Reyes magos

Se nos vienen momentos definitivos de hacia dónde y cuánto se deberá girar el timón de nuestra nave nación llamada Venezuela. Es más bien un necesario cambio de rumbo hacia la libertad. Para superar de una vez por todas el estado de anomia en que se encuentra este país, ¿estarán claros los actores llamados a encauzar hacia otros mares la fracasada promesa del “mar de la felicidad”?

Mediante el seudo modelo político de socialismo del siglo XXI se nos aplicó una receta de un casticismo decadente pero sostenido a fuerza de represión criminal, así como por la prestación de servicios a los que se creen ocultos aliados europeos y del propio Norte de América. Lo actual es una suerte de minestrone que lleva de todo y en tanta cantidad que la indigestión está por explotar, y ello se los aseguro, si no recibe el tratamiento adecuado y de urgencia que requiere.

Se nos predicaban las bonanzas que traería al pueblo venezolano la administración por parte del Estado de la producción de bienes y servicios, expropiando distintas empresas y activos de todo tipo, clases, magnitudes y naturalezas.

Tomemos como ejemplo el servicio vital de provisión de energía. Uno que en Venezuela llegó a funcionar con calidad internacional. Para cualquier país que aspire a la modernidad propia de los niveles básicos de desarrollo, de disfrute de los rápidos avances desde mediados del siglo XX hacia esta insólita modernidad del siglo XXI de profundos desajustes y gradientes socioeconómicos entre los países del globo. La medicina, la formación académica y cultural de la población, los sistemas de transporte de personas y de carga, todo es dependiente de las formas de energía.

El sector energía requiere de importantes inversiones, tiempos de ejecución y de la gestión colaborativa de muchos actores intervinientes en las distintas fases definidas que se tienen que cumplir, para asegurar el éxito de su cometido. Tomemos como ejemplo la energía eléctrica: su generación, transmisión, distribución y comercialización del servicio de energía eléctrica hacia los distintos tipos de consumos y tipos de clientes. Estos van desde una familia en el hogar hasta todas las otras prestaciones de equipamientos urbanos y no urbanos fundamentales para la producción y el desarrollo socio económico de un país.

El desastre en el manejo de este sector en Venezuela ha sido de unas proporciones tales que lo asemejan a países después de haber sufrido una guerra. En nuestro caso la de un régimen dictatorial incompetente y ladrón que le declaró esa suerte de “guerra sin bombas” con tan pésimo manejo, saqueo y desmantelamiento del parque eléctrico nacional. Sólo nos quedó como jocosa justificación el que terminaron por culpar a las iguanas de constantes apagones e interrupciones del servicio. Cualquier parecido con la isla de los Castro no es pura casualidad.

Tanto la industria petrolera venezolana, ya desde mediados de los años ochenta, al igual que la industria eléctrica nacional, habían entrado en situaciones de falta de expansión adecuada y de inversiones en mejoramientos de calidad y cobertura, pues se manejan con criterios estatistas, y otros de un supuesto “nacionalismo” que la colocaron en clara desventaja con los países del Medio Oriente. Una faja petrolífera del Orinoco que pretendían de desarrollo público y de engrosamiento de nóminas y distracciones de lo que era su objetivo central, que era expandirse y mantener una posición de liderazgo junto a verdaderos buenos socios del negocio petrolero internacional. Llegó la apertura e inició un buen camino. pero insuficiente.

Más competido el mercado petrolero mundial por entonces, aún dentro de la participación de mercado OPEP versus No OPEP, ya se había comenzado a sentir una importante declinación de la importancia relativa de esa Venezuela que había llegado a ser en los años sesenta principal exportador de crudo del mundo.

A nuestros aliados internacionales les mandamos el mensaje de la claridad con que nos alumbra la estrella de Belén. Ella alumbrará persistentemente el rumbo de todos los que buscamos ese nacimiento de millones y nuevos hijos de Dios representados en Jesús, el Mesías del amor. Nuestra civilización judeocristiana, con la magia de los amados Reyes Magos, avanzará para que construyamos para los niños un mundo bueno para todos en el ¡futuro que es ya!

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