¿Perú se está arreglando? Frase cínica de la misma cosecha que el narcorrégimen ha aplicado para Venezuela. ¡Eso si, siguen lavando bello! Y es que los pobres no saben robar con tanta clase como lo hacen los expertos desde las altas esferas. Se despiertan así del sueño donde les hicieron jugar el papel de pendejos.

Hoy día se acabó el cuento del ceniciento peruano. Quisieron repetir la receta boliviana pero, curiosamente, el maestro de provincia no les salió tan cumplidor de las órdenes de los izquierdos, como querían los grupos extremistas que lo llevaron al poder. Tampoco los más moderados de la socialdemocracia  que lo apoyaron. Así comenzó a quedarse “más sólo que la una”.

Los odiadores de siempre, que odiaban a la Keiko Fujimori debido al origen de su poder político, por legado paterno que desde comienzos de los noventa del siglo XX  Alberto Fujimori les pasó la aplanadora; derrotando a Sendero Luminoso, grupo maoísta con fuertes vínculos con el narcoterrorismo.

Partidos derivados de la socialdemocracia del otrora fuerte APRA, por ejemplo, ya no podía esperarse mucho de ellos. El trágico suicidio del dos veces presidente Alan García decretaba que habían definitivamente perdido la calle. Los continuos escándalos de corrupción, y el manoseo de los tribunales de justicia como mecanismo persecutorio en sus luchas intestinas por el control del Estado, habían estado destiñendo constantemente las banderas de la democracia.

¡Cualquier parecido con cualesquiera otras realidades latinoamericanas, y aún más allá en casos mundiales, incluido el venezolano, son “pura coincidencia”.

Después del posfujimorismo, una esperanza la constituyó un hombre bien formado, y que pudo haber gobernado adecuadamente al Perú. Pedro Pablo Kuczynsky. Además de adinerado, por lo cual se suponía no hambriento de cometer robos  a la nación, este conocía bien la realidad económica que debía manejar. Apenas había iniciado su gestión, ya confrontaba las peruanas, y tan últimamente acostumbradas conspiraciones para mediatizar su poder presidencial.

El chantajismo parlamentario se ha impuesto nuevamente. No ha sido la sed de justicia lo que ha obligado a dejar el poder a los presidentes del Perú. No lo fue en el caso del presidente Kuczy, que se le hubiera descubierto un cheque pagado por una asesoría de su consultora, al tiempo cuando se manejaba como ministro de Finanzas del gobierno anterior. Fue el pase de factura del fujimorismo de Keiko, se afirma.

El compañero para una fórmula apropiada de Pedro Pablo Kuczynski, Martin Vizcarra, un hombre de tez morena y del interior del país, lucía perfecto para sucederlo. A este como vicepresidente, entonces en funciones diplomáticas en Canadá, le correspondió ser bateador emergente. Hasta que contra él también cargaron las baterías los avezados parlamentarios.

Los muy buenos conocedores del chantajismo como sistema de vacancias aplican la supuesta negociación para la implementación de designaciones en posiciones y aplicación de políticas públicas que se ha transformado en el Perú en una constante conspiración entre pequeños y desvirtuados grupos políticos, ansiosos de poder y de compartir el bote electoral del ganador.

Las amenazas constantes de vacancias a cada presidente que se pase de la raya, al no complacer “apetitos negociadores” de supuestos inmaculados legisladores, y que algunos de los cuales aún pretenden ostentar una pulcritud patriótica inexistente, deben cesar. Es preciso constituir verdaderas alternativas partidistas que salven al Perú de un mayor deterioro de su gobernabilidad.

A la luz de lo que ha ocurrido en las últimas tres décadas, me permito recomendar que el pueblo peruano ponga su mirada en una cuidadosa reforma del Estado. Sus instituciones necesitan modernizarse. No es cierto que estén funcionando bien en este caso del ¡Castillo de naipes que ellos mismo crearon! Tampoco que lo hayan hecho en el pasado reciente. Por los resultados de las ejecutorias, de las gestiones de cada poder: Ejecutivo, Legislativo o Judicial, el pueblo debe exigir responsabilidades a cada individuo y a cada partido que se presente como de costumbres con angelicales propuestas, para luego comportarse con y desempeños infernales.

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