«¿En qué momento se jodió el Perú?», se plantea un personaje de la novela Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa. La expresión se transformó en motto del paradigmático libro, cuya historia se interna en el contexto de la dictadura que encabezó Manuel Odría Amoretti en Perú, entre 1948 y 1956. En palabras del propio escritor peruano, durante ese lapso el país se mantuvo encallejonado, prohibidos los partidos y las actividades cívicas, con numerosos presos políticos y centenares de exiliados, y una corrupción que, desde el centro del poder, se esparcía hacia todos los sectores. Mutatis mutandis, la misma pregunta nos la hacemos aquí y ahora: “¿En qué momento se jodió Venezuela?”.

Ya no es solo el mal accionar del gobierno “revolucionario”. También figuras opositoras, algunas de ellas de la primera línea, hacen cuestionamientos y señalamientos que generan asombro o, a veces, desagradables sorpresas. Los más recientes fueron los que formuló Henrique Capriles, líder político indiscutible por el que aún siento respeto. Sin duda algo impensado, insospechado, no previsto. En su exitosa y apasionante novela La Reina del Sur, Arturo Pérez-Reverte lo planteó así: “Lo inesperado que se presenta de pronto, no con estruendo, ni con señales importantes que lo anuncien, sino deslizándose de forma imperceptible, mansa…”.

Lo cierto es que, nos guste o no y a pesar de las zancadillas y obstáculos que les ha puesto la dictadura para el cabal ejercicio de sus funciones, Guaidó y la Asamblea Nacional mantienen su plena vigencia. Igual situación prevalece a pesar de las críticas y cuestionamientos provenientes de opositores con reconocido prestigio. Solo eso explica que uno y otra sigan contando con el respaldo de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, la Unión Europea y la gran mayoría de la comunidad latinoamericana. Por si fuera poco, también cuentan con el apoyo de la Organización de Estados de América. Eso último se puso en evidencia el día 9 de este mes de diciembre cuando el Consejo Permanente de la OEA rechazó las elecciones fraudulentas celebradas en Venezuela el pasado 6 de diciembre, pidió proteger de la persecución a los actuales miembros de la Asamblea Nacional y exigió elecciones presidenciales y parlamentarias libres.

A pesar de la anterior realidad, en reciente entrevista que le hizo BBC Mundo, Capriles dijo: “El 5 de enero termina un periodo de la Asamblea Nacional, porque lo dice la Constitución. Y arranca una etapa muy compleja en el país porque no va a haber ninguna institución con legitimidad (…) Hubo una apuesta a un plan y ese plan fracasó y la política es así (…) Soy creyente de la unidad del país. Pero la oposición hoy no tiene un líder, no hay un liderazgo, nadie que sea un jefe. No existe. Esto fue un capital político que se acumuló y se botó a la basura, puros lugares comunes, discursos gastados (…) No tengo nada personal contra Guaidó, pero eso se acabó, está acabado, fundido, cerrado, listo”.

Lo que más me asombra de esos duros comentarios es que quien los formula es, además de político, abogado; por tanto, él, más que nadie, debe saber que nuestra Asamblea Nacional ha sido torpedeada por todas las vías por la dictadura que preside Nicolás Maduro y que tales acciones han sido ejecutadas violando expresas disposiciones de la Constitución Nacional. El tema fue considerado por la Academia de Ciencias Políticas y Sociales y su pronunciamiento fue categórico. También nosotros escribimos un artículo al respecto (“Lapso de vigencia de la Asamblea Nacional”) que fue publicado en este diario, el pasado 19 de septiembre. Así pues, es falso de toda falsedad que, como dice Capriles, “el 5 de enero termina un período de la Asamblea Nacional, porque lo dice la Constitución”. Realmente terminaría si la dictadura no hubiese torpedeado de todas las maneras posibles el libre funcionamiento del órgano controlado por la oposición.

Lo anterior nos obliga entonces a referirnos a otro asunto de especial relevancia: ese lugar común según el cual “la oposición tiene que sentarse a negociar con la dictadura”. ¿Es que acaso no lo ha hecho? La cuestión de fondo es que para Nicolás Maduro y los suyos la “negociación” pasa porque en Venezuela no haya nunca más elecciones libres, transparentes y avaladas por la comunidad democrática internacional. Esto último fue lo que ocurrió con el remedo electoral del pasado 6 de diciembre. El número de votos que obtuvo el gobierno pone en evidencia que el régimen no tiene vida y que solo a la fuerza, con el apoyo de los militares y con trampas se mantiene en el poder.

No puedo concluir este artículo sin resaltar que soy férreo opositor de esta dictadura y que no estoy adscrito a ningún partido político. Tampoco recibo ningún tipo de emolumentos de persona o entidad alguna por mis escritos. Mis pronunciamientos en este prestigioso medio de comunicación son los de un venezolano libre que comulga con los principios democráticos y que lucha por su reinstauración en este país al que le debo todo lo que soy. Si la mayoría opositora decide mañana poner a un lado a Juan Guaidó y colocar a María Corina Machado, Henrique Capriles o cualquier otra figura al frente de la lucha que la mayoría de los venezolanos llevamos a cabo, le apoyaré con la misma firmeza con que hoy doy mi respaldo a Guaidó, sin esperar por ello algún tipo de canonjía. Para mí lo más importante es reinstaurar la democracia en nuestro país.

Es evidente que el extremismo no está solamente por los lados de la dictadura rojita; la oposición también cuenta con seguidores de dicha tendencia. Unos y otros abogan por posiciones y conductas exageradas y vehementes. ¡Qué tristeza! Finalizo: ¿Qué te pasa Capriles?

@EddyReyesT

 


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