldo López, María Corina Machado, Julio Borges, Henrique Capriles, Antonio Ledezma, Juan Guaidó, Henry Ramos Allup y tantos otros dirigentes opositores perseguidos, difamados, inhabilitados y exiliados, pero no vencidos ni acabados, esa oposición repito, debe mantenerse firme en sus posiciones sin perder la fe y sin oír los cantos de sirena de quienes ofrecen soluciones consensuadas con el régimen, patrocinadas por este, que se hacen perdonar así sus antiguas posiciones opositoras para medrar en una falsa democracia amoldada a los intereses de la hegemonía chavista.

Se pueden aprovechar todas las oportunidades que se presenten en esa farsa democrática que se promueve si ello sirve para avanzar posiciones en contra del régimen, pero sin perder nunca de vista el fin último de la larga y sangrienta lucha que se ha librado por más de veinte años, que es la salida del régimen y la reconquista de la democracia. Esa opción está a la vuelta de la esquina, con el referéndum revocatorio del mandato presidencial estipulado en la Constitución Nacional que puede y debe ser activado en enero de 2022, cuando se cumpla la mitad del período presidencial usurpado por Maduro en las inválidas elecciones de 2018.

Se habla mucho de las elecciones regionales y municipales programadas para noviembre de este año, pero no se dice nada del referéndum revocatorio del año que viene. La falsa oposición, en boca de sus principales representantes, da por sentado que Maduro gobernará hasta diciembre de 2024, asignándole a este personaje una legitimidad que no tiene. En definitiva, ese ha sido el objetivo del clan madurista y de la cúpula militar en sus negociaciones con la falsa oposición: asegurarse tres años más de vida con la esperanza de que cesen las sanciones, mejoren las condiciones económicas y puedan salir de la situación en que se encuentran de la mejor manera posible.  Y ¿por qué no?,  que ocurra quizás un milagro que les permita cumplir su sueño de dominio vitalicio y hereditario como el cubano, que ha sido el modelo inquebrantable de la hegemonía chavista.


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