A finales de enero el gobierno de Joe Biden anunció que ha comenzado a deportar a migrantes venezolanos a Colombia bajo el Título 42, una regla sanitaria para expulsar inmediatamente a los migrantes capturados en la frontera en vez de arrestarlos y procesarlos. Aunque la medida se limitará a los venezolanos que hayan vivido previamente en Colombia, las deportaciones se llevarán a cabo «de manera regular», según informó la administración.

Con esta medida Biden nos recuerda una vez más que, a pesar de haber llegado al poder prometiendo un trato más compasivo para los migrantes, ha mantenido y expandido, por presiones electorales, algunas de las políticas de Trump. Para Biden el temor a que los republicanos aprovechen la crisis fronteriza para minar su popularidad se ha convertido en una camisa de fuerza que limita cualquier intento serio de reforma y lo lleva a tener una política migratoria tan incoherente como contradictoria.

Pero para entender lo que está ocurriendo con los venezolanos se debe entender primero lo que está ocurriendo en la frontera sur de Estados Unidos.

El pasado año fiscal, entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, las autoridades estadounidenses capturaron a más de 1,7 millones de personas cruzando ilegalmente la frontera. Es el número más alto de interceptados desde que se lleva registro.

Muchos de estos migrantes vienen de México y el Triángulo Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala), lo cual no es una novedad. Pero el número de migrantes que provienen de otros países —Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Haití— está creciendo rápidamente. En la frontera la migración es cada vez más diversa.

En el caso de los venezolanos el crecimiento se ha acelerado. En el año fiscal 2020, que culmina en septiembre, unos 3.000 fueron capturados en la frontera. En 2021 fueron casi 50.000. Solo el pasado diciembre las autoridades capturaron a 24.000, casi la mitad del número total de 2021 en un mes.

Ahora bien, la crisis humanitaria en Venezuela, que ha resultado en un éxodo de casi seis millones de migrantes y refugiados, no comenzó hace un año. ¿Por qué entonces tantos venezolanos están apareciendo ahora en la frontera sur de Estados Unidos?

La causa fundamental es la misma que está detrás del aumento de los migrantes del resto de países: la pandemia. Antes de la pandemia América Latina ya estaba en crisis. En 2019 brotaron protesta en varios países a raíz de un creciente descontento con problemas como la desigualdad, la corrupción y la ineficiencia de los servicios públicos. La pandemia hundió a la región en  la peor recesión que ha sufrido en doscientos años y agudizó los problemas que provocaron las protestas y que ya habían llevado a millones de personas a migrar. Muchos de los migrantes que, huyendo del colapso social y económico en Venezuela, se establecieron en países como Colombia, Perú y Ecuador decidieron migrar una segunda vez a raíz de la crisis provocada por el COVID-19.

Apartando la pandemia, hay otro factor que probablemente influyó. Hasta ahora los venezolanos no estaban siendo expulsados bajo el Título 42, la regla sanitaria que tanto Trump como Biden han utilizado para deportar expeditamente a más de 1,3 millones de migrantes. Parte de la razón es que México acordó con Washington que, entre los migrantes expulsados bajo el Título 42, solo recibiría a ciudadanos del Triángulo Norte. Y como Estados Unidos no puede transportar migrantes a Venezuela porque no hay relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro, no había lugar adonde llevar a los venezolanos. Por eso muy pocos estaban siendo deportados, lo cual probablemente fue un incentivo para que otros venezolanos se aventuraran a la frontera.

Biden ya había tomado algunas medidas para tratar de revertir esta tendencia. Una de ella fue convencer a la autoridades mexicanas de exigir visa a los venezolanos porque muchos estaban llegando por avión a México para luego desplazarse a la frontera norte. Algunos venezolanos (un porcentaje ínfimo de los capturados) también están siendo devueltos a territorio mexicano bajo el programa «Permanece en México», que le exige a los solicitantes de asilo esperar afuera de Estados Unidos mientras sus solicitudes son procesadas. (Aunque Biden eliminó este polémico programa apenas llegó al poder, un tribunal lo obligó recientemente a restituirlo).

Pero estas medidas no han tenido mayor impacto y Biden decidió entonces comenzar a deportar a venezolanos bajo el Título 42.

Por supuesto, esto lleva a Biden a una posición difícil de defender. A principios del año pasado su administración aprobó un Estatus de Protección Temporal para los venezolanos, reconociendo que en Venezuela existe una “crisis humanitaria compleja”. Pero ahora decide deportar sin una oportunidad de solicitar asilo a estos migrantes que él mismo, mediante la aprobación del TPS, reconoció que pueden merecer protección.

¿Por qué incurre en esta contradicción? A primera vista uno pensaría que a Biden no le conviene políticamente esta medida porque en Florida, un estado clave en las elecciones en donde cada voto cuenta, hay una comunidad importante de venezolanos. Pero es probable que Biden haya decidido que el costo político en Florida es menor que el costo político a nivel nacional si no logra controlar los flujos de migrantes en la frontera. Después de todo, los republicanos han sido transparentes en su intención de utilizar el tema la inmigración como una de sus principales armas de campaña.

Los republicanos, por su parte, también están contorsionándose por razones políticas. Normalmente el partido le ha dado la bienvenida a los refugiados de países socialistas o comunistas. En años recientes se han jactado de tener una línea más dura contra la dictadura de Nicolás Maduro y criticado a los demócratas por no solidarse lo suficiente con los venezolanos. Pero ahora, que los demócratas deciden negar la posibilidad de asilo a muchos migrantes venezolanos, los republicanos no han hecho ruido. ¿Por qué? Porque el objetivo político de atacar a Biden por la situación en la frontera los hace olvidarse de su supuesta solidaridad con los venezolanos.

Entre ambos partidos, no cabe duda, hay distinciones importantes. A diferencia de los republicanos, Biden no explota desvergonzadamente la xenofobia para aglutinar a su base y ganar votos. Y los dilemas que confronta con la migración son reales. Hay cuantiosa evidencia de que la inmigración frecuentemente produce una reacción xenófoba en el electorado, fortaleciendo a los partidos antiinmigrantes y llevándolos al poder. En el diseño de sus políticas Biden tiene que cuidarse de no provocar una reacción que devuelva a un xenófobo como Trump a la presidencia.

Pero Biden no debe olvidar que estas diferencias en las motivaciones no tienen significado alguno para las personas que, mereciendo asilo, está siendo deportados bajo el Título 42. Desde el punto de vista de los migrantes expulsados sin debido proceso, no hay distinción entre Trump y Biden.


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