La carrera como grandeliga de Jesús Aguilar estaba estrechamente ligada a Milwaukee. Luego de crecer como prospecto de los Indios, llegar a las Mayores con Cleveland y esperar durante largo tiempo por una oportunidad con la tribu, encontró con los Cerveceros ese sitio donde poder jugar sin presiones y demostrar lo que es capaz de hacer con un bate en las manos.

Las pruebas de sus habilidades se tradujeron en el Premio Luis Aparicio, en 35 jonrones, en 108 impulsadas, en su primer llamado al Juego de Estrellas y un average que rondó los .300 durante casi todo 2018.

Hasta su cuenta personal en Twitter parece enraizada a la escuadra lupulosa, al incluir el sufijo MKE después de su nombre y apellido.

En Milwaukee ganó fama y respeto. Comenzó la temporada pasada como integrante de la banca y desplazó a Eric Thames, que llegaba de Corea del Sur con un contrato multimillonario y multianual, convirtiéndole en suplente a fuerza de batazos.

La historia cambió en esta zafra. El lento inicio de Aguilar se unió al ímpetu de Thames con el madero. El contraste es obvio, con 15 cuadrangulares y .856 de OPS para el estadounidense, contra 8 vuelacercas y .694 del venezolano. Era lógico que aquel reconquistara la titularidad y dejara al oriundo de Maracay limitado a un rol de bateador emergente y primera base contra los pitchers zurdos.

¿Cambia eso en Tampa Bay? El interés demostrado por los Rays en las últimas semanas, el que hayan ido al mercado hasta finalmente adquirirlo en un traspaso, es una buena noticia para Aguilar. Nadie busca un pelotero en la MLB para simplemente condenarlo al ostracismo. Bien. El criollo aporta fuerza, que no abunda en su nuevo lineup, y un contrato barato, menor a 700.000 dólares, que no es elegible para el arbitraje hasta después de terminado 2020 y que le impide ser agente libre antes de finalizar 2023.

No todo está servido para él, sin embargo. El manager Kevin Cash no se casa con ideas fijas. Va a probar su nueva pieza, pero tiene otros tres inicialistas. Uno es derecho, como el maracayero, Travis d’Arnaud, que también es receptor, y dos son zurdos, Ji-Man Choi y el novato Nate Lowe.

El potencial de Aguilar es mayor que el de d’Arnaud. Por eso lo buscaron. A Lowe lo enviaron este jueves a Triple A, a pesar de que bateaba para .294, con .875 de OPS y un premio al Jugador de la Semana hace pocos días. Choi sigue allí. Es plausible esperar que Cash le alterne con el asiático, dependiendo de la mano del pitcher rival.

También es previsible que el piloto le dé algo de acción ante los diestros. Necesita saber qué tiene en sus manos. Especialmente porque su nuevo toletero batea para .309/.361/.545 desde el 25 de junio, con .906 de OPS, y porque curiosamente posee mejores números contra los lanzadores de su mano (.740 de OPS este año, contra .616 ante los siniestros).

Sale de un equipo ganador a otro que también lo es. Pasa de un Miller Park propicio para la ofensiva a un Tropicana Field que igualmente la facilita. Va a jugar con muchísima frecuencia en algunos polígonos de tiro, que tal cosa son los estadios en el Este de la Liga Americana, y el pitcheo allí no es lo que era antes, con esa rotación de los Yanquis, el irregular staff de los Medias Rojas y la lágrima que son los Azulejos y los Orioles. No es malo. Aunque habrá que ver cómo reaccionan sus rodillas, tobillos y cadera a la exigencia de actuar sobre la grama artificial de su nuevo hogar.

No es el panorama ideal. Tendrá competencia y deberá demostrar que merece creciente tiempo de juego. Pero este debe ser también el mejor momento para enfrentar el desafío, porque está encendido con el madero desde hace más de un mes y en 2018 se demostró a sí mismo, y a todos en las Grandes Ligas, que tiene talento para brillar entre las mejores estrellas del beisbol.

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